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Joan Brossa califica como 'ejercicio de nostalgia' los Juegos Florales de Barcelona

El poeta catalán y Antonio Gala presentan la fiesta

La 124 edición de los Juegos Florales de Barcelona, desde su restauración en 1859, concentraron el pasado domingo a una ingente cantidad de público que abarrotó el salón de Ciento del Ayuntamiento para escuchar más los discursos de Joan Brossa, que actuaba como mantenedor, y de Antonio Gala, que los propios poemas ganadores o los de Guimera, a quien estaban dedicados este año. No defraudaron los oradores. Y así, mientras Gala hacía un discurso filosófico que intentaba unir las culturas andaluza y catalana por la vía de lo-popular, Brossa arremetía contra los juegos tal cual se celebran, afirmando. que "su celebración es como obstinarse en viajar en diligencia en plena época atómica o ir de caza con un trabuco".Brossa, que abrió el acto, arremetió contra los juegos calificándolos de ejercicio de nostalgia y proponiendo una, modificación para próximas ediciones, de forma que la poesía experimental, en sus vertientes visual y fonética, tengan cabida en el futuro. Justificó su petición aduciendo que los actuales juegos huelen a naftalina, y que si griegos y romanos no consideraban trenes y aviones materia poética es, sencillamente, porque éstos no existían, como tampoco existía la experimentación cuando se crearon los juegos florales". "Si aceptamos que el verdadero compromiso del escritor con su tiempo no emana de los propósitos sino del comportamiento ante el lenguaje, hemos de convenir que la mayoría de la literatura catalana contemporánea que se publica sólo tiene de contemporánea la fecha de los libros", dijo Brossa, para acabar afirmando que "la única cosa que perdura de un pueblo cuando todo ha terminado es su cultura".

El discurso de Gala tuvo un tono muy distinto, a caballo entre la filosofía y la poesía, ya que "la poesía es la más ancha y recta vía hacia el conocimiento y donde más visiblemente se concreta la cultura de un pueblo", según afirmó en un momento de su discurso.

A continuación, explicó lo que entendía por cultura. "Yo entiendo", dijo, "que hay dos clases de cultura: una, consanguínea, congénita, que no se tiene sino de la que se forma parte; otra, consecuencia de un cultivo y de un afinamiento".

La primera es visceral, en tanto que la segunda corre el riesgo de equivocarse al ir contra la primera. "Si yo, con mis licenciaturas y doctorados, no tengo en el fondo la misma cultura que un campesino andaluz estoy perdido". La cultura, afirmó posteriormente Gala, es el único concepto en que puede apoyarse y crecer el de patria.

Lo dionisiaco y lo apolíneo

Habló Gala luego de la cultura como relación entre lo dionisiaco y lo apolíneo, que se unifican en la Península produciendo como resultado la cultura española, para poner de manifiesto lo que de dentro de ella individualiza a la cultura andaluza y a la catalana. Definió a la primera como unión de contrarios: "Allí se progresa sobre dos rieles, antagónicos a primera vista: el que más da y el estarua (estaría) de Diso que, a fin de cuentas, son sólo dos manifestaciones de la misma certeza: que las riendas de la vida no se hallan en nuestras manos". Para los andaluces, dijo "la vida es ser y no tener".Pero la misma paradoja se muestra, según Gala, en la cultura catalana. Al efecto, citó los nombres de Llull, del que dijo que "su mente es apolínea y argumentadora, pero consciente de que las máximas verdades sólo son susceptibles de comunicarse a través de la imaginación y el misterio", y de Espritu. "Nuestras culturas", terminó, "son seres vivos que en largos períodos se han visto obligados más que a vivir a sobrevivir".

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