Decisiones decisivas

( ... ) Frente a la simple política de gestos del último Gobierno de UCD y las vacilaciones, indecisiones y tendencias contrapuestas de los hombres del anterior equipo económico, la rapidez y contundencia con la que el nuevo Gobierno socialista ha afrontado el incómodo trance de devaluar la peseta y poner en marcha una serie de medidas complementarias -cuyo vértice se apoya en una contundente elevación del coeficiente de caja de la banca- resulta, en cierto modo, un primer signo externo del cambio.La decisión de modificar a la baja el tipo de cambio de la peseta ni ha sido inesperada ni puede calificarse de sorprendente. La fórmula utilizada, a través de la televisión -antes que en una rueda de Prensa- y el porcentaje, sí ofrecen, por el contrario, aspectos para interpretaciones de todo tipo. Era evidente que la pérdida de competitividad de la economía española con respecto a las de los países con los que más directamente nos relacionamos hacía inevitable una flotación sucia, que situara a la peseta en su verdadero valor, sin pérdida de divisas para mantener una cotización artificialmente alta, o bien aconsejaba una devaluación formal que zanjara la especulación y el compás de espera. Una decisión de este tipo estaba en el aire desde hace unas semanas ante unas expectativas razonables de que el nuevo Gobierno adoptase una medida que el anterior no quiso tomar, para compensar el deterioro de la situación y facilitar los primeros pasos de la política económica del Ejecutivo entrante.

Las primeras reacciones de los sectores más afectados por la decisión del Gobierno han sido de respaldo generalizado, en buena medida por la lógica y el realismo de la medida, pero también, en cierto modo, por una cierta admiración ante la rapidez con la que la decisión ha sido adoptada

7 de diciembre