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Reportaje:

México, entre la opulencia y la miseria

Seis años tiene Miguel de la Madrid, que hoy será elegido nuevo presidente mexicano, para cambiar el rumbo del país. Mientras, el pueblo se muestra cada vez más impaciente ante el despilfarro que mantiene en la pobreza a un país potencialmente rico.

Los mexicanos entienden mal que unas exportaciones diarias de un millón y medio de barriles de petróleo hayan servido sólo para aumentar sus deudas. Por encima de las explicaciones técnicas de que la crisis está motivada por un excesivo aceleramiento de la economía, prefieren refugiarse en un humor cáustico: "Esto viene a demostrar una vez más que si Kafka hubiera nacido en México habría sido un escritor costumbrista".El máximo símbolo de la potencia petrolera fue la torre de 52 pisos que Pemex (Petroleos mexicanos) estaba construyendo en el centro de la capital con un costo de 150 millones de dólares. Con orgullo casi infantil se decía: "Es la más alta de América Latina". La crisis no les ha privado de esta vanidad de la altura, sólo que la empresa ha tenido que suspender la construcción y el edificio más alto desde el Río Grande hasta el Estrecho de Magallanes es sólo un enorme cajón de acero y vidrio.

Un ligero descenso en los precios internacionales de los crudos bastó para desmoronar la política desarrollista de López Portillo, blanco ahora de decenas de chistes en torno a una frase suya que se hizo famosa después de la devaluación: "Defenderé el peso como un perro".

En vísperas electorales al Gobierno no le quedó otra opción que anunciar al país que había llegado la hora de apretarse el cinturón. Para dar ejemplo el Presupuesto del Estado se redujo en un 8% y se suspendió indefinidamente un ambicioso programa nuclear para dotar a México de veinte reactores antes del año 2000.

Como medida de fuerte impacto popular, pese a su irrelevancia, se anularon los vales de gasolina para los funcionarios y el uso de coches públicos se limitó drásticamente. Pero luego resultó que ni el gasto público se podía recortar tanto (sólo se llegó al 4%) ni los carros de los burócratas dejaron de circular. El mexicano, siempre escéptico ante la política, sabe entre tanto que él no tiene escapatoria a las secuelas de la crisis. El coste de vida subirá este año en un 60% y no habrá puestos de trabajo para los 700.000 ciudadanos que anualmente se incorporan al mercado laboral. Será un nuevo aluvión de parados para añadir a los siete millones que carecen de un empleo fijo, sobre una población activa que no llega a los veinte millones.

Por si fuera poco, los legisladores norteamericanos, movidos por su propia recesión, parecen decididos a regular con severidad el ingreso de indocumentados a través de sus fronteras.

El panorama en el sector privado no es más halagüeño. El grupo industrial Alfa, el mayor consorcio privado de América Latina, con cerca de doscientas empresas que van desde el sector petroquímico a la hostelería, anunció en mayo una suspensión de pagos con una deuda de 2.300 millones de dólares.

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Alfa trata de salvarse vendiendo algunas de sus empresas, no precisamente las más rentables, al Gobierno. Pareciera que el titular de la compañía, Bernaldo Garza intenta cobrarse así el apoyo prestado a López Portillo al comienzo de su mandanto presidencial, cuando eran muy pocos los industriales que creían en su proyecto de desarrollo basado en el petróleo.

Grandes fortunas

Esta crisis generalizada de la economía mexicana y la invitación a la austeridad nacional desde las arcas del gobierno contrasta vivamente con el despilfarro de los poderosos y el gran festín de la corrupción en la Administración pública.

Ser rico en México es serlo mucho y demostrarlo. La revista alemana Der Spiegel mencionaba recientemente al presidente José López Portillo, que ha desarrollado toda su vida profesional entre la cátedra universitaria y los empleos públicos, como una de las mayores fortunas del mundo. Otra revista norteamericana comentaba que la venta de un enorme palacio de ese país a Carlos Hank González, regente de la ciudad de México, maestro en sus orígenes, no había podido fructificar porque el comprador lo consideró "demasiado pequeño".

Esta sociedad de la opulencia posee la flota privada de aviones más grande del mundo después de Estados Unidos con 5.106 aparatos de todos los pelajes. En la cumbre de esta jet set está el mismo Hank González con un reactor de reciente adquisición por casi trescientos millones de pesos (unos 660 millones de pesetas), aunque los beneficios fiscales le hayan aconsejado ponerlo a nombre de una compañía privada de su propiedad.

Sólo en este contexto resulta explicable que un banquero pueda permitirse el lujo de disponer para sus desplazamientos personales de un DC-10 que le posibilita desplazarse a Europa sin escala.

Este derroche estridente se sitúa en medio de un país en el que el propio partido gubernamental dice haber detectado la existencia de graves problemas de desnutrición en cuarenta millones de mexicanos (60% de la población), donde la mortalidad infantil supera diez veces a la de los países desarrollados, donde hay un déficit de 4,5 millones de viviendas y donde la mayoría de la población vive con un salario mínimo de unos 11.000 pesos (24.000 pesetas).

El futuro presidente, Miguel de la Madrid, que hoy logrará su elección, ha calificado de "intolerable y vergonzoso que ciertos grupos sociales tengan consumos suntuarios aún más altos que en países industriales, al lado de la penuria y pobreza de muchos mexicanos".

Nunca pasa nada

Pero la retórica del candidato presidencial se enfrenta por ahora con una clase política en la que el terror y la apropiación de fondos públicos constituyen práctica generalizada, según ha reconocido el propio Miguel de la Madrid.

La terminología jurídica mexicana inventó la figura delictiva del "enriquecimiento inexplicable" para aplicarla a los políticos que entran a sus cargos con un patrimonio modesto y salen con inmensas fortunas. La dificultad de probarlo ante el juez convierte el "enriquecimiento inexplicable" (que siempre suele ser harto explicable) en una franquicia para los políticos poco escrupulosos.

Todo ello ha generado una desconfianza popular que el dirigente de oposición Heberto Castillo traduce irónicamente en esta frase: "En México no pasa nada". "De la cuenta pública", escribe el político opositor, "desaparecen de la noche a la mañana 132.000 millones de pesos y no hay autoridad que diga esta boca es mía. De las cuentas de PEMEX desaparecen 90.000 millones de pesos, equivalentes a trescientos millones de barriles de petróleo, y tampoco hay comentario de las autoridades señaladas, aunque sólo sea porque el funcionario responsable de la publicación de esas cifras sea el candidato del PRI a la presidencia de la República, Miguel de la Madrid".

Luchar contra esta corrupción galopante es una de las tareas que se ha impuesto el futuro presidente. Pero no falta quien opina que un partido carente de ideología como el PRI, que lo mismo acoge a izquierdas que a derechas, ha tenido uno de sus principales sostenes en la corrupción con todo lo que conlleva de esperanza de poder beber algún día de las generosas ubres del Estado.

El escritor y periodista Paco Ignacio Taibo, asturiano residente en México desde hace más de veinte años, opina que el sistema está dando sus últimos coletazos. La corrupción que durante largo tiempo fue una especie de moral relajada que servía para sostener al sistema, se ha convertido ya en un escándalo que el pueblo no tolera más". A su juicio, el pueblo mexicano descubrió en el 68, aunque fuera de forma trágica (cientos de muertos en la Plaza de Tlatelolco), que tenía una voz. "Después de la represión ha costado más de diez años recuperar esa voz, pero ya la oposición ha podido organizarse y el sistema no puede dar marcha atrás". Por eso, él es de los que creen que las de hoy son las últimas elecciones que el PRI va a ganar de calle al estilo de comicios anteriores en los que llegó a ser la única opción. "Este es un país violento", dijo Taibo, "donde la revolución está latente. O el PRI cumple sus promesas o se le termina la paz".

Este sentimiento de que se acaba el tiempo del PRI aparece con frecuencia en la literatura mexicana del momento. "Ultima llamada", es el título de una obra del periodista González de la Garza, autoexiliado en Estados Unidos después de series amenazas contra su vida cuando se reponía de un infarto en un hospital. En su libro cuenta los turbios manejos ole los presidentes mexicanos desde Porfirio Díaz hasta nuestros días.

Historias a menudo tan increíbles que hacen decir a Heberto Castillo: "Este es el país de los milagros. Cuarenta años consecutivos de saqueo desde el Gobierno y, milagro, el país sigue teniendo riqueza. Cuarenta años de contrarevolución abierta, de entrega de nuestra economía y cultura a los Estados Unidos y seguimos siendo mexicanos y el Gobierno, revolucionario".

Para corregirlo Miguel de la Madrid tiene apenas seis años.

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