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Crítica:CINE /'LA AUDIENCIA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La llave de la Iglesia

Un hombre quiere hablar con el Papa. Cada vez que lo intenta, es rechazado por un complejo aparato burocrático nacido para detener a personas como él. Nadie sabe qué quiere decirle, pero el problema existe por tener algo que decir.La red policial le controla, le observa, le reprime... El hombre jamás verá al Papa, nunca le hará su pregunta. Aunque incluso muere en el empeño, el Vaticano se salva. Nadie opina; nadie habla.

En su largo caminar va descubriendo las entretelas de sus represores: muchos de ellos se citan en casa de Aiché (Claudia Cardinale), reposo de los guerreros del Vaticano; otros reciben en su casa a exaltados militares que organizan comandos para defender la cristiandad, algunos se reúnen en elegantes restaurantes donde brindan por quienes pasan hambre en el mundo, mientras en algunos modestos conventos hay frailecillos que protestan por su mala alimentación al tiempo que reivindican el nombre de Mao y una mínima libertad sexual...

La audiencia

Dirección: Marco Ferreri. Guión: Ferreri y Rafael Azcona. Fotografía: Mario Vulpiani. Música: Teo Usuelli. Intérpretes: Enzo Jannaci, Ugo Tognazzi, Claudia Cardinale, Michel Piecoli, Vittorio Gassman, Alain Cluny. Drama. Italiana, 1971. Local de estreno: Cedaceros

La experiencia del devoto protagonista recuerda a la de El castillo, de Kafka, y a él se refieren numerosas veces en los diálogos de la película. Para Ferreri (y Azcona, su guionista), la corrupción de los príncipes de la Iglesia no difiere de la denunciada por el escritor checo. La impenetrabilidad del Vaticano depende de las fuerzas de seguridad; su inmovilismo está a buen recaudo mientras funcionen los sistemas de control. No hay respuestas porque no pueden hacerse preguntas.

Pocas veces se ha rodado una película de tanta fuerza denunciadora como la filmada por Marco Ferreri en 1971. Por eso ha tardado tantos años en llegar a las pantallas españolas; hay que felicitarse, pues, de que, aunque tarde, tengamos oportunidad de conocerla. Pero esos once años no han favorecido a la película. Hoy, tras conocer otros trabajos de Ferreri (La grande bouffe, La última mujer, Ordinaria locura ... ), se puede imaginar que el director hubiera eliminado ya gran parte del aire discursivo de La audiencia para dejar en mayor libertad su admirable humor corrosivo.

La semejanza dramática (y no estética) que a veces establece con El proceso, de Orson Welles, le obliga en La audiencia a narrar con excesivos detalles los encuentros y desencuentros de su protagonista, quizá con menos imaginación de la que solicita hoy el espectador que admira su espléndida filmografía. No se trata, por supuesto, de creer que lo que Ferreri denunciaba en La audiencia haya perdido vigencia. Sólo que el propio autor ha progresado en su narrativa durante este tiempo y ahora sería incapaz de narrar las entrevistas del pobre hombre que quiso. ver al Papa en un tono tan monocorde. La sonrisa fluye poco durante la proyección, y la indignación que motiva su argumento se agota con rapidez.

De cualquier forma, La audiencia revela de nuevo la consistencia de uno de los directores más interesantes de nuestro momento. Pocos tienen su valor.

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