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EE UU pugna por mantener su presencia en el Mediterráneo

En los últimos meses, el Gobierno de Washington se ha visto obligado a renegociar la situación de sus bases en España, Portugal y Grecia

Creadas hace tres décadas, en los años de la guerra fría, un rosario de bases e instalaciones militares norteamericanas se extiende desde el archipiélago de las Azores hasta la frontera turca con la Unión Soviética. El mar Mediterráneo, surcado por los buques de guerra de la VI Flota, y sus tierras vecinas albergan más de un centenar de esas instalaciones de alerta y espionaje electrónicos, de comunicaciones y militares. Es un planteamiento que las circunstancias europeas de los últimos años podrían obligar a modificar, porque el Mediterráneo puede convertirse, a medio plazo, en un mar incómodo para Estados Unidos.

Durante la campaña electoral griega de 1981, un alto dirigente del Partido Socialista Obrero Español comentaba así la presencia de potencias extraterritoriales en el Mediterráneo: "Esto, en vez del mare nostrum, es el mare vostrum..."

Con casi tres millones de kilómetros cuadrados de superficie, este contaminado mar continental, que tiene una evaporación de agua superior a las precipitaciones y los aportes fluviales, y donde nació hace miles de años la civilización occidental, se ha convertido en una de las principales áreas de fricción entre las superpotencias El portaaviones norteamericano Nimitz recorría hace unos días las aguas del golfo de Sidra, frente a las costas libias, y el portaaviones soviético Kiev cruza con frecuencia los estrechos del Bósforo y los Dardanelos para acceder al Mediterráneo desde el Mar Negro.

De los cinco países mediterráneos europeos que tienen bases norteamericanas, tres han salido de períodos dictatoriales en la última década. En dos de ellos hay actualmente administraciones socialistas (España y Grecia) y en un tercero, Portugal, puede haberla, aunque sea en coalición, dentro de dos meses, cuando se celebren las elecciones legislativas anticipadas.

Italia, una democracia inestable desde la segunda guerra mundial, es el país que mayor número de facilidades militares ha concedido a la OTAN y a Norteamérica y la pieza clave del despliegue de sus fuerzas armadas en el Mediterráneo. El quinto, Turquía, bajo una dictadura militar desde hace más de dos años, es el único miembro de la OTAN, aparte de Noruega que tiene fronteras directas con la URSS y domina la estratégica salida al Mediterráneo, por lo que es también un elemento básico en el esquema militar norteamericano.

Washington está actualmente negociando sus tratados o acuerdos bilaterales con dos de esos países, Portugal y Grecia, y ha acabado esta misma semana de redactar el protocolo adicional al acuerdo hispano-norteamericano que permitirá su ratificación por las Cortes españolas. La ayuda militar se cifra en 415 millones de dólares. El Gobierno socialista de Madrid ha expresado su deseo de renegociar este Convenio de Amistad, Defensa y Cooperación, que tendrá vigencia hasta 1988, dos años después de las próximas elecciones legislativas. De no haberse alcanzado ahora este acuerdo adicional, el plazo de un año para la retirada total de las fuerzas norteamericanas en España habría comenzado a contar desde el próximo 21 de mayo.

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Alternativas a las bases en España

Cuando se cumplen treinta años de los acuerdos iniciales firmados por los gobiernos de Franco y Eisenhower, las dificultades que podría presentar esa renegociación del convenio bilateral con una administración socialista han hecho correr rumores sobre la búsqueda de alternativas por parte de Washington para instalar sus bases en países vecinos a España, principalmente Marruecos y Portugal.

En Portugal, Estados Unidos quiere renovar el acuerdo sobre la base aérea de Lajes, en las Azores y, simultáneamente, obtener facilidades en territorio continental portugués. El Gobierno de Alianza Democrática expresó su intención de negociar las dos cuestiones por separado, aunque no puso obstáculos a la concesión de esas facilidades, que probablemente se localizarán en Beja y Porto Santo y que, entre otras instalaciones, incluirían una estación de seguimiento de satélites. La disolución del Parlamento portugués ha aplazado estas negociaciones, aunque la administración Reagan ha decidido ya incrementar en un 50%, de 60 a 90 millones de dólares, su ayuda militar al país vecino.

Jaime Gama, uno de los principales dirigentes del Partido Socialista portugués, declaró a EL PAIS que en su opinión la base de Lajes debe "ser utilizada con liberalidad para asuntos relacionados con la OTAN, mientras que los otros casos deberán ser estudiados uno por uno". Los socialistas portugueses, que confían en formar gobierno tras las elecciones del próximo 25 de abril, esperan que "los norteamericanos nos propongan algo concreto sobre las facilidades en el continente".

Por otra parte, la administración Reagan ha apostado claramente por el rey Hassan II de Marruecos y, a mediados del año pasado, tras cuatro meses de negociaciones, se firmó un acuerdo bilateral entre Washington y Rabat para la utilización por las fuerzas norteamericanas de todos las bases aéreas marroquíes, en casos de urgencia en Oriente Próximo y de "entrenamientos periódicos". El aeropuerto militar de Marraquech y quizá la base aeronaval de Kenitra podrían ser empleados con esos fines. La ayuda militar norteamericana a Marruecos para el próximo año fiscal rondará los 90 millones de dólares y uno de los últimos ejercicios conjuntos entre los dos países consistió en un desembarco naval en la Bahía de Alhucemas, no lejos de las plazas de españolas en el norte de Africa.

Fuentes españolas restaron importancia a esa posible búsqueda de bases alternativas por parte de Estados Unidos. De acuerdo con estas informaciones, ni Marruecos ni Portugal reúnen las características necesarias para instalar bases equiparables a las hispano-norteamericanas. Ni el Algarve portugués, ni la costa atlántica marroquí poseen puntos idóneos para establecer una base similar a la de Rota, que está próxima al Mediterráneo, pero fuera del estrecho de Gibraltar y de la ratonera en que podría convertirse este mar en caso de un conflicto generalizado.

"Por supuesto que, de no existir otra alternativa, los norteamericanos podrían desmantelar las bases de utilización conjunta en España, aunque fuera a costa de grandes inversiones", manifestó otra fuente española. "Pero no existen indicios de que estén pensando realmente en hacerlo, ni siquiera de que pretendan crear problemas al Gobierno socialista. Las maniobras de la bahía de Alhucemas fueron comunicadas a Madrid con mucho tiempo de antelación, y, además, el nivel de colaboración con las fuerzas armadas marroquíes es mínimo comparado con los ejercicios conjuntos que se han realizado en los últimos años entre tropas norteamericanas y españolas", añadió la citada fuente.

Los objetivos estratégicos de Estados Unidos en el área mediterránea han sido definidos en varios informes elaborados por el Congreso norteamericano: mantener la fuerza del flanco meridional de la OTAN, proteger las líneas de abastecimiento de los países occidentales, apoyar a los aliados norteamericanos no miembros de la Alianza Atlántica (es decir, Israel), e impedir el uso del canal de Suez a los soviéticos en caso de guerra.

La llamada doctrina Carter, que declara vital para los intereses de Estados Unidos el área del Golfo pérsico y las rutas del petróleo de Oriente Próximo, amplió esos objetivos y obligó a la creación de la Fuerza de Despliegue Rápido, heredada y reforzada por la administración de Ronald Reagan. El transporte de esta fuerza de unos cien mil hombres en pocas horas al escenario de combate requiere la utilización de bases de escala y reabastecimiento en puntos del Mediterráneo, algo que ha encontrado, en general, resistencia por parte de los Gobiernos de Europa del Sur o Africa del Norte, temerosos de pagar las consecuencias de un conflicto en Oriente Próximo.

En caso de un conflicto generalizado con los países del Este, los estrategas occidentales prevén tres frentes básicos del ataque soviético: en el área de Murmansk, para controlar Noruega; en Europa central, para avanzar hacia el oeste y en la zona de Grecia y Turquía, para asegurarse el acceso al Mediterráneo.

La VI Flota podría facilitar cobertura aérea en este último frente, donde se necesitaría por otra parte el envío rápido de tropas de refuerzo aliadas. Los aviones norteamericanos del ala de combate estacionada en Torrejón no operarían desde esta base, sino que serían trasladados, según el desarrollo de los primeros días de la guerra, a aeropuertos en Italia o Turquía. La base de Morón se considera de reserva y la de Rota podría albergar de nuevo los submarinos nucleares que fueron trasladados hace unos años a la de Holy Loch, en Escocia. En cuanto a Zaragoza, su utilidad esencial hasta ahora ha sido el servir de entrenamiento a toda la USAFE, o fuerza aérea norteamericana en Europa.

El peligro italiano

La península italiana y la isla de Sicilia, que dividen el Mediterráneo en dos cuencas, fueron ya esenciales en el desarrollo de la segunda guerra mundial y lo serían de nuevo en un hipotético conflicto en el Mediterráneo. Con sus bases navales en Nápoles, Sigonella (Sicilia) y Maddalena (Cerdeña); sus aeropuertos militares en Aviano, cerca de Trieste, y San Vito del Normanni, al lado de Brindisi; y sus tropas de tierra estacionadas en Camp Darby (Livorno) y Camp Ederle (Vicenza), además de las instalaciones de alarma encuadradas en el NADGE (NATO air defense ground environment), las fuerzas norteamericanas en Europa del sur tienen Italia como eje básico para sus operaciones en el Mediterráneo.

De ahí la alarma que cundió en el Congreso de Washington hace unos años, cuando parecía que la opción eurocomunista de Enrico Berlinguer podría llevar al partido comunista italiano al poder. Especialistas del comité de Asuntos Exteriores hicieron entonces varios estudios sobre las alternativas

EE UU pugna por mantener su posición en el Mediterráneo

posibles para las bases norteamericanas ante un hipotético gobierno hostil en Italia y, tras descartar Francia, Libia y la isla de Malta, señalaron Túnez como "la única alternativa potencialmente utilizable". El posterior desarrollo de la política interior italiana ha alejado por el momento estas preocupaciones de la administración estadounidense, que se inquieta ahora mucho más por las dificultades potenciales en España y, en Grecia.El primer ministro socialista Andreas Papandreu, que llegó al poder en octubre de 1981 tras una campaña electoral en la que criticó con dureza a la Comunidad Económica Europea y a la OTAN, se refería así recientemente a las bases norteamericanas en Grecia: "Constituyen una limitación de nuestra soberanía nacional y no sirven los intereses de nuestra defensa, sino los intereses de EEUU en el área".

La base naval de Suda Bay y la aérea de Heraklion, ambas en la isla de Creta, son las principales instalaciones norteamericanas en el Mediterráneo oriental y sirven tanto de apoyo a la VI Flota como de centros de alarma y espionaje electrónico. Además, existe el importante aeropuerto militar de Hellenikon, cerca de Atenas, y la estación de comunicaciones de Nea Makri, conectada con las de España, Italia y Turquía. Por otra parte, se conoce la existencia de aproximadamente una decena de instalaciones secretas en el norte del país, cerca de las fronteras con Yugoslavia y Bulgaria.

Las negociaciones sobre estas bases de la muerte, como las llama con frecuencia la Prensa griega, están siendo difíciles y tienen como telón de fondo los conflictos entre Grecia y Turquía sobre Chipre y el mar Egeo. Papandreu insiste en que la amenaza para su país no viene del norte, sino del este, y pide importantes contrapartidas, tanto económicas como militares, para "hacer frente a la amenaza en el Egeo".

Apoyo a las dictaduras

Pero tras la caída del régimen del shah y la consiguiente pérdida de sus instalaciones de vigilancia electrónica en el norte de Irán, Norteamérica necesita de manera primordial mantener sus, por lo menos, veinticinco estaciones de escucha en Turquía, junto a la frontera soviética, además de otras bases militares, como la naval de Iskenderun o la aérea de Izmit. La naturaleza dictatorial del régimen del general Kenan Evren no ha causado problemas en las relaciones entre Ankara y Washington. Los norteamericanos negociaron ventajosamente ya en los primeros años cincuenta la obtención de facilidades en España y Portugal con las dictaduras de Franco y Salazar y mantuvieron relaciones cordiales con los coroneles griegos, algo que Papandreu reprocha ahora a Washington y a la OTAN.

Las exigencias de los socialistas griegos hacen cada vez más difícil para Estados Unidos mantener su deseada postura equidistante entre Grecia y Turquía. La ayuda militar de Washington prevista para el próximo año fiscal concede 930 millones de dólares a Turquía, lo que supone un importante incremento, mientras que la destinada a Grecia se mantiene en 282 millones. Se rompe así, además, la proporción de siete a diez que los griegos venían pidiendo en la ayuda norteamericana a su país y a Turquía. En Ankara se considera desfavorable esta proporción, dadas las diferencias demográficas y de volumen de los efectivos militares.

Papandreu pide, además, un control efectivo de los militares griegos sobre las bases en suelo heleno y a principios de este mes manifestaba ante el grupo parlamentario socialista que "la inspección del comandante griego sobre las bases es totalmente inútil. El comandante griego sólo tiene responsabilidad para los asuntos administrativos del personal griego".

La reciente visita a Atenas del primer ministro soviético, Nicolai Tijonov, primera realizada por un jefe de gobierno de la URSS a Grecia, y el consiguiente acuerdo de cooperación económica y técnica firmado por los dos países, ha sumado un nuevo elemento de tensión a las ya difíciles negociaciones sobre las bases y Papandreu ha advertido en varias ocasiones que "no dejaremos que estas conversaciones se eternicen".

El citado informe del Congreso de Washington apuntaba ya las dificultades que podría encontrar el despliegue militar norteamericano en el Mediterráneo cuando daba como previsible que, a causa de las situaciones políticas internas, los derechos y facilidades concedidos a las fuerzas estadounidenses se vean estrictamente limitados en el futuro a situaciones relacionadas con la OTAN. Además, señalaban los congresistas, es probable que estas instalaciones cuesten cada vez más caras a Estados Unidos en ayuda militar y económica para los países que albergan las bases. Por ello, el informe recomendaba "el desarrollo de una capacidad independiente de suministros y reabastecimiento por mar y aire que permita a las fuerzas armadas actuar donde sea necesario sin caer en controversias políticas con los gobiernos aliados y amigos".

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