La voz de la sangre
Hay comedias que repiten los mismos planteamientos años tras años, título a título, sin que el me nos atisbo de originalidad se entrevea por parte alguna, ni aunque la anécdota de estas películas parta de una situación dramática nueva; su desarollo, su tesis, su humor, conectan miméticamente con filmes anteriores.En el caso de Soy tu hija, ¿te acuerdas? es probable que ello se deba a la personalidad de su guionista, Neil Simon, autor previo de una buena serie de comedias dulzonas e intranscedentes (La chica del adiós, Plaza Suite, California suite, aunque entre ellas destaque positivamente El prisionero de la Segunda Avenida) cuya única virtud suele residir en cierta modernización de los personajes respecto a los moldes de las comedias conservadoras de los años veinte o treinta. Ahora se exprensan en términos más procaces o hacen el amor con mayor libertad, pero su filosofía última se inspira también en la necesidad de mantener el orden familiar, las convenciones, lo de siempre.
Soy tu hija, ¿te acuerdas?
Director: Herbert Ross. Guión: Ned Simon. Fotografía: David Walsh. Música: Marvin Hamlisch. Intérpretes: Walter Matthau, Ann Magret, Dinah Manoff, Lance Gest, Lewis Smith. Comedia. Norteamericana 1982.Local de Estreno Azul.
Un fracasado escritor de Hollywood (que espléndidamente interpreta Walter Matthau) recibe inopinadamente la visita de su hija (pizpireta Dinah Manoff) a la que no ve hace dieciséis años, desde que la abandonara a la edad de tres junto a su madre y a un hermanito que el escritor desconoce. Este encuentro perturbará, como es de prever, la vida cotidiana del escritor que debe dejar de fingir una seguridad que realmente no tiene: ni en el trabajo, ni en el amor, ni en sus ideas, goza de una serenidad suficiente.
La familia es la familia
Largas conversaciones y algunos momentos que no acaban de encontrar su gracia van desarrollando lo que el espectador imagina que va a ocurrir. Y puestos a imaginar ya se sabe que el escritor acabará añorando a esta hija que desconocía y a la que recibió con tan mal talante. Todo continuará igual sólo en apariencia: aquel padre cansado sentirá ahora más cariño por su eventual amante (una muy sobria Ann Magret) y disfrutará de un contacto emocional con aquella familia a la que no quiso pero que le sigue recordando con afecto: la familia, después de todo, es la familia. Al menos, para Neil Simon.La seguridad narrativa de Herbert Ross tiene aqui una nueva ocasión de mostrarse, aunque, en ocasiones, tanta seguridad le autorice a unir entre sí planos que difícilmente pueden ser unidos sin que la imagen chirrie. La profesionalidad de todos cuantos intervienen en la película otorga a ésta el carácter sólido que es propio de los productos de Hollywood. Lástima que la solidez no nazca del talento.
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