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Laín Entralgo, elegido director de la Real Academia de la Lengua por amplia mayoría

El sucesor de Dámaso Alonso se define como 'un amante de la palabra'

El médico y académico Pedro Laín Entralgo fue elegido ayer director presidente de la Real Academia de la Lengua por amplísima mayoría -veinticuatro votos sobre veintisiete-. Defendido en la sesión por Antonio Tovar y Alonso Zamora Vicente, el sucesor de Dámaso Alonso en el sillón presidencial de la primera institución cultural del país tuvo palabras admiradas y cariñosas para su antecesor, y se declaró "apesadumbrado con la responsabilidad que ha caído sobre mis hombros. Yo que no soy un filólogo, sino, en palabras de Unamuno, un logófilo, un amante de la palabra". En la misma sesión fueron reelegidos como tesorero y vocal Antonio Buero Vallejo y Julián Marías.

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Un defensor de la democracia

"Ahora", dijo el director electo, tan pronto terminó la sesión, "tengo que salir de este sentimiento de pesadumbre y responsabilidad y volver a mí mismo". Pedro Laín Entralgo, que ya ha recibido los plácemes de Dámaso Alonso, reunía en su persona los datos contados a la Prensa una hora antes por el académico Carlos Bousoño: un personaje con valía científica reconocida y talante universal, -"y, si además es un creador, mejor que mejor"- que no tenga la edad límite de 78 años, y que alcance mayoría simple, al menos, en la votación. Dentro, detrás del zaguán de los gabanes, comenzaba el ritual de la elección.El vestíbulo habitualmente frío del edificio de la Real Academia de la Lengua, se llenó de periodistas ayer hacia las siete de la tarde, y volvieron, como cada vez que hay votaciones en la casa de los inmortales, las cábalas y las apuestas, esta vez del puro rumor, porque a la dirección de la Academia no hay candidaturas: se presentan todos o mejor, no se presenta nadie.

Llega Gerardo Diego, que, según sus propias palabras, "hacía mucho que no venía, porque he estado algo enfermo, pero a una cosa tan importante como la de hoy no podía faltar". Los periodistas le hacen corro alrededor: un corro inútil porque el poeta se mantiene en su habitual discreción un poco tímida. "No sé nada". Parpadea y entra a la sesión.

Salen Julián Marías y Martín de Riquer, pero se escapan por los pasillos mientras la Prensa se entera, por el propio interesado, de que Prados Arrarte, que hoy estrena Academia, no podrá votar porque le faltan cinco sesiones aún, según los estatutos, para entrar en el censo de votantes. Hoy, un censo largo: faltan Dámaso Alonso, que ya dijo que "no volvería a pisar la casa hasta que no hubiera nuevo presidente", Camilo José Cela, Aleixandre, Fernández Ramírez, Alarcos Llorach, García Gómez y Luca de Tena. En total hay 28 asistentes, de los que votan 27. Alrededor de las ocho de la noche, sale presuroso Joaquín Calvo Sotelo, que anuncia que ya hay director y quién es. Se sabrá enseguida que tres sufragios han ido a Fernando Lázaro Carreter. El resto, una mayoría realmente abrumadora, al nuevo director, Pedro Laín Entralgo. Se han confirmado en sus puestos, los otros dos cargos cuestionados para relevo hoy, con lo que Antonio Buero Vallejo sigue siendo el tesorero y Julián Marías, el vocal adjunto a la comisión de administración.

Y ya cuando termina la sesión, poco antes de las 8.30 de la noche, comienza una rápida conferencia de prensa con el nuevo cargo de la Academia. Sonríe Laín, un poco pálido y siempre cordial. "Yo no tengo la autoridad de un lingüista: por eso me apesadumbra el cargo, demasiado pesado, que los académicos han puesto sobre mis hombros".

Cuando se le pregunta a quien recuerda en este momento habla de "los dos directores que he conocido en la Academia, Menéndez Pidal, que me dió el acta de académico, y que la dirigía cuando entré, y Dámaso Alonso, querido amigo, un director inolvidable, un poeta, un crítico y un filólogo, una figura de las que entran pocas en un siglo".

Define el papel de la Academia, "que recoge el uso lingüístico y lo incorpora al diccionario", el de los medios de comunicación, "que son responsables en buena parte de la buena salud de la lengua", y el estado de la propia lengua, "que está llena de vitalidad y, como todos los seres vivos, padece de vez en cuando ligeros malestares...".

Antonio Tovar sale de la sala inmediatamente detrás, con Luis Rosales, y Julián Marías. Ninguno de los tres pueden ocultar su satisfacción. También sonríe mucho Gerardo Diego, que sale con cara de misión cumplida, y en general todos parecen contentos.

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