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La CEE, preocupada por el futuro de sus relaciones comerciales con Norteamerica

Soledad Gallego-Díaz

Los representantes de la Comunidad Económica Europea (CEE) en la reunión ministerial del GATT han regresado a Bruselas con un éxito en su palmarés, pero tan preocupados, o más, que cuando se fueron. Están contentos porque han logrado mantener una unidad que ni ellos mismos suponían tan estrecha, y porque no han realizado una sola concesión importante frente a las presiones norteamericanas. Preocupados, porque la reunión ministerial de Ginebra no sólo no ha aplacado la cólera estadounidense, sino que la ha aumentado.En los próximos días, los europeos deberán poner en juego todas sus dotes de viejos diplomáticos para evitar que la crisis con Estados Unidos se convierta en una guerra comercial de consecuencias incalculables para todo el mundo. El próximo día 10, el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, acompañado por el secretario de Comercio, Malcolm Baldrige, y por numerosos expertos comerciales de su país, abrirá en Bruselas una ronda de negociaciones bilaterales con la CEE, de la que pueden depender muchas cosas para Europa.

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Durante los cinco días que ha durado la reunión de Ginebra, los negociadores de la Comunidad Económica Europea han intentado disipar la imagen de rico egoísta que se atribuye a Estados Unidos en todos los foros internacionales. Algo difícil de conseguir ante los países terceros en vías de desarrollo, contrarios, como Estados Unidos, a la política de subvenciones a la exportación agrícola que mantiene, contra viento y marea, el Mercado Común.

Solidaridad interna

La gran victoria de la CEE ha sido, a los ojos de la Comisión Europea, la extraordinaria imagen de solidaridad interna que ha presentado en Ginebra. Todo el mundo sabe que Francia y la República Federal de Alemania, apoyadas por el Reino Unido, mantienen dertro de la Comunidad posturas muy diferentes en cuanto se refiere a los apoyos que debe recibir la agricultura europea. Para Bonn y Londres, la Política Agrícola Común (PAC) es excesivamente cara e impide el desarrollo de otras políticas comunitarias.

La reunión del GATT ha dejado claro, sin embargo, que una cosa es intentar reducir algo los costes de la PAC y otra muy distinta poner en peligro su auténtico fundamento: la política de subvenciones a la exportación. -"La verdadera lección de Ginebra", afirma un alto funcionario comunitario, "es que los diez están unidos cuando se atacan los cimientos de: la Comunidad". Nadie en la CEE correrá el, riesgo de aceptar una negociación con Estados Unidos, que puede suponer, a medio plazo, la destrucción pura y simple de lo que ha costado tantos años construir. Ni tan siquiera el Reino Unido, que a la hora de discutir la PAC en Bruselas es un crítico feroz.

Una vez establecido el principio, la cancha queda abierta para las discusiones internas de los diez. A la hora de negociar en bilateral con Estados Unidos, la unidad de la CEE no será tan monolítica en los aspectos concretos. Bonn, por ejemplo, no aprecia la actitud radical que ha adoptado en Ginebra el ministro francés Michael Jobert y predica una mayor comprensión hacia los problemas estadounidenses. Washington -declara un funcionario alemán- ha pasado en pocos meses por dos tragos duros: levantar las sanciones contra las empresas europeas que participan en la construcción del gasoducto soviético y firmar un acuerdo que, aunque las reduce, sigue permitiendo a los diez exportar acero en cantidades considerables al mercado norteamericano. Aun sin aceptar una renegociación de los acuerdos de Tokio para la agricultura, no conviene tampoco dar la impresión a Estados Unidos de que Europa es intratable.

'Arrebato' norteamericano

Los europeos temen un nuevo arrebato norteamericano: que la Administración Reagan cumpla sus amenazas de lanzar sobre el mercado agrícola internacional sus excedentes, subvencionándolos "al modo europeo". Una decisión de este tipo tendría consecuencias enormes, que no podrían ser corregidas fácilmente sobre la marcha: los precios se derrumbarían y los fondos financieros de la Comunidad serían insuficientes para hacer frente a la ruina de tantos, agricultores europeos.

"Si los americanos quieren empezar una guerra no podremos impedirlo", afirma un alto funcionario de la Comisión, "pero antes de desencadenarla deben saber que los diez no pueden echarse atrás y aceptar que se discuta el fundamento de la PAC. Para los expertos de la CEE, la mejor garantía de que Washington no dará ese primer paso es el hecho de que las consecuencias de una guerra de este tipo pueden ser también muy duras para Estados Unidos. Europa es, finalmente, el mejor cliente de los productos agrícolas norteamericanos, y la balanza comercial entre la CEE y Estados Unidos en este capítulo es favorable a Washington. Francia ha dibujado ya la línea de defensa, pidiendo que se moderen las importaciones de soja, maíz y otros productos destinados a forraje. El Reino Unido, la República Federal de Alemania y Holanda se han opuesto, pero, una vez desencadenada la guerra, nadie sabe qué haría exactamente para proteger sus mercados en una época de crisis como la actual.

Los europeos se asombran de la capacidad de Japón para mantenerse al margen de los enfrentamientos comerciales que envenenan las relaciones entre las dos riberas del Atlántico. Tokio, que debía haberse sentado en Ginebra en el banquillo de los acusados por las características impenetrables de su propio mercado interno, ha logrado abandonar la sesión ministerial de su propio mercado interno, ha logrado abandonar la sesión ministerial del GATT sin un solo rasguño. Pero la CEE no ceja en su empeño de reequilibrar, aunque sea ligeramente, sus relaciones con Japón.

Hasta el momento, la RFA y la propia Comisión Europea han logrado imponer su criterio de proseguir el diálogo con Tokio, sin adoptar en castigo medidas proteccionistas del Mercado Europeo, tal y como quiere Francia, apoyada por Italia. En el próximo Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de los diez, la Comisión presentará una serie de propuestas para convencer a Japón de la necesidad de abrir las propuestas francesas para que se negocien acuerdos de autolimitación de exportaciones japonesas en los sectores de televisión en color, material de alta fidelidad, relojes de cuarzo, maquinaria electrónica y aparatos de vídeo. Italia añade a la lista las motocicletas. Bonn, La Haya y Copenhague se siguen oponiendo porque estiman que se abriría la puerta a nuevas medidas proteccionistas que pueden volverse contra ellos mismos.

En cualquier caso, todos los expertos de la CEE, sea cual sea su nacionalidad, coinciden en su análisis de fondo: 1983 va a ser un mal año para el comercio internacional. La crisis económica no tocará fondo, al menos, hasta el segundo semestre, y el fantasma del proteccionismo se aparece cada vez más en todos los rincones del mundo.

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