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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Estados Unidos busca soluciones democráticas en Centroamérica

Hace ya tres años -e incluso el último de la Administración anterior- que Estados Unidos puso en marcha un esfuerzo dirigido a detener el avance del comunismo en América Central, haciendo lo que instintivamente hacen mejor los norteamericanos: defender la democracia.Puede que hayamos comenzado tarde, pero hemos hecho progresos apreciables. La reafirmación de la democracia en Costa Rica, la transición de un régimen militar a un Gobierno civil elegido en Honduras y el impulso dado a la democracia en El Salvador, con las elecciones celebradas el pasado mes de marzo, prueban que estamos en el buen camino.

Guatemala ha tenido tiempo también de tomar un nuevo rumbo, infligir a sus insurgentes un fuerte revés, limitar los abusos contra lbs derechos humanos y dar acceso al Gobierno a representantes de las comunidades indias de las regiones montañosas. La democracia, con elecciones libres, libertad sindical, libertad de religión y respeto por la integridad del individuo, constituye la inequívoca opción de la abrumadora mayoría de los centroamericanos.

De manera que la buena noticia es que la revolución marxista no es inevitable en Centroamérica. La mala es que todavía no puede ser descartada.

Un auténtico ejército

A pesar de haber conseguido eliminar en gran medida la influencia política de la guerrilla en zonas populosas, y a pesar de las mejoras conseguidas en cuanto a equipamiento y movilidad militar, el Gobierno de El Salvador no ha logrado todavía volver la marea decisivamente contra su oposición armada.

La capacidad militar de las fuerzas guerrilleras -e insisto en lo de militar porque no hablamos de bandas de campesinos, sino de fuerzas militares adiestradas, incluso uniformadas a veces, cuyas unidades son tan regulares como si se hallasen adscritas a un ejército nacional- ha impedido que el avance en la reforma agraria y la moderación del Gobierno desembocasen en la paz demandada por el pueblo de El Salvador en las elecciones del pasado marzo.

Una de las razones es que las fricciones internas y las prácticas antidemocráticas residuales aún lastran la capacidad del Gobierno para proporcionar seguridad a todos los salvadoreños y, en particular, a los que viven en zonas aisladas. Pero otra de las razones está en las posibilidades de adiestramiento, orientación táctica y suministro militar que Nicaragua proporciona a El Salvador.

Hemos de asignar en un futuro inmediato nuevos recursos que permitan al Gobierno de El Salvador parar a la guerrilla y consolidar su propio impulso hacia adelante.

Componentes de la estrategia

La estrategia que estamos siguiendo en América Central tiene seis componentes.

La primera de ellas es la ayuda económica, destinada a compensar en alguna medida los efectos del sabotaje guerrillero, de la incertidumbre económica y de la recesión mundial. Las democracias tienen capacidad de llevar adelante una política de austeridad, pero las guerrillas han apostado a la anarquía y el colapso económicos. En eso consiste precisamente todo el contenido de su estrategia de guerra prolongada. Nosotros hemos de demostrar que también somos capaces de perseverar.

La segunda componente de nuestra política es la asistencia militar, para impedir una toma violenta del poder por parte de la guerrilla en El Salvador. Nadie piensa que las guerrillas tengan gran seguimiento en el pueblo pero son capaces de desarrollar operaciones militares eficaces. Constituyen un peligro para la esperanza y, para la vida, la propiedad y la libertad. Hemos de asegurarnos de que no se impongan por culpa de un descuido. La tercera componente es la reforma política y económica y la lucha contra las violaciones de los derechos humanos en El Salvador. A pesar de la guerrilla, se ha hecho mucho en El Salvador: el 20% de la tierra cultivable ha sido redistribuido, se ha reducido la violencia política a la cuarta parte de lo que llegó a ser y las instituciones democráticas están en marcha. Resulta decisivo llevar a término la tarea. La cuarta componente es la Iniciativa de la Cuenca del Caribe.

Los pueblos de la zona necesitan sentir esperanza en un futuro económico mejor. La mejor manera de hacer que sea así es asegurarles buenas posibilidades en el mercado norteamericano. La iniciativa tendría que estar ya aprobada en su integridad. La quinta componente es el de la contención de la escalada. Hemos intentado decir a Cuba y a la URSS que si introdujesen en Centroamérica equipo o fuerzas militares que pudieran amenazar a los países vecinos, a nosotros, se produciría una situación muy peligrosa. Hemos de desarrollar una labor orientada a la limitación del conflicto y a conseguir sustraer a la zona de la competición entre el Este y Oeste.

La sexta componente es la búsqueda de una solución pacífica. Esta solución ha de producirse realmente a escala regional. Hemos hecho patente nuestra postura favorable a un alto en la introducción de armas ofensivas pesadas en América Central. Pero, ¿cómo resolver, por ejemplo, el problema de El Salvador mientras persiste el apoyo de Nicaragua a la lucha guerrillera en dicho país? ¿Y cómo salvar a la zona de la competición Este-Oeste mientras no abandonen la región todos los asesores militares extranjeros? En el mes de octubre, en San José, Costa Rica, una serie de países democráticos sentaron estos principios. Y ahora se estudia una iniciativa de paz en la región que incluye a todos los países centroamericanos. Nosotros tenemos interés en ella y deseamos que llegue a feliz término.

Condiciones para la paz

Esta estrategia puede conseguir el restablecimiento de la paz en América Central. Pero lo hará solamente si se cumplen tres condiciones. En primer lugar, hemos de sostener el esfuerzo que hemos desplegado. Con demasiada frecuencia, en los últimos años, los centroamericanos se han debatido entre dos ideas: una, que les vamos a prestar apoyo con independencia de lo que hagan, porque el conflicto es importante bajo una óptica de confrontación Este-Oeste, y la otra, que no continuaremos proporcionando ayuda pese al avance de sus reformas, porque somos un pueblo impaciente y sin estómago para resistir una lucha larga y ardua. Ambas ideas son equivocadas. Nuestro respaldo no es indiscriminado, pero tampoco vamos a dejarles plantados tan sólo porque la situación se ponga difícil.

En segundo lugar, nuestro esfuerzo debe atenerse a principios. No podemos abandonar nuestra convicción de que un poder político legítimo sólo puede adquirirse a través de la competencia en las urnas, en unas elecciones libres, abiertas y ordenadas. No habrá solución estable sin democracia.

En tercer lugar, nuestro esfuerzo debe tener un carácter cooperativo. Hemos hecho causa común con México, Venezuela, Colombia y Canadá en la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, y con otros países de la región, en San José, en octubre pasado.

Nosotros propugnamos una paz a escala regional. Y, lo que es más importante de todo, hemos de escuchar a los propios centroamericanos y animarles a que sean ellos mismos los que marquen la pauta en la resolución de sus propios problemas.

Respuesta a la guerrilla

Nuestra estrategia para impedir un desenlace marxista-leninista en América Central es política y no militar. Hemos dado impulso a un proceso de reforma social, económica y política, que consideramos la respuesta apropiada al peligro de la guerrilla. El componente militar es auxiliar, pero esencial para dar a los otros componentes tiempo para que puedan tener efecto. El esperar resultados instantáneos no cabe en la lógica de una estrategia política. No llevamos en esta tarea más que tres años; muy corto período, por cierto, en la torturada historia de América Central.

Constituiría una grosera ironía -y, además, cruelmente indiferente a las aspiraciones democráticas del pueblo de El Salvador- que planteásemos un viraje de fondo en la política americana, no por mala marcha de las reformas -porque no ha fallado el esfuerzo-, sino porque la lucha en el terreno militar parece que no se ha ganado con suficiente rapidez.

Thomas O. Enders es secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado norteamericano.

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