Justo Mocoroa, en 'De aquí y de aIlá', ofrece 50 años de trabajo en busca de la lengua viva de Euskadi
Ha recopilado más de 95.000 fichas de frases y modismos populares
Frente a la fiebre de diccionarios vascos especializados -de física, matemáticas, filosofía o deportes- que recorre los medios vascófilos desde hace unos años, el repertorio o prontuario de Mocoroa no recoge palabras, sino modismos tradicionales o, más precisamente, según la indicación que hace treinta años hizo al autor Julio Casares, secretario entonces de la Academia de la Lengua y autor el mismo de un Diccionario ideológico de la lengua (locuciones).Justo Mocoroa, que acaba de cumplir 81 años, inició su recopilación a comienzos de los años treinta. "Ya de niño", recuerda, "noté la diferencia entre el eusquera que se hablaba en la calle en Tolosa, donde yo nací, y el que oía hablar en el caserío de mi madre, cerca de Beasaín. Desde entonces, me propuse grabar en la memoria las palabras y expresiones de mayor interés que caían en mis oídos". En 1926, Justo Mocoroa realizó un primer trabajo en base a la versión de la Historia Sagrada realizada con el diccionario de Resurrección María de Azcue. Cinco años después comenzó la recogida más o menos sistemática de frases o modismos curiosos encontrados al azar en toda clase de lecturas o escuchados de labios de otras personas, casi siempre gente mayor. "Mi intención", dice, "era recoger la lengua viva de quienes la poseyeron de verdad como expresión de su alma propia".
'Genio y lengua'
En 1936, y bajo el seudónimo de Ibar, Mocoroa editó Genio y lengua, libro que su autor considera como un "grito de alarma sobre el porvenir de la lengua vasca" y que estaría llamado a ejercer una gran influencia en el futuro, aunque seguramente no en la dirección prevista por el religioso escolapio. Su intento de buscar "el genio impensable de la lengua, que escapa a la redes de la gramática, la fonética o la morfología", le llevó, como algo natural, a rechazar la renovación purista encabezada por Sabino Arana a finales del siglo XIX y a tomar como pauta de lenguaje castizo y funcional el labortano clásico de Pedro de Axular, clérigo navarro nacido en Urdax en 1556, párroco de Sara -localidad situada hoy al norte de la frontera pirenaica, pero perteneciente entonces a la misma diócesis que Elizondo o Vera-, autor de Gero (Después), obra de ascética publicada en 1643, que emparenta a su autor con, por ejemplo, fray Luis de Granada.Esta elección relaciona a Mocoroa con la generación que a partir de los años cincuenta, bajo el influjo, decisivo en un primer momento, de Federico Krutwig, y sobre la base de un idéntico rechazo del purismo aranista, tomaría a Axular como paradigma del nuevo impulso de renovación lingüística que desembocaría en el movimiento por la unificación ortográfica d la lengua vasca (eusquera batua o unificado).
Resultado ciertamente no previsto -ni deseado- por justo Mocoroa, que de siempre se ha proclamado contrario al batua, que considera un "invento de laboratorio" que sólo contribuye a "dificultar la lectura gustosa del idioma" por parte de sus conocedores, ya que "a nadie se le hará leer a la fuerza". Ese "genio peculiar de la lengua", a cuya búsqueda ha dedicado su vida Mocoroa, es incontrolable, según él, "esa sinfonía chirriante de vocablos, giros, formas verbales, procedentes de diferentes dialectos y entremezclados en un lenguaje artificial que es hijo del rigorismo y la sistematización, y no del habla vida de la gente.
Los excesos del purismo
Ese "habla viva" del pueblo es lo que ha intentado rescatar el religioso escolapio en su Ortik eta emendik, recogiendo aquellas "frases o giros que por la viveza del vocabulario, singularidad de la sintaxis o belleza estética constituyen un reflejo de la mentalidad colectiva de que son expresión". De ahí su rechazo del purismo, por una parte, y de la unificación, por otra.Nadie podrá negar, ciertamente, los efectos devastadores del purismo de Sabino Arana y sus seguidores, más preocupados por dejar constancia de la contaminación de la lengua vasca por otros idiomas -y, por tanto, de su función simbólica como hecho diferencial- que por el rigor filológico.
Con resultados, en ocasiones más bien ridículos, como el de preferir como más genuinamente vasca la expresión kaia para decir puerto, a la más popularmente usada, portu, ignorando que si es evidente el origen latino de esta última palabra, no lo es menos el origen celta de la primera. De la que también deriva, por ejemplo, la ex presión francesa quai (y, por cierto, utilizándola mal, ya que kai como quai, significa muelle, que es una parte del puerto y no todo él) O el empleo de ajeita por café -para evitar decir kafia-, ignorando que akeita es una yerba que se utilizaba en el país para hacer tisanas medicinales antes de la importación de la famosa semilla de tierras americanas.
Frente a estos excesos, la práctica totalidad de los vascófilos admite hoy el principio, hecho suyo por la Real Academia de la Lengua Vasca en una declaración que en su día fue polémica, según el cual son vascos los términos que han empleado los vascohablantes, independientemente del origen de tales términos.
Respecto a la unificación, si bien es cierto que no pocos de sus más entusiastas impulsores de primera hora se mostrarían hoy dispuestos a reconocer que también se han cometido ciertos excesos maniqueístas en perjuicio de los dialectos, no lo es menos que el principio de la necesidad de una norma común que sirva de pauta para la utilización escrita de la lengua ha acabado por imponerse en los sectores más dinámicos de la sociedad vasca. Como ha explicado el académico Luis Michelena, la crisis del caserío y del campo en general (y también, por cierto, de la institución eclesial) ha significado la desaparición del reducto tradicional de la lengua vasca, que si quería vivir tenía que buscar acomodo en otras instancias, fundamentalmente en los centros de enseñanza. La creciente influencia de la Prensa y los medios de comunicación en general en una sociedad tan evolucionada como la vasca actual no hacen sino subrayar la necesidad de esa norma común que sirva de base, cuando menos, para su utilización escrita.
Polémica unificación
Ello no es óbice para que, a diferencia con lo que fue tendencia dominante entre los renovadores radicales hasta fecha reciente, hoy se tiende a distinguir entre el concepto genérico de lengua escrita y el más restringido de lengua literaria, en el sentido de revalorizar el papel expresivo de los dialectos en las obras propiamente de creación. Se trataría así de hacer compatible la existencia de una norma ortográfica genérica -que sería la enseñanza en las ikastolas y la utilización en la. Administración pública, los medios de comunicación, etcétera- con una cierta flexibilidad en la utilización de las locuciones, vocablos o formas gramaticales propios de cada dialecto en las obras de creación, en las que el estilo literario de cada autor es lo decisivo. El dialectólogo francés Jacques Allières ha dejado claro, por otra parte, que la adopción de una norma ortográfica común no tiene por qué obstaculizar el empleo normal y cotidiano del habla vernácula particular.Más que significativo puede considerarse, en relación a la polémica sobre las vías de afianzamiento de la unificación, el toque de atención que acaba de dar Michelena, unánimemente reconocido como el padre de la criatura en lo que al eusquera batua se refiere, respecto a la incoherencia lógica que supone la actual proliferación de diccionarios especializados frente a lo menguado de la producción creativa, tanto en el terreno científico como en el literario.
Los diccionarios, viene a decir Michelena, deberían ser la consecuencia de la obra, y no su precedente, del mismo modo que Nebrija escribió su gramática en base a la utilización del castellano acreditado por un número suficiente de autores, y no al revés. Todo ello define una determinada política de prioridades.
Sea como fuere, y pese a que su oposición al batua ha mantenido a Mocoroa gravemente incomunicado respecto a las nuevas generaciones de vascófilos, y viceversa, la obra del escolapio guipuzcoano está llamada a ejercer una influencia decisiva en esas generaciones, especialmente en los sectores que comparten con Michelena su preocupación por la actual sequía creativa y la dudosa competencia científica de los epígonos actuales de quienes hace veinte años iniciaron el movimiento por la renovación de la lengua.
Habla del campesino
Uno de los reproches que ya antes de la aparición de su obra ha suscitado el trabajo de Mocoroa es el de la inadecuación de la lengua, fundamentalmente rural, que el rescate para servir como medio de comunicación en una sociedad industrial y crecientemente laica como la vasca actual. Mocoroa responde, citando a Delibes, que se lamentaba no hace mucho de la incomprensión por parte de ciertos medios culturales madrileños respecto a ciertos escritores, como él mismo, considerados alternativamente demasiado preciosistas o en exceso paletos por empeñarse en utilizar el "simple hablar bien y con lenguaje de cualquier campesino de Castilla".Respecto a la posible influencia de la mentalidad clerical en la evolución del eusquera, lo cierto es que tal influencia no sería, en cualquier caso, sino un reflejo de la realidad, tanto pasada como presente, del País Vasco. Baste recordar que no fue sino bien entrado el siglo XIX cuando apareció publicado el primer libro en prosa sobre tema no religioso escrito por un seglar (Ignacio Iztueta). O que del total de los 101 libros en lengua vasca publicados entre 1500 y 1879, 89 sean obras religiosas. O, en fin, el hecho de que todavía hoy no menos de un tercio de los componentes de la Real Academia de la Lengua Vasca sea eclesiástico.
Babelia
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