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El polígrafo y la nobleza

El nombramiento de Menéndez Pelayo como director de la Biblioteca Nacional en el verano de 1898 tuvo, además del padrinazgo de la casa de Alba, el apoyo de destacados liberales y republicanos, y ello, a pesar de que el insigne polígrafo santanderino militaba en el Partido Conservador. Este y otros aspectos poco conocidos de cómo llegó Menéndez Pelayo a la dirección de la biblioteca se desprenden de algunos de los documentos que, junto a una importante selección de obras artísticas y objetos, se exponen en la Fundación Santillana, en Santillana del Mar (Cantabria).Menéndez Pelayo y la casa de Alba es el título de esta exposición organizada por la Fundación Santillana con la colaboración de la Fundación de la Casa de Alba, la Biblioteca Nacional y la Sociedad y Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander.

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A la muerte del dramaturgo Tamayo y Baus, director de la Biblioteca Nacional, la tradición de que ese puesto fuese ocupado por las grandes figuras de las letras -a modo de recompensa-, y dando prioridad entre éstas a los dramaturgos, se rompe con la propuesta del escritor cántabro. Ya con anterioridad, la duquesa de Alba, aconsejada por su bibliotecario, Paz y Meliá, pensó que el puesto debería recaer en Menéndez Pelayo. Este deseaba vivamente el nombramiento, no sólo para abandonar las tareas docentes, que le resultaban cada vez más rutinarias, sino también por sentirse recompensado de algunos otros reveses, como el rechazo de las academias Española y de Bellas Artes para ser su director.

Para conseguir su objetivo, la duquesa de Alba, dadas sus excelentes relaciones con el Partido Liberal, interesa al entonces ministro de Fomento y miembro de ese partido -cuyo líder, Sagasta, gobernaba desde la reciente Muerte de Cánovas-, Germán Gamazo. Las primeras reacciones ante el posible nombramiento fueron contrarias, iniciándose una campaña de desprestigio que incide en el carácter conservador de Menéndez Pelayo. Una de las reacciones más vigorosas ante la campaña de Prensa, además de la emprendida por la duquesa de Alba, fue la del republicano Jacinto Octavio Picón, quien desde el primer momento se mostró partidario del nombramiento, de lo que queda constancia en la carta, fechada trece días después de la designación de Menéndez Pelayo, que se exhibe en la exposición de Santillana.

El hecho, en cierta medida sorprendente, de que un destacado militante en las filas conservadoras reciba el apoyo de sectores liberales y republicanos no lo es tanto si se recuerda que el autor de la Historia de los heterodoxos ya había representado con anterioridad a la Universidad de Oviedo en el Senado, por decisión del librepensador Leopoldo Alas, Clarín, que contó para ello con la ayuda de miembros del claustro universitario pertenecientes a la Institución Libre de Enseñanza. Por otra parte, la duquesa de Alba consiguió también que interesase el nombramiento a la reina regente María Cristina, quien finalmente firmaría éste el 7 de julio de 1898.

Sobre la base de estas relaciones establecidas entre Menéndez Pelayo y la casa de Alba, y por intermedio de ésta con la corte, la exposición de la torre de Don Borja recoge un conjunto documentos y de obras de arte de suma importancia. Así, el extraordinario retrato de la reina María Cristina realizado por Raimundo de Madrazo, el delicioso lienzo de Alejandro Ferrant titulado Baile en palacio, realizado con motivo de la boda de Alfonso XIII con María Cristina; dos bellos cuadros de Ricardo Balaca que representan a la duquesa de Alba, uno de ellos, a caballo, y un gran retrato del decimoséptimo duque de Alba por Oswald Birley, y numerosas cartas cruzadas entre el polígrafo cántabro y varios miembros de la realeza y la nobleza españolas.

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