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"El compromiso en el sistema monetario europeo representa un sacrificio para la República Federal de Alemania", declara Kohl

Andrés Ortega

La crisis política en París y Bonn, fijó la suerte, el fracaso, de la cumbre europea de Bruselas, la primera de este año que presidía Alemania. Elecciones generales en un país, municipales en otro y las tensiones monetarias en el transfondo de la formación de nuevos Gobiernos u orientaciones económicas paralizaron a los jefes de Estado y de Gobierno de la CEE. "El compromiso en el SME representa un sacrificio para la RFA", declaró Helmut Kohl al abrir su conferencia de prensa, para referirse luego a la solidaridad europea y al hecho de que "hemos hecho nacer una filosofía europea común", tras mencionar el desayuno. oTras la salvación in extremis del Sistema Monetario Europe (SME) y las declaraciones que hará hoy a sus conciudadanos, el presidente francés François Mitterrand no quiso pronunciarse al término de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno. Mitterrand y el canciller alemán Helmut Kohl desayunaron a solas en la Embajada francesa en Bruselas, para tratar los problemas generales, especialmente los económicos, entre sus respectivos países.

A nivel de Consejo Europeo, la cuestión del SME no fue discutida "para no abrir de nuevo un debate", según el presidente de la Comisión Europea, Gaston Thorn. Sí fue, sin embargo, abordada en las discusiones bilaterales en privado, y ayer Kohl desveló que su ministro de Finanzas, Gerhard Stoltenberg, había acudido en secreto al Elíseo unos días antes de que se desencadenara formalmente la crisis monetaria europea.

Hay que esperar ahora las contrapartidas en términos de rigor en la política económica que la RFA pidió a Francia al aceptar una revaluación del marco alemán de 5,5% frente a una devaluación del franco francés de 2,57. En estas declaraciones, Kohl no mencionó la convergencia económica que busca, pero sí habló del optimismo. Fue Thorn el que se refirió a la convergencia para señalar que con la situación actual "no me siento apaciguado". La cumbre retrasó todas las grandes decisiones internas de la CEE para el Consejo Europeo de Stuttgart en junio. En Bruselas se abordó el tema del desempleo, de los jóvenes, de los recursos propios de la CEE, del mercado interior, reconocimiento de los títulos y de la lluvia ácida. Sin conclusiones. A pesar de que Francia hubiese acudido a esta reunión con pretensiones globales, fueron pocas horas para tal globalidad.

Mitterrand propuso la convocatoria de una reunión ministerial de la CEE para concertar una acción comunitaria en la cumbre industrial de Williamsburg en mayo. La Comisión Europea se encargará de preparar este enfoque unido. Los diez se pronunciaron a favor de mantener y reforzar el comercio mundial con el Tercer Mundo, incluido "como parte integral de una política destinada a traer un mejor clima a las posibilidades comerciales sin una nueva inflación".

El único elemento ligeramente novedoso planteado en Bruselas es la declaración de que el problema de las relaciones comerciales CEE-EE UU se resuelva en un diálogo basado "en la base del respeto mutuo de los acuerdos concluidos tras el Tokio round" de 1979. Es decir, la CEE exige que no se ponga en tela de juicio su política agrícola comunitaria, especialmente en el capítulo de las exportaciones y sus subvenciones, acogiéndose al régimen bilateral establecido en el GATT (acuerdo general sobre comercio y aranceles).

Thorn puede muy bien haber señalado que "el calendario político no era favorable" a esta cumbre de la CEE, dados los problemas monetarios, pero el fracaso se había previsto ya. Es la crónica de una muerte anunciada. Entre el anuncio y la muerte, sin embargo, ha llegado la bajada formal de los precios del petróleo, para que el Consejo Europeo "constituya una contribución positiva a la recuperación económica mundial, siempre que este desarrollo y sus consecuencias sean controlados".

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