Descubrimiento de un joven actor
La leyenda del tambor.
Guión y dirección: Jorge Grau. Fotografía: Fernando Arribas. Segunda unidad: Hans Burmann. Intérpretes: Andrés García, Mercedes Sampietro, Jorge Sanz, Vicente Parra, Antonio Canal, Roberto Camardiel, Alfredo Mayo. Aventuras, hispano-mexicana 1981.
Locales de estreno: Roxy B y Narváez.
Este es un país sin tradición cinematográfica. Los posibles aciertos de otras épocas han quedado olvidados; de ellos no es posible entresacar aciertos sin unirlos a la fuerte incidencia ideológica que el Estado tenía sobre el cine español de los años cuarenta, relegándolo a consignas patrióticas y moralejas grotescas.
No hay ahora, por otra parte, posibilidad económica de emular aquellos espectáculos. Se ha perdido el carácter industrial con que la Administración compensó a nuestro cine por su fidelidad política. Las películas nacen hoy con tantas limitaciones que la propia imaginación de los autores debe pasar por el filtro de lo escasamente posible. Se desarrolla un cine de apartamentos, escasos personajes y conflictos verbales; lo demás es excepcional.
De ahí que La leyenda del tambor, que ahora nos ofrece Jorge Grau, tenga el encanto de remitirse a un cine histórico que no tuvo en España la oportunidad de desarrollarse con seriedad. Intentando recuperar, al menos, su capacidad de espectáculo para niños, cuarenta años después de que las pantallas españolas se desgañitaran con heroicidades de cartón-piedra, la leyenda del tambor retorna la anécdota del Bruch que Iquino filmara en un largometraje y Juan de Orduña citara en alguna de sus películas clásicas, eliminando sus aspectos grandilocuentes para simplificarlos en un melodrama de aventuras.
Cine explicativo
El resultado cae a veces en la morosidad de un cine explicativo que debe confiar más en la expresividad del guión que en la de la imagen, pero cuenta también con la habilidad de Grau para manejar con acierto los escasos medios de que dispone y no escamotear el espectáculo debido. Desigual, por tanto, la leyenda del tambor encuentra en su joven protagonista el mejor de sus hallazgos: Jorge Sanz es un actor sensible, con fuerza, de evidente capacidad para desarrollar una buena carrera. Los actores adultos, en cambio, en personajes más esquematizados, se limitan a cumplir con profesionalidad, contradictorios a veces, entre el tono triunfalista de la historia (la victoria de las fuerzas populares contra la invasión napoleónica conserva aún en manos de Grau un superficial nacionalismo), y la intención distanciadora de la narración.
Un proyecto, pues, curioso, que encontrará en los niños al que prioritariamente se dirige, un eco más apasionado que entre quienes no marginan los recuerdos históricos que una película como esta conlleva.
Babelia
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