Los contornos de la penuria económica
Por los organizadores del II Congreso de Teología de la Pobreza, que se celebra actualmente, se me pidió una apreciación sobre cuántos pobres puede haber en la España de hoy. Empecé, como es casi ritual, afirmando lo extremadamente difícil de tal conocimiento, si bien de una cosa podemos estar seguros, y es que en nuestro país, existiendo como existen multitud de bolsas de pobreza, ya nos encontramos al margen del fenómeno de la pobreza de masas; al menos en la forma en que afecta a las áreas menos desarrolladas del mundo, y especialmente a la treintena de países menos avanzados que constituyen el llamado cuarto mundo.
La España atrasada
Me parece que, algunas veces, las comparaciones intertemporales cualitativas tienen más precisión que las cuantificadas. En mi niñez, en los años cuarenta, era frecuente escuchar dos afirmaciones igualmente rotundas: "España es un país pobre" y "España es un país eminentemente agrícola". Ambas expresiones guardaban una indudable relación causal: España era pobre porque apenas disponía de otra cosa que de una agricultura atrasada; y era eminentemente agrícola, porque la propia pobreza de su sítuación rural le impedía un desarrollo rápido en otras direcciones.
Hoy, efectivamente, las cosas son muy distintas. Nadie se atreve a hacer aseveraciones tan lapidarias. El país dispone ya de una renta per cápita superior a los 5.000 dólares, con un sector agrario que solamente genera en torno al 8% del producto interior bruto (PIB). Pero sí subsisten, como decíamos, amplias bolsas de subdesarrollo, empezando por las propias zonas rurales. Y no solamente en comarcas tan nombradas, como Las Hurdes o Los Monegros.
Hay pobreza también en extensos espacios del latifundismo andaluz y extremeño, especialmente cuando coincide con el monocultivo y el paro semicrónico. Como igualmente hay penurias extremas, cierto que de otras características sociológicas, en, las zonas montañosas; marcadamente, los sistemas Ibérico y Central, en la Galicia interior, en los montes de León, e incluso. en algunos puntos del Pirineo. Asimismo, hay pobres en muchos pequeños pueblos de las áreas minifundistas de la meseta y de otras partes de España.
En una primera aproximación, y teniendo en cuenta que la actual población activa rural es de unos dos millones de personas, y que la población que vive directamente vinculada al campo puede estar en torno a los seis millones, no es exagerado pensar que, por lo menos un 10%, unos 600.000 españoles del campo, se mueven en situaciones de estrechez que cabe considerar como de pobreza.
Las áreas urbanas
Pero el mayor problema se encuentra hoy en las áreas urbanas. Tanto en los barrios más envejecidos, donde se da el fenómeno del llamado chabolismo vertical, como en los bordes o periferias todavía sin consolidar de las grandes aglomeraciones urbanas.
Si recordamos que en las diez áreas metropolitanas (La Coruña, Vigo, Bilbao, Zaragoza, Barcelona, Madrid, Valencia, Sevilla, Málaga y Las Palmas) habitan unos quince millones de personas, es muy verosímil que por lo menos un 5% de ellos-unas 750.000 personas- se encuentra en una situación al nivel de la pobreza. Se trata de población envejecida o marginada, que vive en hábitats insalubres, casi infrahumanos.
Dentro de esa estimación quedaría incluida, sin que a veces sea fácil establecer la frontera, lo que generalmente se denomina el lumpemproletariado, de contornos muy difusos, y en el que encajan las distintas delincuencias, la prostitución en sus niveles más íntimos, etcétera.
A las cifras antes citadas habría que agregar la mayor parte de los componentes dé la principal minoría étnica en España, el pueblo gitano, que -con todas las reservas a hacer en función de su forma de vida- se encuentra mayoritariamente dentro del mundo- de la pobreza. Si se acepta la cifra de una población gitana de 350.000 personas, pienso que por los menos 300.000 de ellos pueden estar entre los pobres.
La tierra invisible
Pero además de todo lo que llevamos visto, hay un sector de población que forma parte de lo que Michael Harrington conoce con el nombre de la tierra invisible de los pobres. Me refiero a muchos de quienes ya superaron la edad del trabajo, a los mayores de 65 o de setenta años, que malviven de pensiones ínfimas. De los más de cuatro millones de pensionistas que hay en nuestro país, cabe estimar que por lo menos un millón se halla. dentro de los perfiles de la pobreza.
Pero además está él empobrecimiento más reciente, derivado de la recesión que comenzó con la crisis de 1973. En todos los países occidentales ha habido un efecto de empobrecimiento de sus economías. Incluso se habla de un impuesto, de la transferencia de rentas que se está haciendo a los países de la OPEP, y que en el caso de España podría suponer un 5% del producto interior bruto. Pero la importante caída de la actividad económica no es sólo imputable a los problemas del petróleo, sino que está imbricada con la política económica interna escasamente imaginativa de los últimos años.
Desde 1975, la renta nacional sólo creció 9,94 puntos, lo cual implica un ritmo anual acumulativo de sólo el 1,35%; poco más que el aumento de la población (reinmigración incluida), lo cual traduce en nuestro país el reconocido modelo de la staflatión, es decir, de la mezcla de estancamiento e inflación.
Cuatro millones de pobres
Ese estancamiento tiene su consecuencia social más grave en la evolucion del paro, que pasé de ser meramente friccional al principio de los años setenta (sólo 129.774 parados oficiales en 1973) a ya más de¡ doble (301.852) a finales de 1975 -la crisis se inició con gran intensidad antes de la muerte de Franco-, para llegar, en el primer trimestre de 1982, según las cifras de la encuesta de po: blación activa del Instituto Nacional de Estadística (INE), a 2.063.000 parados, equivalentes al 15,92% de la población activa. Sin contar, además, más de un millón de trabajadores desanimados, que ya ni siquiera buscan empleo asalariado. Resumiendo: si a los casi tres millones de pobres de que hablábamos antes se agrega por lo menos un millón de empobrecidos por la depresión, los cuatro millones resultantes vendrían a representar un 10,5% de la población española que se encuentra en situación de permanente estrechez; aparte de un elevado porcentaje de la población que a sus serias dificultades habituales ha visto agregarse en los últimos años los problemas de la crisis y la recesión. Seguiremos con el tema en un segundo artículo.
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