1983 será un año crítico en las relaciones Este-Oeste según los ministros europeos que asisten a la reunión del Consejo Atlántico

El próximo año 1983 será el más difícil desde la segunda guerra mundial, no sólo a causa de la crisis económica internacional, sino también del despliegue de los euromisiles y de su efecto en las relaciones Este-Oeste. Esta opinión, expresada ayer en Bruselas por el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Claude Cheysson, refleja bien la preocupación de los ministros europeos que asisten, en la capital belga, a la reunión de otoño del Consejo Atlántico.
Los europeos, Cheysson incluido, volverán a reafirmar hoy, en el comunicado final, su compromiso de instalar a finales de 1983 los primeros Pershing 2 y Cruise si no se llega a ningún acuerdo con la Unión Soviética en Ginebra. La política de firmeza recibe en este sentido el apoyo tanto de Estados Unidos como de sus aliados de este lado del Atlántico. La unanimidad acaba ahí, según se pudo apreciar ayer en la OTAN, porque los europeos estiman que Washington debe declararse dispuesto a negociar un compromiso distinto al de la opción cero, repetidamente rechazado por Moscú.Richard Burt, el presidente del comité consultivo aliado que estudia las negociaciones de Ginebra, expuso oficialmente la posición norteamericana: la opción cero es una propuesta "seria y efectiva", y los estadounidenses están dispuestos a tomar en cuenta cualquier propuesta seria soviética, pero dentro de dicho objetivo de destrucción de todos los SS-20 soviéticos (339 ya instalados) a cambio de la no instalación de los euromisiles.
Los europeos, por boca de distintos ministros, intentan buscar soluciones intermedias que les permitan, a fines de 1983, presentarse ante sus respectivas opiniones públicas con algún logro. El ministro danés, presidente de honor del consejo, afirmó que el Consejo Atlántico debía "subrayar" que está dispuesto a proseguir y mejorar el diálogo con el Este y a dar a esas relaciones un impulso nuevo y equilibrado. Ellemann-Jensen pidió que: la OTAN haga un llamamiento a la Unión Soviética para que dé alguna señal, y prometió que los europeos se mantendrían "muy atentos" para evitar que esa nueva señal "se les escape".
Europa espera un 'gesto' de Moscú
La misma actitud mantuvo el ministro italiano, Emilio Colombo, para el que la Alianza Atlántica debe mantener abierta "toda ocasión de diálogo realista" con la URSS. Su colega alemán, Hans Dietrich Genscher, expresó también su esperanza de mantener y proseguir la política de distensión, pese a todas las dificultades existentes, pero afirmó que "corresponde ahora mover a Moscú" y que la alianza debía mantener una atenta actitud de "esperar y ver".El secretario de Estado norteamericano, George Shultz, que asiste por primera vez a una reunión formal del Consejo Atlántico, planteó a sus aliados una de las principales preocupaciones de la Administración Reagan: revisar y coordinar la estrategia económica de Occidente. Washington se duele aún del fracaso de la cumbre de los siete países más industrializados, celebrada el pasado verano en Versalles, y quiere que antes de la próxima cumbre se logren "progresos sensibles" en esta vía.
Pese al tono generalmente apacible de Shultz -un hombre, se gún sus colaboradores, que no aprecia mucho las reuniones grandes ni los comunicados finales-, la presión norteamericana se expresó con toda claridad. Tanta que Cheysson salió al paso declarando a la Prensa que "no porque se sienten a la misma mesa a la hora de comer, los siete tienen derecho a imponer al mundo su puntos de vista". Cheysson afirmó que no le gusta la palabra liderazgo aplicada a ningún país, Estados Unidos incluido. El enfrentamiento quedó ahí, pero parece difícil que se logren acuerdos importantes antes de la próxima cumbre industrial, prevista para la primavera de 1983.
Los alemanes tienen además unas elecciones en puertas, aun que ello no impedirá que intenten actuar de mediadores.
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