Un vavero de mariscos de Riazor inaugura el generador eólico de mayor potencia de España
"Yo no he jugado a ser inventor. Soy realista, conozco el recibo bimensual de electricidad de trescientas y pico mil pesetas y las experiencias en el extranjero. Con esta actitud, Angel María Otamendi acaba de poner en su cetárea de la ensenada coruñesa de Riazor el generador eólico de mayor potencia y aplicación industrial en España. Mientras, en Galicia -una tierra excedentaria por su producción eléctrica, pero que aún no desterró el candil- se trabaja con muchas esperanzas en las llamadas energías alternativas.
Unos siete millones de pipsetas invirtió Otamendi en la instalación de,su generador eólico, sin contar con ningún tipo de subvención por adelantado. Lo hizo después de hacer cuentas con los 200.000 kilovatios/hora que precisa para la cetárea y llegar a la convicción de que ese trasto situado a dieciocho metros de altura, con un diámetro de catorce en sus aspas, y una potencia de 55 kilovatios, ahorrará en cuatro años lo suficiente para amortizarlo.Apenas los medios de comunicación difundieron la noticia, un gran número de propietarios de cetáreas e instalaciones frigoríficas han vislumbrado la posibilidad de paliar unos costes energéticos cada vez más difíciles de afrontar. Una situación propicia para que puedan surgir los típicos aprovechados dispuestos a montar el molino donde hace falta algo más, según nos manifestaba uno, de los ingenieros de Galeico, empresa de equipamientos electronicos que se mueve tras estos proyectos. Y es que forzosamente, más allá de la turbina, de la caja de multiplicación y del generador, se precisa un control electrónico de acomplamiento a la red que regule la toma o aportación de energía a la misma de estos llamados autogeneradores eléctricos, por el Real Decreto 907/1982, del pasado 2 de abril, sobre el fomento de la autogeneración de energía eléctrica. Cuando el autogenerador consume de la red general, paga de acuerdo con la tarifa normal, y cuando aporta energía, recibe, según los casos, entre el 40% y el 50% de aquélla, por lo que el mínimo intercambio constituye la máxima economía y se impone el uso de sistemas de control electrónico (microprocesadores) para optimizar la relación entre generación, consumo, acumulación de intercambio con la red. Un control que permitirá también recuperar los pequeños centros de producción y redes de distribución reducidas abandonados en su día por la baja calidad de la corriente, problema hoy fácilmente superable.
El ejemplo ya tópico, y no por ello menos triste, de las aldeas que a pocos kilómetros de la central térmica de As Pontes se alumbran todavía con cándiles por falta de suministro eléctrico; esas mil, 1.500 pesetas o aún más que puede costar el metro de línea de suministro, y las características privilegiadas de Galicia en cuanto al aprovechamiento de las energías alternativas, hacen, mirar a la autarquía energética de calas, granjas y aldeas como la necesidad de una vida moderna y cómoda en el ambiente rural. Una utopía que ya está al alcance de la mano.
Los muiños da luz (molinos de luz), muchos con potencias de tan sólo cincuenta kilovatios, en Galicia cuentan con una gran regularidad en su caudal por las características pluviométricas del país. La energía eólica, como si resucitase el mensaje de las ruinas de los antiguos molinos de viento que pueblan la costa y en su día dedicados a moler el grano, empieza a utilizarse con seguridad por los empresarios y comunidades. A los ya instalados a particulares con potencias para satisfacer las necesidades domésticas, al generador de 55 kilovatios de, Otamendi seguirán otros similares a éste que la compañía de distribución Engasa instalará en La Coruña, en la localidad costera de Caión y en la interior de Santa Comba; el que levantará en Cobas (El Ferrol) la comunidad de prcipietarios de montes en mano común, y otros en Paderne, Corcubión, Friol, Vimianzo.
Aldea autárquica
A esas energías se suma, en el caso de la explotación ganadera de Pazos de Viveiro -entre las más prósperas de España, a la que hace unos meses dedicó Televisión Española un programa-, otra que tiene una fácil regulación- el procesado del estiércol para producir metano, biogás. Por este sistema, regulando la retirada de estiércol, se consigue una producción uniforme de metano en el tanque de fermentación. Con quemarlo es suficiente para alcanzar energía calorífica, y un motor de explosión acoplado a un alternador (grupo electrógeno) proporciona la energía eléctrica. Los límites de acumulación por este sistema los determinan las dimensiones del depósito de gas. Y las posibilidades a nivel de Galicia están más allá del aprovechamiento de los estiércoles: también en las rozas de los montes y en las posibilidades de cultivar plantas metaneras.El proyecto de Pazos de Viveiro supondrá una inversión del orden de treinta millones de pesetas. Contará con un generador de biogás de veinte- kilovatios, otro conectado a una turbina hidráulica de treinta kilovatios y el eólico de 55 kilovatios. Como apoyo para casos de emergencia, habrá finalmente un grupo electrógeno de cincuenta kilovatios y a aún el recurso a la red, de la que tomará o aportará energía, según las necesidades: en el primer caso, pagándola a unas diez pesetas, y en el segundo, cobrándola a aproximadamente cuatro el kilovatio/ hora.
El futuro se abre esperanzador. Viveiro, rodeado por dos cumbres de suaves perfiles de alrededor de mil metros y con una corriente de agua que la cruza, deberá contar en un futuro no lejano con un parque eólico y la puesta en marcha de otro sistema de regulación, la central hidráulica de bombeo, como, alternativa a las baterías, insuficientes para potencias significativas. La cuestión es sencilla: dos depósitos de agua de distintos niveles, con una turbina reversible en medio; cuando el parque eólico produce excedente, éste se destina a bombear el aguá al depósito más alto, y cuando falta el viento, es la caída del agua la que proporciona la energía necesaria.
El proyecto de Viveiro no contempla la energía solar. Quizá porque el problema calorífico lo resuelve bien con el metano; sin pero duda también porque hasta ahora la energía solar resulta prohibitiva por el coste de su instalación más allá del aprovechamiento térmico, ya que una placa de 36 vatios tan sólo cuesta del orden de las 80.000 pesetas. El coste del kilovatio de energía eólica o hidráulica pupde situarse en tomo a las 100.000 pesetas, pero en el caso de la solar fotovoltaica supera ampliamente el millón de pesetas.
Galicia, además, en cuanto a insolación no es una zona rica, ya que se calcula una media de 1.200 kilovatios/hora por metro cuadrado al año. Pese, a ello, el aprovechamiento térmico de la energía solar ya empieza a ser importante: un ejemplo es el complejo escolar Príncipe Felipe, de Pontevedra, que cuenta con una de las veintiséis plantas solares experimentales subvencionadas por el Centro Superior de Estudios de la Energía en toda España.
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