Un país escindido entre el escepticismo popular y el radical apego al poder de sus fuerzas armadas
ENVIADO ESPECIALUna de las muchas interrogantes consiste en saber cuándo exactamente perdió Argentina la guerra. Para la historia fue el 14 de junio, el día en que el comandante de Puerto Argentino, general Mario Menéndez, se rindió. Para otros fue el 20 de mayo, cuando Buenos Aires rechazó la resolución 502 del Consejo de Seguridad; o tal vez el 17 de mayo, cuando no aceptó el plan presentado por el Reino Unido; o el 21 del mismo mes, fecha en que los británicos desembarcaron en Puerto San Carlos.
Pero muchas preguntas no se refieren a la fecha en que comenzó el desastre, o a si se perdió la oportunidad de aceptar un interregno de la ONU y, por tanto, una salida honrosa. Otros van mucho más allá y sostienen que la Argentina solidaria que surgió en torno a la recuperación de las Malvinas ha sido el mejor país que recuerdan los que hoy viven.
"Somos muchos", escribía ayer un comentarista de La Nación, Ios que nos tomamos la guerra en serio y nos vimos sorprendidos cuando se rindió Puerto Argentino, sobre todo teniendo en cuenta que los mismos militares británicos han revelado que ellos estaban en el límite de su esfuerzo". "Exigimos", agregaba, "que la guerra haya sido hecha en serio y a fondo. Si así no hubiera sido, un gran estigma recaerá sobre los responsables".
La Marina y el Ejército de Tierra proceden actualmente a und evaluación interna de la cionducción de la guerra, en la que Argentina tuvo en total 712 muertos y cerca de 2.000 desaparecidos, para determinar responsabilidades. La fuerza aérea, la única de las tres armas que cree haberlo hecho bien y no tener necesidad de autocriticarse, ha prometido emitir un comunicado sobre las razones de la derrota, en el que, a su parecer, se sitúan las responsabilidades. Las altas esferas castrenses han señalado ya y discuten algunos posibles errores de dirección.
El primero parece ser no haber previsto la opción más radical, es decir, que el enemigo llevara la guerra hasta sus últimas consecuencias; se duda que la defensa estática adoptada por el general Menéndez haya sido la correcta. Los helicópteros jugaron un gran papel en la guerra, pero se ha puesto en evidencia la excelente información que tenían los británicos de la posición de los aparatos argentinos, hasta tal punto que cuando desembarcaron en San Carlos a las fuerzas terrestres argentinas sólo les quedaban ocho unidades de las 53 que habían llevado,a las islas.
En el Ejército hay también malestar por los fallos de logística e intendencia que han señalado algunos soldados: carencia de alimentos, de vestido adecuado para las temperaturas bajo cero, de armamento moderno y de entrenamiento, suficiente. Sin embargo, el análisis de estas deficiencias en un cerrado marco castrense puede circunscribir la reflexión sobre el fracaso de las Malvinas a un ejercicio puramente militar y técnico y, por tanto, de consecuencias limitadas.
Una peligrosa escisión
La ciudadanía, por el contrario, reclama responsabilidades que van mucho más lejos de la simple valoración militar. Comienza por cuestionar la urgencia y la oportunidad de la ocupación de las Malvinas el 2.de abril; luego se pregunta si la guerra fue tomada en serio por todos, y no sólo por los que tenían a su cargo las operaciones sobre el terreno y por el pueblo.
Los obstáculos para llegar a una verdadera democratización del país son, a pesar de todas las promesas, considerables. El hombre fuerte del régimen, general Cristino Nicolaides, reconoció el domingo pasado, después de dirigirse a la tropa y a la nación, que "el Ejército se opuso al nombramiento de un civil para presidente de la República, porque eso hubiera sido reconocer que el proceso (el golpe militar que derrocó a María Estela Martínez de Perón en 1976) ha fracasado".
El general Benjamín Menéndez, ex comandante del tercer Ejército, adquirió cierta notariedad esta semana al introducir un nuevo argumento para la permanencia de los militares en el poder: "No podemos entregar a los civiles un país en ruinas, como está el nuestro ahora. Después del 2 de abril, nuestra posición diplomática ha mejorado y es necesario dar la batalla para que la ONU reconozca la soberanía argentina sobre las Malvinas".
Después de tantas décadas de crisis, padecimientos y gobiernos militares, la soberanía popular no tiene más que sus dos añejos símbolos de siempre: Carlos Gardel y Juan Domingo Perón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.