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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los intelectuales

Lo que no hay ya, en esta democracia, es intelectuales fanáticos. Cuando la gente dice eso que se dice tanto, "esto no es el 36", yo pienso, efectivamente, en el 36: unos estaban en Falange, con el mono tipográfico de Giménez-Caballero, y otros estaban con la URSS, como en Francia los existencialistas y los surrealistas. Hoy, los intelectuales han desfanatizado a las masas, empezando por desfanatizarse ellos.Desde que Sartre decide contar en Tiempos Modernos lo de los campos de concentración rusos, hasta ayer mismo, en que salía de la cárcel de Fidel Castro, tras veintidós años, el poeta Valladares, el intelectual de izquierdas ha ido comprendiendo que la revolución se hace soluble en la Historia, que la revolución es permanente o no es nada, que la revolución hay que interiorizarla (como la religión) y que la revolución no acaba de ocurrir nunca precisamente porque es lo que está pasando siempre. Las revoluciones de día, o las contrarrevoluciones, con cuatro tiros y cuatro mil muertos, se resuelven en seguida en continuismo y burocracia. Ha salido un fascículo con la biografía de Fraga contada irónicamente desde la izquierda. He aquí una frase del Fraga de 1960 "El Movimiento Nacional, que en lo espiritual se orienta a la mejor tradición cristiana, en lo social es progresivo". De esto, como de toda la teoría de la derecha moderna, se deduce subliminalmente que el capitalismo (y más nuestro paleocapitalismo) tiene mala conciencia social. Los socialismos, por su parte, se propusieron en algún momento ofrecer los niveles de confort del capitalismo avanzado y postindustrial.

El modelo de Stalin no era Lenin, sino Roosevelt. Stalin quería ofrecer a su pueblo, sólo a su pueblo ("socialismo en un solo país") los mismos bienes que podía ofrecer Roosevelt al suyo, pero desde la dictadura. Naturalmente, no lo consigue, y, por otra parte, desencanta a los intelectuales del mundo, que sólo tienen como patria al hombre (humanismo) y jamás iban a entusiasmarse con un buen pasar local. Es lo mismo de Monroe en Estados Unidos: "América para los americanos". Dos sociedades de consumo de las que el intelectual queda marginado, porque el intelectual sólo consume libertad, y eso está caro en todas partes. El intelectual español ha vivido con retraso respecto del mundo, en su necesario fanatismo antifranquista, en su Resistencia, y por eso aquí se seguía haciendo socialrealismo en las letras y las artes cuando Brecht hacía distanciamiento; Beckett, Camus, lonesco y Adamov, absurdo; Rauschenberg pop/art, y Kerouac novela ecológica. Este parón fue, quizá, el mayor mal que Franco les hizo a nuestros intelectuales (vivos). Así, la democracia les coge desfanatizados, incluso ácratas (hasta el golpe de Tejero, que les galvaniza políticamente: gracias, Tejero, a ti te lo debemos). La sociedad, que siempre sufre un desajuste respecto de la intelectualidad (o quizá sea a la inversa), esperaba grandes y graves creaciones "comprometidas", después del cuarentaflismo. No contaban con que el intelectual y el artista ya habían vivido largamente su compromiso e incluso su.desfanatización, y se disponían a vacar (como diría Ortega) a sus creaciones personales y hasta egoístas.

Nuestros intelectuales han optado hoy, electoralmente, por socialismos moderantes y desfanatizadores. La Revolución con versal fue la utopía del XIX proyectada en el XX.

Nosotros somos la utopía. Pero hemos interiorizado/cotidianizado la revolución: píldora, sindicalismo, control de natalidad, libertad de expansión, libre utilización de quienes nos utilizan, sexualidad y privacidad. Ya que la revolución no ocurre nunca, que sea lo que está ocurriendo siempre.

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