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Manuel Puig finaliza su primera obra teatral, titulada 'Bajo un manto de estrellas'

Bajo un manto de estrellas es el último texto escrito de Manuel Puig. No se trata de una novela, sino de una obra de teatro que aparecerá en breve en la Editorial Seix-Barral, conjuntamente con la adaptación teatral de El beso de la mujer araña. Puig afirma sentirse tentado por el teatro y trabajar en una nueva obra, pese a mostrar sus reservas sobre la acogida que esta nueva faceta suya pueda producir en el público. En cualquier caso, su teatro será, afirma, un teatro fantástico, alejado del realismo, vía que considera agotada en este ámbito.Nació en la Pampa argentina en 1932. Su infancia le marcó hasta el punto de que reconoce que toda su obra tiene carácter autobiográfico, o casi, y, por lo menos dos novelas, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, están inspiradas en hechos vividos. Alguna vez ha afirmado que empezó a escribir para escapar a una realidad opresiva. Siete novelas. Una de ellas llegó a la escena y ahora el gusanillo del teatro parece no abandonarle. En breve se publicará Bajo un manto de estrellas, escrita para el teatro y la adaptación escénica de El beso de la mujer araña.

Pregunta. Que escriba usted teatro tras siete novelas, ¿está relacionado con el éxito de la adaptación teatral de su novela?

Respuesta. Nunca había pensado en escribir teatro, pero poco a poco fue abriéndose paso la idea. Cuando empecé a escribir novela y dejé el cine me sentí cómodo y pensé que de ahí no me movería jamás, porque el tipo de trabajo que a mí me gustaba hacer con la novela era un intento de comprender una realidad muy compleja en la que estaba metido.

P. El cambio de género, ¿repercute en un cambio de estilo?

R. Sí. En novela siento la validez de un diálogo realista, que pretende ser una recreación del habla cotidiana de clases sociales reconocibles. Me interesaba llevar eso al teatro. Antes de pensar en escribir teatro había reflexionado mucho sobre la crisis del lenguaje actual. El realismo de un Arthur Miller en La muerte de un viajante, lo lleva a un diálogo realista que se presta al desarrollo del drama. Miller consigue una tragedia moderna y válida que se sigue reponiendo y siempre impresiona, pero se pensó en ese momento que aquello era un filón infinito, inagotable. Se pensaba que un autor de los quilates de él iba a producir una gran cantidad de obras de alto nivel. Otros intentos también revelaron lo mismo: Que cierto tratamiento teatral realista limita íntimamente al autor. Yo había seguido esta crisis del realismo con asombro. Después está el caso de Tennessee Williams, donde la introduccion de cierto elemento poético es más evidente, pretendiendo amalgamarlo con situaciones realistas. Williams no sé hasta que punto está envejeciendo bien. Es decir que el teatro realista se me hace peligroso. Una vía poco rica en posibilidades. Y creo que la crisis actual del teatro tiene que ver con eso. Lo que ha impresionado después de esos logros realistas han sido obras como las de Ionesco, que son diametralmente opuestas. Yo veo el realismo mucho más adecuado al tratamiento novelístico. Cuando es posible un acercamiento analítico al tema, cuando se puede prescindir de la síntesis, hay una posibilidad de tratatamiento realista rico. Veo una posibilidad de realismo expresivo. En cambio, no veo bien el maridaje de realismo con síntesis, por eso siento más, en cine o teatro, un lenguaje alegórico, estilizado. El sueño nuestro de cada noche es un modelo de síntesis, en pocos segundos está contada toda una historia. Me parece que la fantasía el sueño se presta a la síntesis.

P. ¿Se trata pues de una obra onírica, no sujeta a limitaciones ni unidades?

R. Hay escenario único y unidad de tiempo, lo que no hay es una unidad de identidad en los personajes. Los personajes sufren modificaciones especiales y eso veremos como lo entiende el público. Entre los productores noto cierto titubeo, porque es otro tipo de teatro. Nadie habla como en la vida. Todo es estilizado.

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