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La edad de la papada y los honores

Camilo José Cela dijo a Enrique Tierno Galván cuando le hicieron hijo adoptivo de Madrid el pasado mes de marzo que le había llegado la edad de la papada, las arrobas y los honores y en Bohoyo ha vuelto a recordarlo: "Ahora cada quince días me hacen algo. En el fondo no me prestan ni puñetero caso, pero yo encantado"."Y es que me da mucho gusto", dijo a Efe, "este tipo de homenajes, que son más auténticos que esos otros más o menos oficiales o de repertorio". "Mereció la pena escribir el libro aunque sólo fuera por esto", decía Cela cuando desde el helicóptero se divisaban las eras del pueblo. A Cela parece haberle llegado el momento en que el reconocimiento público le impide, en parte, escribir ya que dice tener tres novelas comenzadas pero cuya fecha de terminación, si llega, parece imprevisible.

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Casi toda la población ha festejado el reencuentro con Cela excepto el tío Eloy quien ha protagonizado la oposición al homenaje y a que se pusiera el nombre de Cela a una calle del pueblo en la que se encuentra su casa. "Ni aunque venga la guardia civil pone en la fachada de mi Casa una placa con el nombre de este tipo. Salgo con la escopeta, si es preciso".

Esta negativa es moral y tiene relación con "el amor de una noche con una dama de luto" al que se refiere Cela en el libro Judíos. Moros y Cristianos. Parece que esta dama era pariente, aunque lejana, del tío Eloy, según explica él mismo. Cela dice a todo esto que aquella mujer sólo existió en su imaginación y que lo real es el pueblo. "Con treinta años menos y también con cuatro arrobas menos pasé yo por aquí, un pié tras otro, haciendo una ruta que ya no podremos ver hacer jamás, ni siquiera con los pies para adelante".

"He vuelto como es de ley", añadía Camilo José Cela, "he venido como Don Quijote en su clavileño, pero no en un clavileño de carne y hueso, sino en uno de hierro y tornillos". Y sentenció, al final: "He venido para desearos paz y felicidad, que son los dos mejores deseos que pueden tenerse a un hombre".

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