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La guerra en el Atlántico sur

La visita del Papa a Argentina puede convertirse en una gran liturgia a favor de la libertad

Juan Arias

Hoy, a las diez de la noche, Juan Pablo II saldrá para Buenos Aires desde el aeropuerto Leonardo da Vinci, de Roma. Hará dieciséis horas de vuelo con una sola escala técnica en Río de Janeiro. A las nueve de la mañana del sábado, que serán las dos de la tarde en España, besará tierra argentina.

Se trata del decimotercer viaje internacional de Juan Pablo II, y es considerado por todos como un viaje atípico. En realidad, se trata de una peregrinación improvisada. No estaba en el programa. Va allí porque los obispos argentinos le dijeron al Papa que no podía ir al Reino Unido si al mismo tiempo no iba a Argentina, porque hubiese sido una bofetada para toda América Latina. Por eso, el Papa les explicó en una carta muy larga a los argentinos que éste es sólo un viaje especial -por eso, muy corto (sólo un día y medio)- y que volverá a aquella tierra en otro viaje Iargo y programado con tiempo".Tal como están las cosas en el conflicto de las Malvinas, y después de un no rotundo de la señora Thatcher al Papa durante su viaje al Reino Unido en relación con cualquier tipo de solución negociada del conflicto, hay quien se ha preguntado en la curia si era el caso que el Papa mantuviera su empeño de ir ahora a Argentina. También se asegura que si el aparato militar argentino hubiera podido decidir, hubiera preferido que el Papa aplazase su viaje, sobre todo después de los discursos que pronunció contra la guerra y a favor de la paz en el Reino Unido.

Pero Juan Pablo II no sólo ha querido ir, sino que ayer corrió el rumor de que hasta el último momento estuvo buscando la posibilidad de aterrizar en algún punto de las Malvinas para celebrar una misa y pedir allí un alto el fuego. Según dichos rumores, ha sido la diplomacia vaticana quien se lo ha desaconsejado categóricamente. La pregunta que se hacen algunos es qué podrá decir el Papa tanto al pueblo como a los gobernantes argentinos cuando éstos ya han afirmado que "van a obtener la victoria" y aquéllos esperan que el Papa les conceda el "milagro de vencer a los ingleses".

Se asegura, sin embargo, que cualquier cosa que diga el papa Juan Pablo II será más explícitamente de condena total de la guerra de cuanto espera la mayoría de los católicos de aquel país.

Tampoco podrá el Papa hacer el milagro de la paz, como esperan los más optimistas. Ni es fácil tampoco que se preste a los juegos del general Galtieri, que desearía con esta visita rehacer su virginidad perdida de hombre democrático y de paz. En el Vaticano existe en la víspera del viaje la certeza de que el Papa hablará con los militares, pero que será muy explícito en recordarles, como católicos, las exigencias radicales del evangelio de la paz. Los más críticos de este viaje lo han definido ya como un viaje pañuelo, queriendo indicar que servirá sólo en clave consolatoria para enjugar lágrimas de todo tipo. En este caso, se afirma, el viaje se podrá convertir en un gran psicodrama.

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Será una ocasión para todos para poder desahogar en público, juntos, en masa, todos los sentimientos reprimidos. Las madres de los desaparecidos llorarán y pedirán al Papa la vuelta de sus hijos. Llorarán las madres de los soldados que están muriendo de frío, de hambre y por las balas en las Malvinas. Gritarán los políticos pidiendo democracia al Papa de Roma. Ya en Buenos Aires, al parecer, se ven en las paredes carteles que dicen: "Argentina y Perón, un solo corazón". Será una ocasión, dicen, para celebrar a cielo abierto una gran liturgia de la libertad. Y para el Papa, una ocasión única para pronunciar palabras duras y claras a favor de los derechos fundamentales del hombre, en circunstancias muy especiales, ante un público, como se calcula, de tres millones de personas católicas, que se echarán a la calle en una de las manifestaciones más imponentes de los últimos tiempos.

Los católicos progresistas afirman que, paradójicamente, este viaje atípico podría convertirse en el viaje más profético celebrado por un Papa en la historia. Y hay también quien afirma que podría pasar de todo, porque no se sabe de qué modo el mundo argentino podrá reaccionar, en el torbellino de sentimientos que les agita.

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