Lukashenko logra aplastar a la oposición bielorrusa tras las protestas multitudinarias de 2020
El mandatario, que ostenta el poder desde hace 31 años, culminará este domingo casi un lustro de represión sistemática. “No voy a tirar mi vida en la cárcel por salir a la calle”, dice una antigua manifestante
Aleksandr Lukashenko no olvida que hace casi cinco años, en el verano de 2020, estuvo a punto de ser destronado del poder que ostenta desde 1994. Los cientos de miles de bielorrusos que protestaron contra el fraude electoral en los comicios de aquel año todavía temen que el servicio secreto, el KGB local, les identifique en alguna imagen. “Grabaron todo, siguen rastreándonos, son años de limpieza sistemática”, cuenta a este periódico uno de los manifestantes que protestaron contra Lukashenko. “No hay un día que no detengan a más gente. Vives con el miedo de que un día se presenten en tu puerta”, añade. Casi un lustro después nadie espera protestas tras las elecciones presidenciales de este domingo. Sus líderes están en la cárcel o en el exilio, como miles de bielorrusos más.
Bielorrusia es un país “muy tranquilo” y Minsk una ciudad “muy cuidada”, según repiten las personas a las que se pregunta. El centro de la capital está plagado de cafés y la vida discurre con normalidad siempre y cuando no se hable de política. Este es el gran activo político de Lukashenko. A cambio, eso sí, de aniquilar la libertad de expresión. Los ciudadanos son conscientes de que expresar una palabra que no guste al régimen puede suponer la cárcel.
“Hay más de 1.200 presos políticos, entre ellos el candidato que era más popular, Viktor Babariko; las detenciones continúan y el Gobierno prohíbe la existencia de medios bielorrusos independientes. Estas elecciones no serán justas ni libres”, enfatiza por teléfono desde el exilio Iván Kravtsov, secretario ejecutivo del Consejo Coordinador de la Oposición Bielorrusa.
Las elecciones comenzaron el pasado 21 de enero con el voto anticipado, aunque los resultados no se conocerán hasta la noche del 26. El disidente califica estos comicios como un “test de choque” del régimen bielorruso para comprobar su control del país, pues las protestas de 2020 “fueron una sorpresa para Lukashenko, Rusia y Europa”. Y agrega que tendrán un efecto psicológico sobre la población: “Muchos bielorrusos sentirán que este domingo es el final de la etapa abierta en 2020″.
Kravtsov admite que Lukashenko se ha apuntado una victoria al forzar a sus rivales al exilio: “Los héroes de 2020 pierden relevancia a los ojos de los bielorrusos porque el tiempo pasa y no tienen capacidad de influir. Al ser declarados terroristas, seguirles es peligroso, y la gente ahora solo intenta sobrevivir”.
“No voy a tirar mi vida y la de mi familia en la cárcel por salir a la calle con un cartel”, dice Olya, profesora y madre de tres niños. Esta mujer se manifestó en 2020, pero hoy teme incluso que la vean hablando con un periodista acreditado en el centro de Minsk. “Todo está tranquilo, ¿qué más se puede decir?”, ironiza nerviosa al preguntarle sobre la situación del país.
“La gente tiene miedo, solo habla en la cocina, como en los tiempos soviéticos”, afirma por teléfono Pavel Sapelko, abogado de la organización defensora de los derechos humanos Viasná, cuyo director, el Nobel de la Paz Ales Bialiatski, también ha sido encarcelado por el régimen bielorruso.
“La represión va a continuar tras las elecciones”, lamenta Sapelko. Su ONG ha identificado al menos a 3.720 ciudadanos condenados hasta ahora por participar en las manifestaciones de 2020, aunque miles más han sido investigados.
“No quiero hablar, es peligroso”, responde una joven que ha parado a fumar en un paseo céntrico de la capital. Muchos otros bielorrusos se excusan: “Tengo prisa” y “estoy esperando un taxi, le queda poco”, son las más comunes.
“Es mejor no hablar mucho”, afirma otro hombre de unos 40 años. “Ahora es en cierto modo menos peligroso andar por la calle porque han limpiado a toda la oposición y no nos vigilan igual”, añade con un suspiro antes de lamentar que muchos de sus familiares y amigos han sido forzados a huir de su hogar.
En las condiciones políticas de Bielorrusia es imposible sondear cuál es el apoyo real de Lukashenko, aunque tiene sus partidarios. Y a diferencia de sus detractores, a nadie le importa decir su nombre cuando no hay miedo.
“¡A la mierda la oposición! Aleksandr Grigórievich nos garantiza la paz y la tranquilidad”, declara con vehemencia Stanislav, natural de Kiev y mediana edad. “Aquí se permite todo, ¿no te han dejado entrar a ti?”, suelta.
“Yo votaré a Lukashenko. Estoy en contra de un Maidán, de revoluciones sangrientas, yo estoy en el lado de las elecciones legales”, apunta por su parte Angélica. Esta pensionista se ríe al preguntarle si las elecciones del domingo serán limpias. “¿Y en tu país? Los poderosos persiguen sus intereses y la gente sencilla ya tiene bastante con sus propios problemas. Lukashenko nos garantiza estabilidad. Mira esta calle, está tranquila, toda la gente es igual, opositores o del Gobierno, no se ve qué pasa por sus cabezas”.
A las elecciones de este domingo se presentan Lukashenko y cuatro candidatos más, todos aprobados por el propio presidente y que han sido acusados por la oposición de teatralizar los comicios para envolverlos con un simulacro de veracidad.
Una de ellos es Hanna Kanapatskaya. Se presentó en 2020 y rechaza emprender cualquier tipo de protesta contra el mandatario. “Propongo reformar el sistema a una república parlamentaria y negociar la amnistía o el indulto de todas las personas que participaron en los eventos de 2020″, responde a EL PAÍS en un solitario piquete en Minsk al preguntarle cuáles son sus grandes objetivos este domingo.
Kanapatskaya descarta llamar a los bielorrusos a protestar si este domingo se descubren fraudes electorales como en los comicios de 2020. “Si mi participación en esta campaña no es tan productiva como espero, entonces me prepararé para las elecciones de 2030″, asevera la candidata, que también evita responder qué medidas tomaría si el gran valedor de Lukashenko, Vladímir Putin, le empuja a participar directamente en la invasión de Ucrania. “Las posibilidades son mínimas, debemos dar gracias al actual presidente porque impidió la participación de Bielorrusia en estas acciones militares”.
A pesar de todo, la candidata cuenta con el apoyo de algunos opositores que todavía están en el país. Por ejemplo, del expreso político Serguéi Vozniak, líder de un partido comunista que fue liquidado por el Gobierno. “Kanapatskaya es la única alternativa demócrata”, señala en una cafetería junto a Angélica, también colaboradora de la candidata.
“No ganará el domingo, está totalmente claro, pero nos permite tener un certificado del Gobierno para realizar mítines y otras actividades políticas por todo el país”, explica Vozniak.
“Nuestros dos objetivos principales son recuperar la comunicación con los bielorrusos y lograr la amnistía de todos los opositores”, afirma el político, consciente de que existen numerosas líneas rojas en la entrevista que no debe traspasar para evitar la cárcel. “Ahora te detienen por dar un me gusta en redes sociales, pero esperamos que se suavice el Gobierno después de las elecciones si no hay protestas. Entonces podremos trabajar para un cambio de rumbo”.
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