Haydn o el camino hacia el romanticismo
Una constante dedicación a la enseñanza no impide a Manuel Carra desarrollar su carrera de concertista suficientemente brillante y significativa. Entre las atenciones que la obra de Haydn recibe con ocasión del 250 aniversario de su nacimiento, la de Carra, a través de las sonatas para teclado, resulta tan bella como inteligente y contribuye a difundir una parcela mal conocida del autor de La creación" y Las estaciones.Tanto su concierto de la Filarmónica bilbaína (Lunes de RNE) como su programa para los martes de la Orquesta y Coro Nacionales en el teatro Real evidencian una personalidad singularísima de la generación de los años cincuenta.
Desde el Haydn decorativo y galante de las dos sonatas incluidas en la primera parte (números 13 y 31, en sol mayor y en la bemol) hasta el Haydn más hondo y trascendente de las sonatas 33 y 62 (en do menor y en mi bemol) tocadas en la parte segunda del recital, muchas cosas han cambiado en lo fundamental, aunque muchas otras permanezcan en lo idiomático y estilístico. Se trata de mutaciones ideológicas y, por lo mismo, sustanciales. Si aplicáramos a Haydn el consabido esquema de los tres estilos, nos encontraríamos el primero representado en las dos primeras sonatas aludidas; el segundo, en la 33, y el tercero, en la 62. Si llama la atención la personalidad de los temas en la sonata de la bemol (alguno de anticipado signo brahmsiano), en el caso de la sonata en mi bemol, por contenido, amplitud formal, evolución de su rico lenguaje modulatorio y hasta por la primera escritura instrumental, pisamos ya la tierra beethoveniana y, con ella, el mundo del romanticismo.
Sonata para teclado, de Joseph Haydn
Pianista: Manuel Carra. Teatro Real, 2 de noviembre.
Babelia
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