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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dario Fo como histrión

Un gran histrión. La vieja palabra ha tenido una serie de derivaciones familiares y de lenguaje de oficio por la que se entiende no ya al actor disfrazado, como en la antigüedad, sino al que exagera, ridiculiza, abulta una situación teatral. Este es Dario Fo. Nos ha ido ganando una civilización sobria de gesto, reprimida en su expresión, parca, austera: nos viene con el cine del Norte y con la televisión que lo reproduce. Dentro de ese condicionamiento mental, el gesto y el grito mediterráneos, la ampulosidad del Sur nos parecen de por sí grotescos y caricaturales. Dario Fo toma de ahí su humor tragicómico; incluso lo aleja en el tiempo llevándolo frecuentemente a la Edad Media, donde el disparate y el absurdo formaban parte de la lógica y del sistema de vida cotidiana. Istrión lo exagera, lo ridiculiza más aún con un sentido muy claro: el choque de la noción de lo humano con la estupidez cruel derivada de la autoridad.

Misterio buffo

Escrito, interpretado y dirigido por Dario Fo, con la intervención de Franca Rame. Intérprete: Caría Matteini. Estreno: Teatro Español del Ayuntamiento de Madrid. 11 de noviembre de 1982.

Sólo la voz y el gesto

Trabaja a cuerpo limpio. Un suelto atuendo de calle, un rostro desnudo, ningún decorado. Trabajan sólo la voz y el gesto, algún movimiento corporal. El juglar imita así docenas de personajes. A veces, la voz es sólo onomatopeya: inventa un lenguaje y su tono es suficiente para que pasemos con él de un personaje a otro, de una situación a otra. Un trabajo profesional de primer orden al que se une el atractivo de Dario Fo en las explicaciones previas que da de sus números -muy bien interpretadas por Carla Matteini-. La primera parte está formada por tres parodias: la del campesino que muere de hambre y sueña que se devora a sí mismo; la de Scapin aleccionando a un joven burgués para que entre en sociedad, y la de un ahogado inglés defendiendo a un violador. Son demasiado idénticos entre sí los tres breves actos: parten de la misma onomatopeya y de la misma estructura teatral. La segunda parte es el Mistero buffo propiamente dicho: el núlagro de la resurrección de Lázaro visto como un acontecimiento de feria popular; la Virgen (interpretada por Franca Rame), ante la cruz, y finalmente una parodia del papa Bonifacio, que se encuentra con Cristo.Fo, es deslenguado, fresco, ligeramente irreverente. Más moderado en persona que en el teatro que escribe habitualmente. Hay un aura, un mito Dario Fo que le presenta como un combatiente anarquista que usa de la comicidad: quizá esta actuación personal le muestra como un integrado hasta cierto punto, como un hombre que no pasa de unos valores convenidos. O es que aquí hay demasiada sed de crítica social, de costumbres y de modos de vida establecidos por clases superiores y nos parece que Dario Fo no llega más que a pasarse ligeramente del compromiso. Casi había, un estímulo en las risas del público y en los aplausos a algunas frases para que fuera más allá. Para que rozara el grato escándalo, del cual prudentemente se quedó un poco al margen.

Aun así, risas y aplausos fueron suficientes y justos para premiar una actuación extraordinaria, un verbo cálido y una inventiva parodística muy considerables.

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