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La 'sintonía' de Felipe González y el rey Hassan determinará las negociaciones pendientes

, Una importante clarificación de las relaciones entre España y Marruecos y una inesperada sintonía humana del presidente del Gobierno, Felipe González, con todos sus interlocutores marroquíes, a quienes ha cautivado por su juventud y la agradable inocencia de sus convicciones políticas, constituyen el resultado inmaterial, pero significativo, de su recién finalizado primer viaje oficial a Marruecos.

El optimismo actual, que sigue a tantos conflictos y malos entendidos, no puede ser más que limitado. Quizá lo que mejor define el momento presente es la reflexión formulada a EL PAÍS por un ministro marroquí, que decía: "Todo ha ido muy bien; ahora es necesario transformar los buenos propósitos en hechos concretos".Después de esta primera prueba, notablemente superada, que ha constituido el viaje de Felipe González a Rabat y Fez, las relaciones hispano-marroquíes deberán pasar por otra evidentemente más trabajosa, como es la de materializar la cooperación que se estima necesaria, y para la cual se ha desbrozado ya bastante el camino. Dos puntos han quedado bien claros después de la estancia de Felipe González en Marruecos: que se puede y se debe cooperar, aun manteniendo criterios divergentes sobre buen número de problemas; pero, sobre todo, que los puntos de coincidencia son más numerosos de lo que se pensaba.

Los criterios convergentes en política internacional o regional son, probablemente, los más numerosos y los que mejor se acomodan con la evolución hacia la normalización en el Magreb. Felipe González- ha explicado en Marruecos la política de su Gobierno ya expuesta por el vicepresidente Alfonso Guerra a los argelinos, y que consiste en apoyar la solución para el conflicto del Sáhara occidental aprobada por la Organización para la Unidad Africana (OUA). En la cuestión Palestina y en la política mediterránea también se han acortado las diferencias de otros tiempos entre Madrid y Rabat.

Incidencia de la pesca

La pesca -que, como reconociera en Rabat el propio Felipe González, tiene en las relaciones hispano-marroquíes una incidencia social muy superior a su incidencia real económica- será, probablemente, uno de los renglones de la futura cooperación que mas sufra en esta nueva adaptación de las relaciones. Marruecos parece, eso sí, convencido irreversiblemente de la necesidad de que España reduzca considerablemente el esfuerzo pesquero en sus aguas.Y si ahora parece que esa reducción no será exactamente el 70% del esfuerzo actual, como solicitara Marruecos en la reunión de ministros económicos de finales de febrero, es indudable que sí será una reducción sustanciosa en cualquier caso. A cambio Marruecos ofrecerá, al parecer, la seguridad del acceso a los caladeros marroquíes por un período prolongado, que a su vez permitirá a España acometer con calma la necesaria modernización de su flota de pesca.

Incluso un periódico marroquí que siempre se mostró intratable respecto a la reivindicación de Ceuta y Melilla, como es el diario comunista Al Bayane, expresaba ayer en un editorial que "no somos de los que hipócritamente hablan de la amistad secular marroquí-española y desean que ésta se restablezca ipsofacto. Sufrimos las secuelas de una vecindad que ha inducido- a conquistas, pillajes y explicaciones, y que no se pueden evacuar en un solo- día esos datos históricos que gravitan aún hoy, de una manera arbitraria, sobre el devenir de nuestras relaciones bilaterales".

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Sobre este contencioso en particular, planteado con una nueva urgencia por Marruecos en las últimas semanas, parece como si se hubiese llegado al convencimiento tácito de que Marruecos debe, por el momento, apaciguar sus impetuosidades, y España debe admitir que se trata de un asunto que deberá abordar solidariamente con Marruecos un día para evitar que siga siendo un factor de desestabilización de las relaciones entre los dos países.

Las frecuentes alusiones de Felipe González, durante su estancia en Marruecos, a la importancia del espacio, estratégico compartido con Marruecos pudieran anticipar que en ese marco de cooperación geoestratégico, que también requiere una resolución del conflicto de España con el Reino Unido a propósito de Gibraltar, puede encontrarse la cooperación necesaria a una y otra orilla del Mediterráneo.

El rey Hassan II no ha podido, a su vez, dejar de ser sensible a la cálida acogida demostrada por el presidente del Gobierno español, Felipe González, a su tan acariciado proyecto de enlace fijo sobre el estrecho de Gibraltar, que, justo es reconocer, en España había sido visto hasta hace poco, y fundamentalmente por el esfuerzo financiero que su realización implicaría, con cierto escepticismo.

A los marroquíes, estas propuestas del jefe del Gobierno español les han parecido bien y, una vez establecido el sumario, cada sector ministerial respectivo intentará encontrar una solución para las cuestiones de su competencia.

En una entrevista que ayer difundió la agencia Efe, el primer ministro marroquí, Maati Buabdid, señaló ayer que los dirigentes de ambos países reconocieron en sus conversaciones que el nivel de las relaciones Y de la cooperación hispano-marroquí distaban mucho de responder a las reales potencialidades y a las aspiraciones comunes de ambos pueblos, tanto en los aspectos económicos como en la vertiente social y cultural.

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