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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Depuración en Bolivia

LA DEPURACION en Bolivia, después del restablecimiento de una democracia parlamentaria que fue cortada por la violencia en 1980, es más bien una huida de quienes tratan de evitar posibles responsabilidades, que una presión del nuevo régimen. Incluso parece un pacto: el de que los necesarios procesos se inicien después de la huida del país de los culpables. El protagonista del último golpe militar, general García Meza, ha llegado a Argentina acompañado por dos de sus adjuntos, cuyos cargos explican bien la razón de la fuga: el ministro del Interior y el jefe del servicio especial de seguridad. No menos significativos son los huidos a Uruguay, Paraguay y Estados Unidos: uno de ellos, el director general de Investigación Nacional, y otros, los presuntos organizadores de las tristemente célebres unidades paramilitares. Las fuentes de noticias indican que también ha habido una desban dada de fascistas italianos y nazis alemanes: no sólo históricos, sino los mal encubiertos con el prefijo de neo, que sólo representa una misma antigua manera de ser. Algunos de ellos -como Pier Luigi Paglial, que no tuvo tiempo de huir y fue capturado y entregado a Italia-, culpables de actos de terrorismo de extrema derecha en sus países, y amparados por la dictadura boliviana, que utilizaba sus servicios de especialistas. Dicen las mismas fuentes que el Ejército, por sí mismo, está depurando sus filas y dejando sin empleo y sueldo a militares que fueron señalados como los cómplices más directos de los actos de brutalidad y terror durante la dictadura y que, según parece, son tambien culpables de los principales delitos de corrupción en Bolivia: tráfico de drogas, de piedras preciosas y exportación ilícita de capitales. El hecho importante no es el cumplimiento de represalias o de saldos de cuentas sucias: es el de que Bolivia, sus políticos y sus militares, sólo pueden emprender una etapa realmente renovadora y al abrigo de toda violencia a cambio de que desaparezcan de los puestos de mando y de decisión -y, por tanto, de sinuosa desestabilización- los que han sido marcadamente antidemócratas. No parece excesiva la exigencia de que la democracia la hagan los demócratas, de izquierda o de derecha, pero esencialmente demócratas, y que quienes han perpetrado delitos contra una democracia que respondía a la voluntad y a la necesidad de la inmensa mayoría de la nación queden, por lo menos, claramente lejos de cualquier situación de volver a cometer esos delitos, llámeseles políticos o comunes. Es el propio Ejército boliviano el que reivindica su buen nombre no defendiendo ni amparando culpables reconocidos, sino declarándolos indignos de figurar en sus filas. Es una forma de honor. El anuncio de que el Tribunal Supremo de Justicia Militar va a dictaminar todos estos casos y de que el Gobierno va a iniciar un proceso amplio significan que Bolivia ha escogido una posibilidad real de sacar adelante su democracia.

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