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Washington y Tel Aviv, frente al problema palestino

Desprecio poco disimulado por parte de la URSS

La Unión Soviética ha acogido con indisimulado desprecio la propuesta lanzada por el presidente norteamericano, Ronald Reagan, para solucionar el problema palestino.Ocultando las graves diferencias que separan Tel Aviv de Washington, el corresponsal de Tass en Estados Unidos afirmaba ayer que, con su iniciativa, Reagan trata de "consagrar políticamente los resultados de la agresión israelí a Líbano, que fue completamente apoyada y orquestada por la Casa Blanca".

El Kremlin, pues, sigue considerando que la crisis de las relaciones norte americano-israelíe s es una simple "pantomima propagandística", ya que, como aseguraba ayer Tass, la iniciativa de Reagan "se inscribe íntegramente en un gran plan que tiene como objetivo realzar la influencia americana en las regiones del Próximo y Medio Oriente".

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El esquema propuesto por Reagan demuestra, a juicio de Tass, que "Estados Unidos quiere ahora, ni más ni menos, que instaurar dictatorialmente su nuevo orden en esta región de tanta importancia estratégica en el marco del mercado de Camp David, a pesar de que la agresión israelí contra Líbano lo haya denunciado definitivamente como instrumento de la dominación americano-israelí sobre los países de esta región".

Según hace suponer este comentario de la agencia Tass, Moscú no pretende cambiar en lo más mínimo su diplomacia para Oriente Próximo. Todo arreglo que se base en los acuerdos de Camp David le parece rechazable a priori.

La grave crisis de Líbano -y sus repercusiones diplomáticas no ha hecho variar ni una coma en el plan de la URSS para Oriente Próximo: celebración de una conferencia internacional en la que se estudien los problemas de la región con la asistencia de las partes implicadas, según propuso Leónidas Breznev hace ya dieciocho meses.

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La impotencia con la que la URSS se tuvo que limitar a contemplar la invasión de Líbano no parece haber proporcionado ninguna lección a los dirigentes soviéticos, quienes, aparentemente, prefieren insistir en sus tesis a pesar de que la situación haya evolucionado notablemente.

En cualquier caso, esta terquedad es una característica especial de la política exterior soviética con resultados bien probados, aunque parezca sorprendente a ojos occidentales.

Aunque algunos aspectos del esquema de Reagan podrían haber sido reivindicados por Moscú como propios planeamientos anteriores, el Kremlin parece optar por seguir descalificando en conjunto cualquier propuesta para Oriente Próximo que vaya remitida por la Casa Blanca.

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