_
_
_
_

Toros y cigalas

ENVIADO ESPECIALEso de que nada más llegar al tendido te ofrezca el vecino de localidad una cigala, sólo puede pasar en la plaza de Almería. Una cigala gorda, encima. Aquí la corrida de toros es mas fiesta qu en ningunma otra parte, y la fiesta consiste, principalmente, en merendar. La corrida, aunque sea mala, se justifica por la gran merendola. A veces, un irónico podría matizar que támbién es una merienda de negros, por lo que se ve en el ruedo, pero las alegres gentes almerienses tienen buón conformar. No habrá toros, pero hay cigalas, se dirán, y iñam, ñam!, para la andorga va todo.

Lo cual no se queda en cigalas gordas unicamente, pues la merienda abarca los más amplios recursos del yantar. La tortilla, el jamón, el chorizo, sí, pero además, las empananadas, las croquetas, los filetes, la aguja palá; el rico salmonete, en fritura bien rebozadito o a la plancha. Después los pastelillos, de crema o nata, o pueden ser tocinitos de cielo. Y venga el vino, y aquí me las den todas.

Plaza de AImería

25 de agosto. Primera corrida de feria.Toros de Román Sorando; tercero de Francisco Ortega; cuarto, sobrero de García Barroso. Salvo el sexto (con trapío), terciados, flojos y aborregados. Niño de la Capea. Bajonazo (oreja sin petición). Estocada caída y dos descabellos (oreja sin petición). José Antonio Campuzano. Estocada caída (oreja). Media tendida (dos vueltas) El Soro. Estocada caída (oreja). Pinchazo pescuecero y estocada (ovación).

Aquí me las den todas: por ejemplo, los derechazos. Un ardite se les dá a los diestros que el ruedo sea claro y luminoso como el de Almería, oscuro y nublado como el de Bilbao, para reciclar su cupo de derechazos. En todas partes se les desajusta la válvula de contención del derechacismo, y con irremediable incontinencia abruman con su ilimitada capacidad de producción.

En Almería es peor, pues levantan aparatosa polvareda y lo ponen todo perdido. Por ejemplo, las cigalas. Lo cual es pecado. Niño de la Capea, sin ir más lejos, derechacista de pro, armó un alboroto de polvo, más aún que sus compañeros, pues a este coletudo le da por citar pegando zapatillazos. Un año acabó con las cucarachas de Almería, pero ha debido ver más y sigue persiguiéndolas por el redondel. La gente tenía que proteger con manteles el menú y una pechugona llegada de Huercal-Overa no encontró mejor recurso que guarecerse bajo las faldas.

Los toros eran de un puyacito y cámbieme usted el tercio, y para la muleta, borregos. Se les podía hacer toreo exquisito y de eso también hubo en la tarde, como una serie de redondos instrumentada por Campuzano al quinto, con empaque, gusto, naturalidad y, en fin, arte. Curiosamente, esa faena, el presidente, que ha otorgado trofeos sin apenas petición, no la quiso premiar con oreja. Los caprichos del poder.

También vimos buen toreo de capa, lo cual fue una grata sorpresa. El mencionado diestro sevillano lo hizo por gaoneras y rogerinas, y El Soro, por verónicas, chicuelinas, navarras, faroles, revoleras, más las inevitables largas de rodillas. Banderilleó con mediocridad, salvo en un buen par de dentro a fuera al sexto, que le esperaba con las del beri, y con la muleta jugó a disimulas con bullicio y cierto toque de tremendismo decadente, su falta de confianza. Con el único toro de trapío y ciertas dificultades, que era precisamente el sexto, no se atrevió. Hubo menos orejas de las posibles. Un cojo al corral, sustituido por un cinqueño igualmente cojo. Otro, que la tomó con el peón Bonichón y le buscaba por los callejones. Hubo alegría, chicha, pan y vino.

Y, sobre todo, hubo cigalas, que es lo bueno.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_