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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apunte de un amor frustrado

Bajo el seudónimo de Valentina se oculta la primera parte de la versión de Crónica del alba, la novela que Ramón J. Sender escribió con nostalgia en 1942. Desde las perspectiva del exilio, el autor aragonés reconstruyó la biografia de su imaginado José Garcés, niño valiente y soñador que muere, ya adulto, tras la guerra civil, en un cambio de concentración. Dicen sus estudiosos que Sender volcó en Crónica del alba gran parte de sus propios recuerdos y emociones.La película recoge la primera parte de la novela, la que precisamente se llama Crónica del alba: narración del despertar amoroso de un chico poeta y aventurero que arriesga su seguridad por vivir junto a Valentina, niña rubia, ingenua y rebelde, que comparte ese amor.

Valentina

Director: Antonio José Betancor. Guión: Lautaro Murúa, Antonio J. Betancor, Carlos Escobedo, Javier Moro. Fotografía: Juan A. Ruiz Anchía. Música: Riz Oriolani. Intérpretes: Jorge Sanz, Paloma Gómez, Anthony Quinn, Saturno Ferra, Concha Leza, Marisa de Leza, Eusebio Poncela. Española. 1982. Drama. Local de estreno: Avenida.

Antonio Betancor ha dirigido la película con sensibilidad, cuidando la planificación, los ambientes y los actores con un mimo inteligente que hay que aplaudir. Cuenta con un guión que hereda la poética de Sender, aunque se escape con frecuenza por senderos muertos que alargan innecesariamente la brevedad de la anécdota.

Las peripecias infantiles de Pepe Garcés no se limitan al campo amoroso. La vida familiar le condiciona, le atormenta, le reprime. Una familia española, ultramontana y estéril, que Sender sitúa en 1911, pero que prolonga su mentalidad hasta nuestros días. Y el cura, profesor del protagonista -sin que el guión explique por qué- y único que entiende que tras su vehemencia se esconde el talante de una persona impar. Impar para ser héroe, santo o poeta, las tres únicas ramas que su mentalidad de cura acepta. El niño Garcés, sin embargo, accede a una visión surreal en la que los santos, poetas y héroes del pasado se definen como pobres hombres.

Jorge Sanz interpreta al niño protagonista. Es un actor eficaz, convincente, brillante, como ya ha demostrado en varias películas anteriores. Su capacidad de comunicación supera a la de los adultos que le acompañan en el reparto, aunque ninguno de ellos resuelva mal su cometido. La niña Paloma Gómez, nueva en el cine, tiene encanto y naturalidad. La segunda parte ya no contará con sus presencias. El niño Garcés se habrá convertido en un adolescente que debe interpretar otro actor.

¿Para cuándo esa segunda parte? Quizá dos productores no han acertado al dividir en el cine lo que sólo es divisible entre división. Entre otras cosas, porque se arriesgan a una explotación muy breve de Valentina, que, estrenada ahora, probablemente no esté en cartel más que el tiempo que nos separa de los días de Navidad. Algo común a casi todo el cine español: las multinacionales tienen organizados ya sus estrenos navideños y sólo en los casos en que los productores españoles tengan suficiente fuerza para discutir se logrará mantener nuestro cine en cartel. Las demás películas desaparecerán, tengan la carrera comercial que tengan. Conviene, pues, que el espectador lo sepa, porque debe apresurarse a ver las películas españolas que le interesen; casi todas tienen los días contados: lo han decidido así desde los despachos de Londres y Los Angeles.

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