Ignorancia y realidad del trasplante de riñón
Precisamente, la vigente norma sobre trasplantes persigue el bien común mediante la solidaridad entre los ciudadanos que constituyen la sociedad, que han de cooperar a la conservación de la vida humana de sus miembros como un todo integrador de las vicisitudes del comportamiento cotidiano, resuelto en un gran porcentaje en los quirófanos. Esta ley, debatida en el Congreso de los Diputados por los representantes de todas las fuerzas políticas, tiene raíces democráticas, y en ella se respeta la libertad, la intimidad, la voluntad y el credo religioso de la persona humana, estableciendo unas normas a nivel de los países más avanzados.En el planteamiento de la técnica quirúrgica de trasplantes aparece, por un lado, el de la necesaria conservación del órgano entre el momento de su extracción y el de su implantación, y por otro, la elección del donante.
Los órganos no permanecen viables y utilizables más que un tiempo determinado desde que han dejado de ser irrigados por la sangre. El riñón tiene un límite de 45 minutos a 37 grados centígrados, de veinticuatro horas a cuatro grados centígrados y un máximo de 48 horas bajo una solución fría de líquido intracelular.
La elección del donante está relacionada con el fenómeno de tipo biológico conocido con el nombre de rechazo, ya que las dificultades quirúrgicas de anastomosis o conjunción de vasos están totalmente superadas en los trasplantes de riñón. Como la rapidez e intensidad del rechazo dependen de la diversidad genética del donante, suelen distinguirse los siguientes tipos:
Trasplantes sin reacción inmunológica de rechazo:
- El autotrasplante, en que el donante es también receptor del órgano.
- El isotrasplante, entre gemelos monovulares.
Trasplantes con diversidad genética:
- El homotrasplante, entre individuos de la misma especie, con las modalidades entre individuos vivos o de cadáver humano a sujeto humano.
- El heterotrasplante, entre individuos de especie distinta, es decir, de un animal a un ser humano.
En consecuencia, se trata de hallar al donante de mayor semejanza antigénica, aunque, además, se suele recurrir a técnicas preventivas, unas veces físicas (rayos X o irradiaciones iónicas de cobalto) y otras químicas, que se denominan inmunodepresoras. Tanto la legislación citada como la deontología médica tienen previsto que no exista ambigüedad alguna en la determinación de la muerte clínica como acto formal previo a la maniobra de extracción del órgano. Por ello, sólo son autorizados a trasplantes los centros que cuentan con posibilidades, tanto médicas como quirúrgicas, idóneas.
En suma, el respeto debido a un cadáver no debe llegar a constituir un obstáculo para la noble finalidad de salvar una vida humana.
Por parte del receptor, está claro que precisamos su libre consentimiento a la operación; pero qué duda cabe que, en caso de tratarse de una operación necesaria para la preservación de su vida, la negativa habría de considerarse suicidio. La libertad del paciente, por tanto, quedará relegada a determinar una posible actitud psicótica, infantil o de minusvalía psíquica, que se resolvería por la responsable decisión de sus representantes legales.
Entre todos los trasplantes de órganos, el de riñón debe destacarse como el de resultados más halagüeños y el de perspectivas cada vez más positivas en la experimentación de la ciencia médica.
De los 10.555 trasplantes de riñón que se realizaron en distintos países por un total de 233 equipos desde 1968 a 1972, más de un 50% obtuvo un resultado favorable. En 1979, los resultados positivos alcanzaban ya el 85% de los casos.
Hoy día, la mayor parte de los intervenidos pueden reintegrarse a su trabajo habitual, y algunos quedan capacitados para contraer matrimonio. En cuanto a los afectados de rechazo, no sufren peligro extremado, ya que se denota el proceso por síntomas específicos y, en último término, se recurre al riñón artificial hasta un posterior trasplante.
Planteamientos morales
Los españoles hemos permanecido anclados en conceptos o principios morales basados en pautas de comportamiento de las generaciones predecesoras. Esta actitud y el aislamiento a que hemos estado sometidos han frenado nuestra capacidad de comunicación y de intercambio de valores sociales, mientras que en otros países avanzados se desarrollaba un clima favorable, primero, y una decisión irrevocable, después, a la donación de riñones para trasplante.
En primer lugar, ha quedado determinado como errónea la calificación de mutilación al acto de suprimir el órgano en el cuerpo del donante, ya que no se le destruye, sino que va a continuar viviendo en el sujeto receptor.
En segundo término, se considera que, si se alaba y justifica la heroica donación de la propia vida en favor del prójimo, debe admitirse moralmente la donación de una sola parte del organismo en favor del hermano necesitado.
Por último, se concluye que, si el órgano es parte del todo individual humano, esta unidad se caracteriza por la finalidad espiritual de persona esencialmente abierta a la comunión con las demás personas.
Con independencia de su encuadre legal -claro y actual-, de la constante operatividad en la investigación clínica y de la licitud moral del trasplante, es preciso que el pueblo entienda la donación no ya sólo como un gesto noble y generoso hacia el prójimo, sino también como un tributo del hombre a la sociedad y un reconocimiento a la solidaridad humana, que da fe del individuo como dimensión integrada en el grupo social que lucha por la supervivencia de los valores de la especie.
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