Ronald Reagan pone fin a la estrategia del reformismo que permitió la caída de Somoza
La llegada triunfal. de Ronald Reagan a la Casa Blanca, en enero de 1981, marcó un giro casi inmediato en la política exterior de Estados Unidos hacia Centroamérica. Una de las primeras medidas de la nueva Administración fue suprimir la ayuda a Nicaragua. Un país donde había sido posible derrocar al dictador Anastasio Somoza, gracias a tres factores capitales: Ia presión popular de los sandinistas, el apoyo de la Iglesia y el beneplácito de la Administración norteamericana que, por entonces, julio de 1979 dirigía el presidente Jimmy Carter.La estrategia de "reformismo" en Centroamérica acabó con el acceso a la presidencia de Ronald Reagan. Se agudizó la guerrilla en El Salvador, excluyendo toda posibilidad de solución negociada, se acentuó la radicalización del aislado régimen sandinista en Nicaragua, se montó todo un esquema de intervención directa norteamericana en Centroamérica, capaz de desencadenar situaciones de guerra en una zona del mundo considerada por los especialistas latinoamericanos de la Administración Reagan como "la tercera frontera" de Estados Unidos. Un "coto", en definitiva, donde Washington no está dispuesto, a tolerar "aventuras" que puedan poner en peligro sus intereses en la región.
Hoy, Estados Unidos da ayuda militar a Honduras, El Salvador y, de manera más velada, a Guatemala. Lo acompaña del envío de "consejeros" militares, la tolerancia de grupos paramilitares antisandinistas y anticastristas en Florida, junto con dotaciones para operaciones encubiertas de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) en Centroamérica. Hoy, la Administración Reagan acusa repetidamente a la Unión Soviética de "utilizar" a Cuba y Nicaragua para el estímulo y apoyo de los movimientos guerrilleros. Hoy, la Administración Reagan incrementa las "presiones" para un derrocamiento de los sandinistas en Nicaragua.
El reciente viaje del presidente Ronald Reagan por la zona, con fugaces encuentros en San José con los presidentes Alvaro Alfredo Magaña (El Salvador) y Luis Alberto Monje (Costa Rica), así como las reuniones en San Pedro Sula con los presidentes Roberto Suazo Cordova (Honduras) y Efrain Ríos Montt (Guatemala), marcaron el apoyo de Reagan a la "línea firme" en relación con Centroamérica. Junto a las promesas de un tímido programa para el desarrollo de la zona del Caribe y Centroamérica, netamente escaso, con sus 350 millones de dólares y libre acceso de una serie de productos al mercado norteamericano, para erradicar el principal problema de los veintidós países del área: el subdesarrollo.
Cómo defender la 'frontera' centroamericana
"Tenernos pruebas", dicen en la Embajada de Estados Unidos, en Honduras, "de que continúa el suministro de armas a la guerrilla en El Salvador a través de Nicaragua". Reconocen, sin embargo, que el "flujo" ha disminuido. Sin que por ello hayan también aflojado las presiones norteamericana contra el Gobierno sandinista en Nicaragua.
Considerar que la guerrilla en El Salvador "depende" del suministro de armas procedentes de Nicaragua, es un criterio un tanto simplista para la mayoría de observadores de la temática centroamericana. Más "peligroso" para Estados Unidos es el ejemplo de Nicaragua, que, con sus, aspectos positivos y, también, negativos, demuestra que son posibles los cambios sociales en Centroamérica.
Para contrarrestar en Centroamérica lo definido por la Administración Reagan como "terrorismo", el Consejo Nacional de Seguridad, bajo control directo del presidente de Estados Unidos, aprobó, hace un año, un "programa de acción" para Centroamérica que permite a la CIA los contactos con medios antisubversivos, junto a la dotación de casi veinte millones de dólares y movilización de unos quinientos hombres.
Comenzó la potenciación de los ejércitos con envío de material y .consejeros" a El Salvador (81 millones de dólares) y Honduras (87 millones de dólares). Crecieron las tensiones en la frontera entre Honduras y Nicaragua, con neto apoyo de Estados Unidos a los grupos antisandinistas, formados, principal mente, por ex guardias somocistas.
Con todo lujo de detalles, el semanario Newsweek publicó, en noviembre último, un reportaje titulado "Guerra secreta para Nicaragua", sin que ningún alto funcionario de la Administración Reagan haya puesto en duda los datos de la revista norteamericana. La publicidad del asunto, los cambios en la dirección del Departamento de Estado (dimisión de Haig y llegada de Shultz), junto a las dudas de los estrategas del Pentágono de que puedan ganar una guerra abierta en Centroamérica, colocaron de relieve las divisiones de la Administración Reagan a la hora de "defender" la frontera centroamericana. Pero no ocultan los temores por la situación en la zona y el riesgo. de que pueda "contagiarse" al poderoso y problemático vecino mexicano, este sí con frontera real de más de 3.000 kilómetros con Estados Unidos.
EE UU no tolerará una 'segunda Cuba'
Mientras las armas dejan oír su ruido y continúan sumando víctimas (unas 30.000 en El Salvador), Ronald Reagan prometió a su paso por Centroamérica "el rechazo del uso de la fuerza para la solución de los conflictos bilaterales, la interferencia en los asuntos internos de otros países y la imposición violenta de ideologías y sistemas extraños rechazados por las sociedades democráticas".
Un "lenguaje", el de Reagan, que se volvió contra su propia estrategia -la intervención de aprobar la Cámara de Representantes de Estados Unidos, por 411 votos a cero, una propuesta del congresista demócrata por. el Estado de Massachussetts, Edward Boland, contra "las guerras secretas" de la CIA en Centroamérica. Aunque en unos términos ambiguos que dejan plena libertad a la Casa Blanca para continuar la cooperación militar bilateral con los Gobiernos de la zona.
Si, en lo militar, las aguas parecen entrar en una fase de calina, quizá previa al temporal, en lo político, Washington descarta toda posibilidad de negociación con Cuba (considerada como el "foco de la subversión") y estrecha el cerco sobre el Gobierno de Nicaragua. "La fórmula para la paz y la seguridad en Centroamérica pasa por el, acuerdo de San José", dijo Reagan en Costa Rica. Negociaciones sobre conflictos fronterizos, no intervención, apoyo a la democracia y estímulo del desarrollo económico, forman el eje de los compromisos de San José, concluidos el pasado mes de octubre por los dirigentes de Centroamérica, con excepción de Nicaragua.
Desde el Departamento de Estado, George Shultz, en aras de una "política más sofisticada" hacia Centroamérica, afronta a los defensores de una intervención "camuflada", como el general Vernon Walters o el subsecretario para Asuntos Latinoamericanos, Thomas Enders. Sin embargo, tanto para unos como otros, el objetivo es el mismo: aprovechar el momento "histórico" considerado como momento "histórico" para un cambio de dirección en Nicaragua, antes de que se convierta en una "segunda Cuba", ubicada en el mismo continente y a riesgo de contaminar la zona. Para evitarlo, a Administración Reagan no parece dispuesta a reparar en gastos, sobre todo los de índole militar.
El 'portaviones' hondureño
Para evitar la extensión de la guerrilla e intimidar al Gobierno sandinista, la Administración Reagan potencia a Honduras como futuro portaviones de la frontera en Centroamérica, explica el corresponsal de EL PAI S en Estados Unidos, que recientemente visitó la zona.
"Lo que más necesitamos no son armas, sino ayuda para desarrollo", dice Amílcar Santamaría, portavoz del Gobierno de Honduras, mientras el avión Number One de las Fuerzas Aéreas norteamericanas aterriza en el aeropuerto de San Pedro Sula (Honduras) para una escala de cuatro horas. Suficientes para que Reagan que de impresionado de los logros de la democracia en Honduras que preside Suazo Cordova, bajo la batuta vigilante de los militares, y haga elogios de la integridad del dictador guatemalteco, Ríos Montt.
En principio, la escala de Honduras, el pasado 4 de diciembre, no estaba prevista dentro del periplo presidencial de Ronald Reagan por Latinoamérica. Se incluyó, a última hora, como un gesto de Washington hacia ese país centroamericano, considerado como vital para la estrategia de EE UU en Centroamérica.
En Tegucigalpa, los problemas que acucian al Gobierno de Roberto Suazo Cordova, el primer civil que llega al poder tras ocho años de Gobiernos militares, son de toda índole. Debe afrontar la caída de los precios de las materias primas producidas por Honduras (café, banana y madera), mientras la deuda exterior supera los mil millones de dólares, cifra muy importante dadas las dimensiones de un país entre cuyos récord figura el de contar con la población más pobre del hemisferio americano, después de Haití.
En lo político, Suazo Cordova debe moderar su actuación ante la influencia preponderante del jefe de las Fuerzas Armadas hondureñas, el general Gustavo Adolfo Alvarez, firme partidario de combatir la subversión con la fuerza, y de coordenar el potencial de los ejércitos de Honduras, Guatemala y El Salvador.
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