El Ballet Contemporáneo de Barcelona clausura con éxito el ciclo Danza 82
El Ballet Contemporáneo de Barcelona cerró con vítores y parte del público puesto en pie el I Ciclo de Danza Contemporánea de Barcelona que, organizado por la Generalidad de Cataluña, ha ofrecido dieciocho pases, tres de cada uno de los grupos participantes, en el teatro Regina de Barcelona.
Sólo cuatro números componen el espectáculo ofrecido por el Ballet Contemporáneo. Todos ellos; impecables de factura y realización. El primero, Muda imagen de la muerte, sobre música de Juan Sebastián Bach, alternada con silencios, es un trágico relato sobre el camino hacia la nada, espectacular y efectivo, especialmente en su final, de, inspiración en los medievales carros de la muerte. La coreografía es de Gilberto Ruiz Lang.El segundo número, Cebra, con coreografía de Lidya Azzopardi, que intervino en el ciclo junto a Cese Gelabert, arrancó los primeros bravos de la sala. Sobre música de Steve Reich, el Ballet Contemporáneo introduce aquí lo que a la postre sería la característica esencial de su espectáculo: la alegría. Se trata de un conjunto de actuaciones que se superponen con una precisión encomiable y con una entrega total por parte de los bailarines. De arranque lento, alcanza cotas inefables, tanto por la perfección de los movimientos como por la plástica geométrica de las evoluciones. Termina con este número la primera parte, dejandd a los espectadores un muy agradable sabor de boca.
Las segunda parte sigue en consonancia. Valerio, corazón de león, coreografía de Cese Gelabert y música de Carlos Santos, resulta un tanto ecléctico. Los figurines están aquí menos conseguidos que en el resto de los números y rompen en ocasiones la estética del conjunto. Hay, sin embargo, en el número una muestra apreciable con que el grupo prepara sus trabajos.
Passacaglia cierra el espectáculo, con música de Händel y coreografía nuevamente de Ruiz Lang. Sin llegar a la perfección de Cebra, es este un número fresco y desenfadado, irreverentemente alegre, en el que los bailarines se muestran con una soltura total. Se juega aquí con las luces y los colores de los figurines, siempre sobre los tres colores base, hasta conseguir una borrachera cantarina y exultante. El trabajo de los figurinistas es, pese a su simplicidad, muy meritorio y eficaz, y la alegría del número se refleja en las caras de los danzantes, en sonrisas que se integran en el colorido del baile y que no desaparecen cuando éste termina, porque parte del público, puesto en pie, rinde al grupo un merecidísimo homenaje.
Un esfuerzo importante
Terminado el ciclo de danza contemporánea, algo ha quedado claro. La Generalidad ha hecho un esfuerzo importante, en el que, sin embargo, no han faltado lagunas. La más importante, la del sonido, que ha sido todos los días nefasto. Resulta totalmente incomprensible cómo ha podido ocurrir que el servicio de música de la Consejería de Cultura haya tenido una omisión tal, que en algunos momentos llegaba a resultar angustiante.
Babelia
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