"La creación de trabajo es prioridad política del Estado"
"La creación de nuevos puestos de trabajo debe constituir para el Estado una prioridad tanto económica como política", decía ayer Juan Pablo II, en su discurso de Montjuic, dedicado a los trabajadores y empresarios. El Papa tomó la palabra después que un obrero del textil, Victoriano Jofreces Blanco, le hubiera dibujado la crisis económica que azota a la sociedad espafíola, en la que abundan multinacionales que cierran sus puertas en busca de negocios más fáciles y empresarios nacionales que evaden capitales. Cuando pidió a la Iglesia "que no fuera neutral y que tomara opción por los más pobres", una parte del público, compuesta por ex alumnos de colegios religiosos, le respondió con una sonora pitada.Juan Pablo II avisó desde el principio que iba a hablarles del "evangelio del trabajo". El trabajo no es, para el cristiano, una maldición, sino el medio de su realización. El autor de la encíclica Laborem exercens recordó a un público, proclive a aplaudir las llamadas a la laboriosidad de los trabajadores y a silbar las críticas del capitalismo, que "no he dejado de proclamar la centralidad del hombre, su primado sobre las cosas y la importancia subjetiva del trabajo, fundada sobre la dignidad humana". La llamada a la subjetividad del trabajo tiene, para el antiguo profesor de filosofía, una densidad conceptual que implica principio de realización, libertad de autodeterminacion y deber moral. Por eso criticaba el derroche de recursos, en el sector público y privado, y el absentismo laboral. Este punto fue recogido con una gran ovación. El público presente, según explicó el monitor al principio del acto, estaba compuesto por ex alumnos de colegios religiosos, algunos círculos católicos de obreros, parroquias, focolares y la Unión Sindical Obrera.
Parte principal de su parlamento estuvo dedicado al paro, cuya envergadura no apunta a un momento conyuntural, sino a una crisís tan profunda del conjunto del sistema económico que exige, en opinión del Papa, "planificación global y no simplemente sectorial de la producción económica, correcta y racional organización del trabajo y solidaridad de todos los hombres del trabajo". Puesto que el trabajo es un derecho funda mental y el paro acarrea innumerables taras -la inseguridad, la desconfianza en la sociedad y en sí mismos, crisis familiares, droga alcoholismó y criminalidad-, el Papa afirmó que la creación de puestos de trabajo es para el Esta do "una prioridad tanto económica, como política"; y a los trabajadores pidió que renuncien al doble empleo y a las horas extras.
Solidaridad con los más pobres
Mención especial hizo el Papa de los empresarios y ejecutivos, a quienes quiso rendir honor por ser "creadores de puestos de trabajo, empleo, servicios y enseñanza profesional". Tambien a ellos quiso anunciar "el evangelio del trabajo", recordándoles la dimensión moral de la empresa, en virtud el dicho: "el trabajo es para el hombre, y no el hombre para el trabajo. Por consiguiente, también la empresa es para el hombre y no el hombre para la empresa". Pidió que se superara la antinomia entre capital y trabajo, "innatural e ilógica", decía el Papa; que se reconozca la primacía del trabajo, ya que el capital no es más que un conjunto de cosas". Consecuentemente abogaba por el diálogo entre las partes y los acuerdos, aunque fueran parciales, "pero portadores siempre de nuevas esperanzas".
Aunque en este discurso Juan Pablo Il no habló expresamente por un sistema de cogestión, como en su encíclica social, si les dijo que "se haga al obrero consciente de trabajar realmente en algo propio". Con fuerza pedía el Papa a los empresarios solidaridad: "en los tiempos dificiles y duros para todos no se puede abandonar a su suerte a los obreros, sobre todo a los que -como. los pobres, los emigrantes- sólo tienen sus brazos para mantenerse".
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