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La CEE intenta reducir la tensión en la 'guerra del acero' con EE UU

Soledad Gallego-Díaz

Los europeos renunciaron ayer a una escalada en su guerra comercial con Estados Unidos y ofrecieron nuevamente a Washington una negociación global para autolimitar las exportaciones de acero de los diez. Los ministros de Asuntos Exteriores y de Industria de los países miembros de la Comunidad Económica Europea (CEE), reunidos en sesión de urgencia en Bruselas, intentaron pacificar la creciente tensión entre Norteamerica y sus aliados que, como dijo el presidente de turno del Consejo, el ministro danés Kjeld Olessen, no beneficia más que a la Unión Soviética.

La reunión, que duró nueve horas, estuvo a punto de cerrarse con una desbandada interna porque el Reino Unido pretendió llegar a un acuerdo bilateral con Washington, dado que es el país más afectado por los derechos compensatorios que ha aprobado Norteamérica. La fría reacción comunitaria, la negativa rotunda de Francia y la propia acogida gélida que tuvo esta idea en Washington, hicieron que pasadas las diez de la noche se disiparan los temores de una ruptura del "frente europeo".Tanto Olessen, como los comisarios Etienne Davignon y Wilhem Haferkamp, que deberán entablar inmediatamente las negociaciones con Estados Unidos para llegar a un acuerdo antes de que entren en vigor los nuevos aranceles estadounidenses, se mostraron optimistas sobre el resultado final. "Europa mantiene una actitud constructiva", afirmó el ministro danés de Asuntos Exteriores, "y estamos convencidos de que obtendremos una respuesta positiva de nuestros amigos americanos".

Los europeos dieron ayer la impresión de buscar desesperadamente una acuerdo negociado con Estados Unidos en la "guerra del acero", tal vez porque son conscientes de que van a necesitar todas sus fuerzas en un frente todavía más grave: la crisis abierta por la decisión de la Administración Reagan de prohibir el uso de licencias estadounidenses en la construcción del gasoducto soviético.

La batalla del acero -que la Comunidad Económica Europea intenta moderar- entró esta semana en su momento más álgido cuando Washington rechazó la oferta de los diez de autolimitar sus exportaciones de siete productos siderúrgicos en un 10%.

Pasa a la página 39

La Comunidad no acepta la negociación bilateral del Reino Unido y Estados Unidos

Viene de la primera página

La contrapropuesta norteamericana exige una reducción del 35%, lo que fue calificado, tanto por Olessen como por Davignon, de "completamente inaceptable".

Además Estados Unidos propone un acuerdo global hasta 1985, no sólo sobre los siete productos afectados por querellas antidumping, sino sobre otros cuatro.

La reacción europea pudo ser la de la dureza, lanzarse a medidas de retorsión contra las exportaciones norteamericanas, tal y como pedían algunos expertos comunitarios, para los que la debilidad de la CEE en esta batalla afectará irremediablemente su imagen y su credibilidad en el tercer mundo.

Pero en lugar de promover una escalada, los diez, obedeciendo a un interés fundamentalmente político, han preferido retomar todo el problema desde el principio, y ofrecer nuevamente, y esta vez de "manera formal", una negociación global sobre los once productos que desea Washington, aunque, evidentemente, con porcentajes más bajos que serían concretados esta misma semana.

Los diez estiman que una vez que Washington ha rechazado aplicar su propia ley para dar un enfoque exclusivamente político a la crisis del acero -lo que hubiera podido hacer hasta las doce de la noche de ayer, hora de la capital norteamericana- existe aún tiempo para llegar a una solución global. Los derechos compensatorios no entrarán en vigor hasta el 24 de agosto y las primeras querellas antidumping no se fallarán antes del 9.

El consejo extraordinario reunido ayer llegó rápidamente a este acuerdo: la Comisión reemprendería las negociaciones globales suspendidas hace diez días tanto con el Gobierno norteamericano como con los productores de acero de aquel país, cuyo consentimiento en cualquier acuerdo es ahora indispensable. Pero cuando los veinte ministros discutían la lista de productos siderúrgicos concretos, los representantes del Reino Unido introdujeron un nuevo elemento al reservarse el derecho a negociar bilateralmente con Estados Unidos, ya que los derechos compensatorios norteamericanos afectan a su siderurgia más que a ninguna otra (si el Reino Unido aplica las exigencia de Washington debería reducir sus exportaciones en más del 40%). La reacción comunitaria fue fría. El ministro francés de Industria, Jean Pierre Chevenement, afirmó a las ocho de la noche que su Gobierno no aceptaría acuerdos globales si no eran también "únicos", es decir para todos los miembros de la CEE.

La sorpresa llegó cuando Washington hizo saber que no estaba interesado en un acuerdo bilateral con el Reino Unido si no tenía el respaldo de la CEE en su conjunto.

El Gobierno norteamericano estimaba que un arreglo con Londres, en contra de la opinión de los diez no comprometería a otros países de la CEE, como la República Federal de Alemania, a no intentar aumentar su parte en el mercado USA.

En cualquier caso, la CEE ha intentado evitar una desbandada interna, un, "sálvese quien pueda", que, finalmente, perjudicaría más que a nadie a los cuatro países -Reino Unido, Francia, Italia y Bélgica- que pueden sufrir derechos compensatorios de entre el 20% y el 40%.

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