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LA LIDIA / SEPTIMA CORRIDA DE LOS 'SANFERMINES'

Encierro peligroso, con un herido grave

El sexto encierro de las fiestas de San Fermín, celebrado ayer con bastante peligrosidad, provocó un total de nueve heridos, uno de ellos grave, motivados la mayor parte de ellos por las caídas debidas a la humedad del pavimento. La lluvia, que por fin llegó, dificultó sobremanera la carrera en donde la escasa afluencia de corredores fue la nota predominante de este encierro, cuya duración fue de tres minutos y diecisiete segundos.La caída más espectacular de toros y mozos se produjo al finalizar la calle Mercaderes y en los inicios de la de Estafeta donde, precisamente, un mozo, Juan José Munarriz Aldaz, de 19 años, se vio arrollado por uno de los astados, por lo que fue trasladado urgentemente al Hospital Provincial de Navarra, donde se le apreció conmoción cerebral. El pronóstico es grave y permanece en observación.

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A capricho del público

Los sanfermines-82, son ya para los de casa, una vez pasada la avalancha del fin de semana. Las calles de Pamplona, aunque concurridas, no registran esa presencia de miles y miles de personas llegadas desde todos los puntos del globo. El éxodo masivo de estos visitantes se inició a primeras horas, de la tarde del domingo. Sin embargo, la fiesta continúa, quizá con un sabor más íntimo, más entrañable.

Los toros de la ganadería de Ortega Sánchez protagonizaron ayer el encierro más peligroso de cuantos se llevan celebrados hasta el momento. Tras salir de los corrales de Santo Domingo, la manada se dividió en dos bloques claramente diferenciados: cabestros por un lado y toros por el otro. Los astados fueron hasta el final totalmente desarropados. La humedad del pavimento hizo que los toros resbalasen continuamente, lo cual, al margen de la carrera, creó mucho peligro para el mocerío.

Bajo continuas caídas y resbalones de los toros continuó el encierro por la calle de Estafeta a escasa velocidad, aunque no así en la entrada de la plaza de toros, donde la manada, totalmente separada, entró rápidamente. Uno de los astados llegó en solitario al coso taurino. Allí, tras lanzar varios derrotes a derecha e izquierda, entró definitivamente en los corrales.

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