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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La congelación es un hielo quebradizo

Pese a que la propuesta de la congelación nuclear ha sido rechazada en votación por la Cámara de Representantes en más de media docena de Estados, que suman una población superior a la cuarta parte del total del país, habrá este otoño referéndum legislativo sobre proposiciones favorables a la congelación.Los partidarios de la congelación mantienen que con ella se reduciría el riesgo de guerra nuclear y se favorecería una reducción más rápida de los arsenales nucleares de la que cabe esperar que se produzca en virtud de las propuestas de control de armamentos del presidente Reagan. Se arguye que la congelación detendría la carrera de armamentos y crearía estímulos favorables a un acuerdo sobre reducción de armamentos por parte soviética. Están equivocados.

Las diversas resoluciones de congelación afectarían a la producción, experimentación y perfeccionamiento de cabezas nucleares, proyectiles y otros medios de lanzamiento. Con eso se pondría fin a cualquiera de los programas actuales destinados a corregir los problemas de la posición estratégica de Estados Unidos creados por la acumulación a -gran escala de armas por parte de la Unión Soviética. Pero la congelación no alcanzaría a determinados proyectos soviéticos con un enorme potencial para trastornar el equilibrio estratégico.

La congelación impediría que por nuestra parte desarrollásemos un proyectil balístico intercontinental con capacidad de supervivencia, pero no eliminaría la amenaza que hace necesario ese esfuerzo. La congelación nos impediría asimismo la fabricación de un moderno bombardero que sustituyese al venerable B-52 y la instalación de proyectiles Cruise sobre los B-52, pero no impediría que la Unión Soviética aumentase aún más su extensa red de defensa aérea convencional, que es una seria amenaza contra nuestra fuerza aérea estratégica. La congelación detendría nuestro proyecto de submarino Trident y también los programas de proyectiles Cruise de lanzamiento submarino, pero no lo haría con programas soviéticos de alta prioridad concebidos para neutralizar nuestra envejecida flota submarina.

Amenaza pan la OTAN

En Europa la congelación permitiría a los soviéticos continuar amenazando a la OTAN con centenares de proyectiles nucleares de alcance medio y, a la vez, estrangulando los planes de la OTAN de despliegue de armas que contrarrestasen siquiera parcialmente las soviéticas.

La congelación obligaría a Estados Unidos a abandonar programas destinados a hacer más seguras las armas nucleares, como, por ejemplo, los que están en marcha para hacerlas menos susceptibles de explosión por errores de manipulación o por accidentes.

El mantener nuestra fuerza. estratégica de disuasión en plena disponibilidad exige ajustes, reparaciones y modernizaciones constantes. La congelación suprimiría todos ellos, es decir, nos dejaría encima todos los problemas acumulados y factores de vulnerabilidad y suprimiría la aplicación de programas esenciales de corrección.

Este problema no afectaría al arsenal de la URSS tanto como al norteamericano. Nuestros dispositivos nucleares son en general más viejos que los soviéticos y muchos de ellos van a cumplir pronto su período de vida útil, mientras que a los de los soviéticos les quedan todavía años. Alrededor del 85% de las cabezas nucleares de Moscú corresponden a dispositivos puestos a punto en los últimos diez años; sólo un 45% de las nuestras se encuentran en dispositivos desplegados en ese período.

La idea de la congelación ignora el dato capital de las armas nucleares: que no son intrínsecamente buenas ni malas. Son buenas si promueven estabilidad y contribuyen a la disuasión, y son malas si van en detrimento de la estabilidad y debilitan la disuasión. La propuesta de congelación intervendría en la carrera de armamentos, dejando a los buenos en el banquillo y sueltos a los malos.

Erosionaría además la capacidad de supervivencia de nuestras fuerzas estratégicas, socavando así la política de disuasión en la que se han fundado todas las administraciones desde la de Harry S. Truman para mantener la paz entre las superpotencias. Esa política ha permitido al mundo vivir con armas nucleares sin verlas utilizadas. Al debilitar la disuasión, la congelación trastornaría la estabilidad de la balanza estratégica y aumentaría con ello la probabilidad de guerra.

La carrera de armamentos

En cuanto a la carrera de armamentos -y subrayo la expresión porque es equívoca-, no es cierto que las cifras- respectivas de armamento nuclear desplegado en Estados Unidos y la Unión Soviética hayan venido creciendo en espiral. A lo largo de los últimos quince años Estados Unidos ha reparado, sustituido y mejorado ciertos dispositivos de armamento nuclear, pero no ha aumentado el tamaño de su arsenal nuclear. De hecho, es menor, en varios cientos de cabezas nucleares, que en 1967. El arsenal soviético ha crecido desde esa fecha en unas 6.000 cabezas nucleares.

Incluso si se negociase y aplicase rápidamente una congelación, más que facilitar impediría una reducción importante de armamentos.

Incentivos para el desarme

Durante los últimos quince años los soviéticos han engrosado sin cesar su arsenal nuclear. ¿Qué incentivos podemos ahora poner en juego que induzcan a la URSS a cortar, digamos, el número de sus proyectiles pesados de base terrestre o de los grandes proyectiles de alcance medio?.

Estados Unidos no tiene ahora proyectiles de ninguno de esos tipos, y hasta que nos propusimos el despliegue de los MX en nuestro suelo y de los Pershing II y los Cruise de base terrestre en Europa, Moscú se negó a discutir en serio sobre tales reducciones. Pero ahora que la URSS está al fin ante la mesa de negociaciones y va a conocer nuestros planteamientos sobre las reducciones, los partidarios de la congelación quieren suprimir los programas que para Moscú constituyen la única razón para estudiar nuestras propuestas de reducción.

Con la aplicación de una congelación la Unión Soviética se encontraría en una posición estratégica dominante. Dos de los tres puntos de apoyo de nuestras fuerzas estratégicas serían vulnerables -los bombarderos y los proyectiles intercontinentales-, y los soviéticos podrían concentrar sus medios en someter a igual peligro a nuestros submarinos. Por esta razón es por la que Moscú quiere la congelación y por lo que nosotros no queremos.

Richard Perle es secretario adjunto de Defensa de Estados Unidos para temas de seguridad internacional.

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