El PSOE tratará de articular una nueva estructura cultural del Estado y desplegará una intensa labor legislativa
Articular una nueva estructura cultural del Estado es la gran preocupación de los socialistas cuando, sin tener todavía una decisión clara sobre cuál será la forma administrativa que tome el Gobierno en este terreno, se disponen a tomar el relevo en las conversaciones informativas que, como en otros departamentos, comienzan hoy mismo espectro al Ministerio de Cultura, y que tendrán como protagonistas a la ministra Soledad Becerril y su equipo y, esta vez, a una sola persona, el responsable del programa cultural del PSOE y encargado de realizar la transmisión de poderes, Salvador Clotas.El propio, Salvador Clotas ha explicado a EL PAIS los ejes sobre los que se articulará la política cultural del nuevo Gobierno, que incluyen aspectos legislativos, de infraestructura y presupuestarios -se tiene el proyecto de doblar el presupuesto en lo que se refiere a inversiones-, y que van a responder a los principios que el PSOE expreso en su programa electoral. Y, ya desde el primer momento aparece el área de la cultura como protagonista del programa soocialista de cambio, y no sólo por la importancia pedagógica y propagandística, sino, sobre todo, porque la industria cultural, o mejor, las industrias culturales resultan ser, en la visión del Partido Socialista, un factor de desarrollo potencial para el país, incluso en el orden económico, así como un elemento nada despreciable de salida de la crisis.
Igualdad
Los socialistas aseguran que el nuevo Gobierno prescindirá de todo dirigismo en materia de cultura, limitando incluso los actos de prestigio, para ceñirse a tres grandes objetivos, propios de una auténtica política de Estado: la lucha por la igualdad ante la cultura que pasa por intensificar y descentralizar la oferta cultural fuera de los ámbitos en que ya está, es decir, fuera de los centros de las grandes ciudades; la salvaguarda de la libertad de expresión, y la lucha contra los residuos represivos que aun la amenazan, unida a la potenciación de la creación en todos los terrenos; y la construcción de esa nueva estructura cultural del Estado, que se basa en la descentralización -léase cumplimiento urgente, claro, generoso y bien hecho de la política de transferencias a los organismos autónomos-, pero también en la construcción de una serie de competencias estatales con un papel que excede y que no tiene por qué entrar en conflicto con las competencias autonómicas.En términos generales, las transferencias urgentes y generosas vuelven a dar a la cultura un papel protagonista en la construcción del Estado de las Autonomías, porque es en este terreno, precisamente, donde las diferencias son un caudal a potenciar y a proteger, y porque la cultura vive mejor en los medios descentralizados y pequeños, léase comunidades autónomas, municipios y demás. Por otra parte, el programa socialista, en lo relativo a la cultura, ve los problemas administrativos de esta desde una óptica interdepartamental, de tal manera que en el futuro Gobierno habrán de participar en ella diversos ministerios desde funciones complementarias.
Esta visión no supone una liquidación de la cultura española. En la visión del programa socialista, el Estado tiene papeles y competencias específicas a recoger y a crear. Por ejemplo, el protagonismo de la cultura española fuera de nuestras fronteras, que los socialistas ven en dos frentes fundamentales: el área del castellano -incluida Norteamérica- y la cuenca mediterránea. Competen directamente al Estado las grandes instituciones culturales, las que ya existen y otras a crear, como un Consejo de Cultura, actualmente en estudio, y la necesidad de asegurar la interrelación entre las distintas culturas autonómicas, de modo que la cultura española no sea considerada "ni la suma mera de las de sus regiones, ni una cultura oficial".
Por fin, es competencia del Estado la protección de la cultura española, que se encuentra, como todas las europeas, en mayor o menor medida, en una situación difícil frente a culturas infinitamente más dotadas en tecnología y recursos. Esta defensa contra la colonización cultural, que ha sido denunciada por Jack Lang en Francia y que ha encontrado eco en toda el área del Mediterráneo, donde la penetración de la industria cultural norteamericana es, hasta el momento, menor, será enfocada por el Gobierno socialista sin tomar medidas restrictivas, sino más bien enfocando la política cultural según los sectores, hacia el fomento, y a veces la protección de la producción cultural propia.
En este sentido, menciona Clotas un tema siempre pendiente cuando se habla de política cultural, que es el de la televisión: "Ya no se puede hacer ningún proyecto de extensión cultural ni de protección de nuestra cultura, en ninguno de sus sectores -cine, libro, música, teatro, etcétera- sin contar con la televisión".
Renuncia de los gestos
Todos estos objetivos, y especialmente el hincapié en la extensión cultural dirigida a una mayor igualdad de los españoles ante la cultura, obligan a una política que supone una tácita renuncia a la política de los grandes gestos, que es la que prestigia más a quien la está llevando. Y por otra parte, el programa socialista para Cultura incide en la organización de que se dote al Gobierno para llevar a cabo esta política de Estado.La primera pregunta, actualmente en la calle y todavía sin respuesta, sería si va a continuar existiendo el Ministerio de Cultura. Salvador Clotas, que en este caso habla a título personal, pues la decisión aún no está tomada, declaró que "yo personalmente no me empeñaría en la defensa a ultranza de la permanencia del Ministerio. Este Ministerio, tal como existe, ha sido hecho rápidamente por la UCD y, es un cajón de sastre que representa muy poco en la vida política y cultural del país". Así que, aunque es posible que, por razones pragmáticas, el Ministerio continúe tal cual, su función sería la de concluir las transferencias, en primer lugar, y crear una nueva estructura cultural del Estado.
Esta estructura se presenta en este momento en tres posibilidades: la primera, un Ministerio de Cultura, que sería la actual. La segunda, una secretaría de Estado, dependiente de Presidencia de Gobierno. La tercera, la fusión del Ministerio de Cultura y el de Educación, con lo que Cultura sería una subsecretaría general.
Quinielas aparte
En cualquier caso, y quinielas aparte, los socialistas creen conveniente desplazar de la administración de lo cultural terrenos como deportes, juventud y desarrollo comunitario, actualmente adscritos a Cultura, y en cambio, y aquí habla otra vez Clotas a título personal, "racionalizar un sistema de direcciones generales unitarias, separando algunas que están unidas un poco a la fuerza y creando otras si es necesario: es decir, dotar de una unidad decisoria a cada competencia clásica y típica".Este tema dependería del presupuesto, y ése es, seguramente, el problema central del nuevo Gobierno. Porque el del funcionariado, que también está en la calle, no es tal problema. "Tenemos", dice Clotas, "una Administración poco idónea, pero en la que muchos funcionarios esperan con ilusión la introducción de cambios, entre los que estarían una serie de medidas de especialización y capacitación profesional de ellos mismos".
Babelia
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