Los enemigos de la salud del pueblo español / y 2
La postura política de las elites médicas incluye un apoyo a la medicina liberal de mercado, utilizando al sector público para la optimización de sus privilegios e intereses privados. Su modelo de medicina es la del gran maestro experto en una gran enfermedad u órgano (corazón, riñón, etcétera). Su intervención es curativa, meramente encaminada al individuo paciente, y no a la colectividad. Su formación es fundamentalmente hospitalaria. Se presenta cara al pueblo español como el experto en salud. Ultimamente han aparecido voces dentro de este poder médico que se atribuyen el derecho a diseñar la política sanitaria española que el Gobierno debiera ejecutar.A esta postura hay que responder a varios niveles. Uno es que el médico clínico no es experto en política sanitaria. Las facultades de Medicina no enseñan cómo cuantificar, analizar y resolver los problemas colectivos ni de salud ni de enfermedad. Epidemiología, bioestadística, salud y medicina laboral, ambiental, social y mental -todas ellas herramientas de análisis- no se enseñan o se enseñan escasamente en las facultades de Medicina. Ni se enseña tampoco cómo planificar y administrar los servicios médicos y hospitalarios.
El médico clínico español no es experto en salud pública y no tiene ni formación ni, en muchos casos, vocación en salud pública. Su competencia es en un área reducida. La medicina española no es experta ni en salud ni en la resolución de cualquier problemática colectivo, sea de salud o enfermedad. El caso de la colza, así como muchos otros casos, muestran no sólo la ausencia de una infraestructura de salud pública, sino también las limitaciones de la medicina española. Quisiera aquí subrayar que aunque esta elite médica se considera representativa de todos los médicos españoles, yo cuestiono esta representatividad. En realidad, la reforma sanitaria a la que se oponen beneficiaría no sólo a la mayoría del pueblo español, sino también a grandes sectores del estamento médico.
Concepción corporativista
Pero hay otro punto en el que quiero insistir, en respuesta a la exigencia de que fuera aquel poder médico el que planificara la política sanitaria española: esta postura refleja una concepción corporativista del Estado español de clara herencia franquista. En esta concepción, cada grupo de poder controlaría aquella rama del Estado sobre la que domina. Es el Estado corporativista fascista el que aparece sin ribetes en estas posiciones.
Es el pueblo español el que debe decidir, escoger y diseñar su política de salud. Los enemigos de su salud -los intereses industriales, financieros, farmacéuticos, de industrias médicas y hospitalarias y el poder médico- han sido las fuerzas dominantes que han marcado aquella política de enfermedad durante cuarenta años, en que la derecha ha dominado tanto en sus versiones fascistas y franquistas, así como posfranquistas y dudosamente democráticas. Lo que se requiere es que sea el pueblo español, informado por distintas fuerzas, quien defina, diseñe y controle no sólo la política de salud pública, sino también las instituciones en que aquélla se genera, estimula y ejecuta.
Existen muchos ejemplos de mejoramiento de las instituciones médicas cuando se produce la participación y control popular. Por ejemplo, tanto en Suecia como en Cuba, la salud laboral mejoró espectacularmente cuando los servicios de salud laboral fueron controlados por los trabajadores a través de sus comités de empresa. Igualmente en el Chile de Allende los servicios curativos comunitarios, preventivos y domiciliarios mejoraron su eficacia cuando la población controló directamente aquellos servicios.
Esta participación debería darse no sólo a través de sus representantes políticos, sino también a través de formas de democracia directa, con amplia participación de movimientos sociales, tales como sindicatos, asociaciones de vecinos, movimientos feministas y ecológicos, y otros. Es ahí donde tengo que discrepar con el argumento muy poco convincente que se dio por algunas fuerzas políticas representadas en el Consejo de Dirección de Televisión Española a fin de justificar la cancelación del programa La clave.
El argumento era de que no había políticos profesionales de todos los partidos en el grupo convocado. Este reduccionismo que equipara lo político a los partidos políticos debe cuestionarse desde el punto de vista democrático. Así como la medicina es mucho más amplia que lo que los médicos hacen, igualmente la política es mucho más amplia que lo que los partidos y sus profesionales realizan. De la misma manera que es fundamental que se cuestione la monopolización de lo médico por los médicos, es fundamental que se cuestione la monopolización de lo político por los partidos.
Los partidos políticos tienen que jugar un papel clave en la democracia, pero no pueden monopolizar lo político. Lo importante en aquel debate es que las posturas diversas dentro de la medicina estuvieran representadas, y en lo principal lo estaban.
Otros representantes
En realidad, lo que faltaba no eran más profesionales de la política, sino otros representantes, tales como de los usuarios de la Seguridad Social, enfermos de la colza, sindicalistas, así como representantes de otros grupos profesionales, como enfermeras, trabajadores sociales y otros.
A pesar de estas deficiencias, y considerando la urgencia e importancia del tema, el debate sobre la medicina española -uno de los tabúes más sagrados en España- hubiera sido de una enorme vigencia y valor informativo. Por primera vez se hubiera permitido un debate en que las voces críticas podrían haberse oído. El silenciar aquellas voces benefició a aquellos enemigos de la salud del pueblo español que siguen rentabilizando su control no sólo sobre la medicina y la Seguridad Social, sino también sobre los medios de desinformación del Estado español. En un momento en España con oportunidad de cambio, los ciudadanos tienen derecho a esta información y a determinar el modelo sanitario que permita alcanzar los niveles de salud que continúan negándoseles, y que tanto se merecen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.