Belisario Betancur se proclama presidente electo y lanza un llamamiento a la concordia de todos los colombianos
Con una apelación a la concordia de todos los colombianos, el conservador Belisario Betancur se proclamó, a la una de la madrugada de ayer, presidente electo de su país, tras unos comicios desarrollados el domingo en medio de una ruidosa fiesta popular, que no se interrumpió por las explosiones de siete bombas de escaso poder y una emboscada guerrillera en ¡a que fueron heridos tres militares.
Colombia repitió la historia de 1946. Entonces, como ahora, el Partido Liberal mantuvo su eterna mayoría, pero el reparto de votos entre dos candidatos de su marca dio el triunfo a los conservadores.El último boletín informativo hecho público en la mañana de ayer por la Registraduría del Estado adjudicó a Betancur el 46,8% de los votos, por un 40,3% de su principal oponente, el ex presidente liberal Alfonso López Michelsen. La participación. electoral rompía una barrera histórica al superar el 50%.
Faltaban por conocerse aún los resultados del 18% de las mesas, escasamente relevantes por tratarse de pequeños pueblos carentes de comunicaciones. La diferencia entre los dos candidatos era ya insalvable: 368.000 sufragios. Y, lo que era peor, Betancur podía superar el récord de tres millones de votos conseguido por López Michelsen ocho años atrás.
Junto a la división del liberalismo (el disidente Luis Carlos Galán arrebató el 11,5% de los votos) hay en la derrota del ex presidente un voto de castigo del pueblo colombiano, que no ha querido darle una nueva oportunidad tras la amarga experiencia de su mandato anterior.
Al viejo monarca de formación británica le costó admitir su derrota, tal vez porque le parecía increíble que su pueblo prefiriese al mediocre, pero tenaz, Betancur. El domingo por la noche tenía el rostro desencajado en su cuartel general, que tenía el aspecto de un velatorio.
Anunció que su grupo parlamentario ejercitará una oposición constructiva en las cámaras, sin obstaculizar la tarea de un Gobierno que se encontrará en franca minoría.
Este será uno de los primeros problemas que tendrá que franquear el presidente electo, aunque el sistema presidencialista le otorga amplios poderes para gobernar por decreto. Belisario Betancur ya ha anunciado un Gobierno nacional, con lo que no hace sino cumplir el artículo 120 de la Constitución, que le obliga a dar a los perdedores una participación "adecuada y equitativa" en el Ejecutivo.
Para facilitar la tarea fiscalizadora de la oposición, el nuevo presidente, que tomará posesión el 7 de agosto, ha prometido que pondrá en manos liberales el poderoso Ministerio de la Presidencia y que también serán de este partido él procurador general y el encargado de fiscalizar el uso de los dineros públicos.
Galán ha anticipado que no se integrará en el Gobierno, y, en buena lógica, esta debería ser la actitud de un López Michelsen que convirtió en promesa electoral la reforma del artículo 120 de la Constitución, apelando con frecuencia a que en caso de victoria le dejasen los conservadores gobernar en solitario.
Penosa herencia
Ocho años de Gobiernos liberales dejan a Betancur una penosa herencia: un país económicamente estancado y bajo la zozobra de unas guerrillas que dicen querer una paz digna, pero que están dispuestas a seguir la guerra con armas cada vez más sofisticadas.
En busca de esta paz, que ha sido bandera electoral del perdedor, el nuevo presidente declaró ayer en su primera alocución: "Pondré en marcha mecanismos qué conduzcan al levantamiento del estado de sitio y no habrá obstáculos que no remueva para lograr que quienes están marginados del orden jurídico se reincorporen a la vida civil con las debidas garantías para que cese el inútil sacrificio de nuestros compatriotas; entre ellos, nuestros abnegados oficiales y soldados".
No hubo, sin embargo, en este su primer discurso, ninguna alusión a la fracasada comisión de paz que en declaraciones a este periódico prometió convocar recién ganadas las elecciones.
Cabe recordar que en el fracaso de la comisión, que ya había llegado a un acuerdo con el M-19, tuvieron particular responsabilidad los dos líderes conservadores, que, sin duda, tratarán de cobrar su contribución al triunfo. En el terreno social, el presidente conservador ha multiplicado promesas que muchos economistas consideran irrealizables, y cuyo incumplimiento podría encerrar múltiples gérmenes de alteración social.
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