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Banca Catalana controla uno de los principales grupos industriales de España

Xavier Vidal-Folch

El grupo Banca Catalana participa en siete sociedades que facturan en torno a los 10.000 millones de pesetas anuales o cantidades superiores: Explasa, Torras Herrería, Corberó, Roca Radiadores, Aiscondel, Montefibre y Nurel. Otras grandes empresas con instalaciones en Cataluña tienen el poder decisorio final en la sede del Instituto Nacional de Industria (INI) de la madrileña plaza de Salamanca (Seat, La Maquinista y Enher) o en los edificios centrales de grandes multinacionales (Motor Ibérica, Bayer Hispania, Basf, Hoechst, Nestlé, La Seda de Barcelona e Hispano Olivetti). Queda un último grupo de grandes firmas (FECSA, Cooperativa Agropecuaria de Guissona, Codorniu, Cervezas San Miguel, Catalana de Gas, Hidroeléctrica de Cataluña, Focsa, Cros, Térmicas del Besós, Asland, Camp, Compañía de Industrias Agrícolas, Catalana-Occidente y Nutrexpa), en su mayoría autóctonas, si bien el control de algunas está mediatizado por importantes participaciones de la gran banca española. Si el saneamiento y reordenación de los bancos industriales del grupo Catalana, Banco Industrial de Cataluña (BIC) y Banco Industrial del Mediterráneo (BIM), desemboca en la desaparición o en la transferencia geográfica del control de la mayoría de sus empresas participadas, el resultado final de la ilusión de los fundadores del grupo de reconstruir una estructura económica industrial propia, habrá sido un fiasco, aparte de su ruina personal, sellada ya en la reciente reducción de capital, casi a cero, aprobada por la reciente junta de accionistas de Banca Catalana. El proceso de provincianización económica de Cataluña avanzará rápidamente. Se trata de un proceso ya iniciado y que tiene su dato fundamental en la pérdida de un punto anual en la aportación catalana al Producto Interior Bruto español, que ha descendido del 25% a menos del 20% en pocos años, fenómeno debido a que la crisis económica general ha incidido con más fuerza en las economías fuertemente industrializadas, en beneficio relativo de las regiones intermedias, como han demostrado los últimos informes del Banco de Bilbao sobre la renta provincial.

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Soluciones posibles

Sin embargo, los actuales responsables del grupo bancario han quitado hierro al asunto afirmado que "las participaciones industriales no son el principal problema" del grupo bancario. En palabras de Juan Antonio Ruiz de Alda, secretario general del Fondo de Garantía de Depósitos y presidente del consejo de Banca Catalana, "de las pérdidas totales, las industriales no representan más de la cuarta parte". Su idea, hasta el momento, es "estudiar caso por caso y salvar todo lo que pueda ser salvado", mediante absorciones, fusiones o ventas de activos, aunque todavía no ha trazado un diseño definitivo para el grupo industrial.

Un esquema de solución que se baraja en medios financieros barceloneses, sobre todo para el BIC se concreta en la reducción de las inversiones inmobiliarias a su mínima expresión, la centralización de la red en dos oficinas únicas (Barcelona y Madrid), lo que abarataría sus costos de transformación, y la definición de su función como un banco de crédito a medio plazo para la mediana y gran industria, financiado por bonos de caja, pagarés de empresa y letras avaladas. Con el saneamiento, debería reducirse a dimensiones más modestas, y en su capital podrían estar representadas tanto instituciones privadas (desde cajas de ahorro hasta empresas concretas, compañías de seguros y otras entidades) como públicas (ayuntamientos, Diputación y Generalitat).

Los polígonos industriales

Lo cierto es que los mayores desequilibrios del grupo proceden de la política de expansión bancaria (ver EL PAIS del 7 de noviembre pasado), de las operaciones cruzadas entre las entidades del grupo y de las participaciones inmobiliarias, en mucha mayor medida que de las industriales. ¿Cuál es el origen de unas y otras?.

En cuanto a las inversiones inmobiliarias -ver detalle en recuadro adjunto-, éstas se realizaron en buena parte durante la década expansiva de los años sesenta y primeros setenta. En una época de boom de la construcción, se realizaron rápidas plusvalías, que sirvieron para hacer frente a las crecientes necesidades de recursos, exigidos por una estrategia de crecimiento rápido del grupo, muy superior al de la media de la banca española. A partir de 1974-75, en que diversos movimientos populares incidieron efectivamente en la paralización de ciertas urbanizaciones superintensivas y en que empezó a declinar el sector de la construcción, la actividad especulativa que antes había servido de palanca de expansión y válvula de seguridad, se convirtió en un pesado lastre de cargas financieras.

De tan graves o peores consecuencias financieras fue la entrada del BIC en el mundo de la promoción directa. de polígonos industriales, una de las actuaciones que más se alejaban de la estricta operativa bancaria. Obedecía a la idea sustentada por el fundador del grupo y su dirigente efectivo máximo por aquella época, Jordi Pujol, de que la banca debía asumir funciones que los poderes públicos no sabían o no querían realizar: se intentaba ejercer una labor sustitutoria o premonitoria de la que en el futuro debería desarrollar la institución política autonómica. Esta labor se saldó en este campo con fuertes reveses, mientras que en otros aspectos, por ejemplo los de fomento de la cultura catalana, el grupo se ganó la simpatía de las fuerzas de oposición y el recelo de los sectores políticos y económicos dominantes.

Industrias participadas

En cuanto a las participaciones industriales, el fenómeno de crisis ha sido más común al de otros bancos industriales. El BIC fue constituido por 1.700 accionistas, en su mayoría industriales, el 25 de junio de 1965, al amparo de la legislación sobre banca industrial. En breve el grupo Banca Catalana ostentaría el 15% del capital y su control, que en 1980 se tradujo en el 60% de las acciones. Su aspiración, como reflejaban los eslóganes de la época, era la de convertirse en El gran industrial de Catalunya, lo que fue consiguiendo merced a la compra de participaciones de diversas empresas, generalmente cifradas en torno a un 20% de sus capitales.

Pronto adquirió protagonismo en buen número de sectores productivos: siderurgia, química y plásticos, infraestructura, alimentación... Pronto también las voces críticas señalarían, con deje caricaturesco, pero no exento de alguna base, su ambición de convertirse en una suerte de INI privado catalán.

La verdad de su trayectoria es que el BIC fue más prudente en la expansión industrial a partir de la crisis. En 1975 había adquirido ya la mayor parte de participaciones con las que ahora cuenta. La última adquisición importante, un paquete del 6% en Roca Radiadores, que fue una buena compra, la cerró hace seis años. Pero fuese por una mala gestión o enfoque inicial de las empresas o por las repercusiones de la ola recesiva, o por ambas causas, el caso es que a partir de la segunda mitad de la década de los setenta muchas industrias participadas empezaron a caer en barrena. Algunas hubieron de ser liquidadas, después de haber creado al grupo cuantiosas pérdidas, como fue el caso de la cervecera Cervasa, de la constructora Cidesa -la que construyó el polígono de Bellvitge, también participada por el BIM-, de la firma de venta por correspondencia Mail, y de los Astilleros Jofré, de Mataró.

Calidad de los activos

En otros casos, el banco apostó por el futuro, casi siempre acompañado por otras entidades financieras, al considerar que se trataba de sectores estratégicos y de empresas con expectativas de viabilidad a plazo medio. Eso fue lo sucedido en la química del sector plásticos Aiscondel, o en la firma de electrónica Telesincro, industrias donde acudió a sendas ampliaciones de capital. Muchas otras empresas se han sometido a procesos de reconversión -en ocasiones con ayuda oficial, como La Farga Casanova, Torras Herrería o el grupo Corberó-, acbmpafíados de reducciones de plantillas. A más de una le es imposible generar fondos para devolver siquiera los intereses de los créditos concedidos por el banco. La calidad de estos activos industriales del BIC no es uniforme. Unas empresas tienen beneficios. Otras registran pérdidas. Las más han sufrido o están aplicando procesos de saneamiento, con la expectativa, en clave optimista, de generar cash flow positivo o ligeros beneficios a medio plazo. Seguramente es significativa al respecto la marcha de las seis grandes del BIC (Nurel está en la órbita del BIM). Dos de ellas, Montefibre Hispania y Roca Radiadores, arrojan resultados positivos, mientras las otras cuatro están en situación intermedia.

Los beneficios de Roca

Montefibre Hispania es la tercera empresa del ranking textil español. Con 650 trabajadores, produjo el año pasado 65.000 toneladas de fibra acrílica en su factoría de Miranda de Ebro, facturando un total de 9.813 millones de pesetas. Acogida al plan de reconversión textil, su situación es positiva. El BIC participa con un 17% del capital desde hace muchos años, siendo el resto propiedad de la firma italiana Montefibre.

En mejor situación aún está la Compañía Roca Radiadores, con fábricas de aparatos de saneamiento, aire acondicionado y calefacción, en Barcelona, Sevilla y Madrid, que facturaron en 1981 por valor de 19.899 millones de pesetas, generando un beneficio neto declarado de 294 millones. Ostenta la mayoría la familia Roca. El BIC y el Banco Atlántico poseen pequeñas participaciones en su capital.

La participzición del BIC en el grupo Corberó asciende al 20%. Las tres empresas del grupo, Corberó, Domar-New Pol y Nueva Bru, fabrican electrodomésticos de la línea blanca (neveras, lavadoras, lavavajillas, cocinas y calentadores), con una facturación anual de 17.000 millones de pesetas. Acogidas al plan de reconversión del sector, que: se está aplicando a fondo, sus directivos esperan para 1983 obtener unos primeros resultados positivos. En la empresa de plásticos Aiscondel, que ingresa anualmente 1.2.000 millones, la participación del BIC ascendía en 1980 al 15%, porcentaje idéntico al que tenía Banesto. La Caja de Ahorros de Zaragoza ostentaba el 3%, y la norteamericana Monsanto, el 67%. En. noviembre de 1980 suspendió pagos, con unas deudas de 12.443 millones de pesetas. Poco después, el socio mayoritario extranjero se retiraba, quedando en manos de cada uno de los dos bancos, perjudicados por la suspensión, un 48%, y un 4% en poder de la caja. En 1981 se llegó al convenio de acreedores, estando ya liquidadas las deudas de los pequeños proveedores, mediante quitas. Desde hace dos años, la empresa se está reestructurando, ha reducido la plantilla de forma no traumática y prevé para 1983 un cash-flow positivo, pese a la depresión del mercado en toda Europa, que depende de la demanda de la automoción y la construcción, sectores ambos en baja.

El BIC participa también, con un 15% del capital, en Torras Herrería y Construcciones, con la que mantiene una amplia operativa bancaria. Se trata de la empresa madre del grupo siderúrgico constituido por Tycsa, Rivière, Altos Hornos de Cataluña, Camedsa y Suministros Roviralta, cuya producción conjunta, en acerías de productividad internacional, supera anualmente los 30.000 millones de pesetas. Tycsa y Rivière ofrecen resultados positivos y Torras, simplemente, un cash flow favorable, a causa de las amortizaciones de un proceso inversor de 7.500 millones en los últimos años. La modernización de instalaciones y la reciente reconciliación de los socios, así como las ayudas de 3.000 millones aprobadas por la ejecutiva del plan de reconversión de los aceros comunes, son los puntos fuertes del grupo, mientras que su punto débil estriba en el gran descenso del mercado siderúrgico mundial.

Cambio de signo en Explasa

Finalmente, la otra gran empresa vinculada al BIC -de la que ostenta el 18%- es Explotaciones Agrícolas y Ganaderas Ausona (Explasa), que a su vez participa en Industrias Cárnicas Cordobesas, en la firma donostiarra Frigoríficos Jaizkibel y en Productora Tocinera, de Balenyà. La sociedad matriz factura 12.600 millones anuales, producto de su explotación de granjas de cría y selección de ganado porcino, y de un importante matadero industrial. Esta empresa, que venía generando importantes beneficios durante largo tiempo, ha tenido pérdidas en los dos últimos años, que espera recuperar en 1983, año para el que ha previsto una ampliación de capital y la reorientación de algunas de sus actividades.

Las restantes participaciones industriales del BIC figuran en cuadro adjunto. Su tónica es similar a la de las seis grandes, repartiéndose entre las que generan beneficios, las que mantienen un equilibrio relativo y las que ocasionan pérdidas.

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