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El Papa, en el 'volcán centroamericano'

La poblacion de Honduras intentó desagraviar a Juan Pablo II por la afrenta sufrida en Nicaragua

Juan Arias

El papa Juan Pablo II besó ayer la tierra de Honduras, el, país más pobre de Centroamérica, que cuenta con el índice más elevado de desnutrición y la mayor miseria, caracterizada por una dramática escasez de viviendas, de las cuales sólo el 10% cuenta con agua potable, y padece además una alta tasa de desempleo.

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Pero, a pesar de ser su población la Mas humilde de Centroamérica, los hondureños se echaron masivamente a la calle como para intentar, dijeron, lavar la afrenta sufrida por el Papa en Nicaragua, dónde jóvenes militantes sandinistas y destacados dirigentes hicieron a Juan Pablo II objeto de un desaire colectivo.Al llegar al aeropuerto, el Papa dijo que en Honduras deseaba testimoniar a quien "ha resucitado de la muerte para dar la vida a todos los hombres".

A pesar de ser éste el país de Centroamérica con menos clero y, por tanto, con menos medios para preparar la llegada de Juan Pablo II , los hondureños habían lanzado un desafío: "Aquí, el Papa", dijeron, "recibirá el homenaje más impresionante y más hondo de todo el viaje".

La ciudad de Tegucigalpa, vivió ayer la jornada de la visita papal como una gran fiesta; estaba engalanada como una reina y se palpaba esa alegría y espontaneidad que a veces sólo los más pobres saben imprimir a las cosas. Por todas partes, alfombras y arcos de flores, colchas coloradas y banderas vaticanas en los balcones, bandas de música, cantos y un grito constantemente repetido: "Viva Juan Pablo II".

Ha sido el primer lugar donde hemos visto a la gente llorar sin pudor cuando pasaba la comitiva papal. Como en todas partes, también aquí, en Honduras, se vivió ayer lo que ya se llama "el síndrome de Nicaragua". Todos, Gobierno, Iglesia y fieles, tuvieron una sola idea fija: "Aquí no será como en Nicaragua", se oía vocear desde los altavoces, "porque queremos desagraviar al Papa y manifestarle nuestro afecto y obediencia" .

El presidente de la República, Roberto Suazo -el único jefe de Estado centroamericano que se arrodilló al recibir a Juan Pablo II-, presentó a Honduras ante el Papa como un país donde "rigen todas las libertades".

Esto ha sido una constante durante todo este viaje, durante el cual, los gobernantes se han esforzado siempre por presentar al Papa esta tierra de volcanes como un mundo donde no pasa nada. Sin embargo, también aquí, en Honduras, donde impera una democracia limitada y donde se entrena la guerrilla somozistacontra Nicaragua, los obispos, unidos y avanzados socialmente, no han dudado en definir al régimen del país como el de una "democracia desfigurada, donde reina más miedo que libertad".

En Tegucigalpa, Juan Pablo II no quiso, sin embargo, abordar el tema político ni social, y pronunció alocuciones de carácter estrictamente religioso.

Rumores de atentado

También en Honduras se había hablado de una tentativa de atentado contra Juan Pablo II, y las autoridade detuvieron, antes de su llegada, a unas 250 personas, encarcelándolas en San Pedro Sula. Estos rumores de posibles atentados dirigidos contra el Papa se repiten en todos los países visitados. Es como si ningún Gobierno quisiese ser menos que su vecino en su capacidad de defender la vida del "cruzado de la pastoral", como llamaron ayer en Tegucigalpa a Juan Pablo II.

Y hay también como una especie de rivalidad entre los pequeños paises centro anieric anos desde que Costa Rica, el país sin ejército, ofreció al mundo su ejemplo de áutodisciplina. Desde entonces, las demás naciones también se han esforzado en demostrar al Papa que en América Central, todos los fieles son capaces de controlar ellos mismos el servicio de orden en las aglomeraciones.

Este clima se advirtió ayer también en Honduras. Durante uno de los actos, inspiraba ternura el sacerdote que se despepitaba gritando desde el micrófono: "Por favor, que la gente se baje de la tarima, que está crujiendo y se va a desplomar". La gente seguía allí como pegada con cemento.

Ayer, el Papa pasó su tercera noche en Guatemala, después de haber pasado toda la jornada en Honduras, y hoy saldrá para Belice y Haití, última etapa de esta triunfante y contradictoria gira centroamericana.

En vísperas de la llegada del Papa a Guatemala se temió que el Gobierno de Efraín Ríos Montt anulara la visita de Juan Pablo II, que acababa de ser acusado de injerencia en los asuntos internos del Estado guatemalteco a raíz de su velada condena de la ejecución de cinco jóvenes guatemaltecos y un hondureño, efectuada en un cementerio de la ciudad de Guatemala cuando el Pontífice estaba empezando su gira.

Pero hoy, que Juan Pablo II deja Guatemala, se puede afirmar que el presidente Ríos Montt y su, Gobierno se han esmerado con el Papa, más incluso de lo que hubiesen deseado los acompañantes del Pontífice. El presidente-dictador quiso demostrar ante su pueblo que se había volcado con el Papa, y para ello hizo alardes públicos de devoción.

En la escalinata de su palacio presidencial, donde le esperaba, le recibió con los brazos abiertos. Juan Pablo II había llegado a pie desde la batedral, rodeado por la multitud, que por primera vez en este viaje pudo verle caminar a pie entre la gente. Ríos Montt ya no dejó al Papa un solo momento durante toda la ceremonia, llevándolo a veces incluso cogido por el brazo. En el salón de los banquetes Ie fueron presentadas al Papa cuatrocientas personas, y Rios Montt, que es protestante, consiguió al final salirse del protocolo y empujar a Juan Pablo II hasta el balcón del palacio, presentándose con él ante medio millón de personas que en la calle aclamaban al Papa diciendo: "Tú eres el que nos gusta".

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