Las islas de la discordia
Los miembros del Consejo de Europa no pueden desconocer que la invasión a la que nos referimos se realiza contra una pacífica y democrática población por un poderoso vecino cuyo Gobiemo se caracteriza por la ofensa a las instituciones democráticas y continuas infracciones a los derechos humanos".Con estas palabras abordaba la cuestión malvina, el secretario de Estado francés para Política Exterior, Douglas Hurd, la semana pasada en Estrasburgo, en el hemiciclo del Consejo de Europa. Francis Pym, esperando hasta última hora, canceló el viaje por razones obvias.
Más tarde, la Prensa preguntó a Douglas Hurd si el unánime apoyo de los Estados europeos a Inglaterra, del que había hecho gala durante su intervención, incluía también a la delegación española. En efecto, mantener un criterio justo, equilibrado e imparcial como parlameñtarío español y europeo no era tarea fácil, mucho más si se tiene en cuenta el actual estado de nuestras negociaciones comunitarias y la posición unánime de los diez países que integran la CEE.
El conflicto malvino toca a fondo cuestiones primordiales. He aquí la lista, completa: la pérdida de vidas humanas, el uso de la fuerza, la violación de las costumbres y de los principios fundamentales del Derecho Internacional, el peligro de la internacionalización del conflicto, las relaciones entre los Estados americanos y entre Europa y Latinoamérica, la colonización, la doctrina de las Naciones Unidas y del Consejo de Europa, la solidaridad europea, las negociaciones comunitarias, las diferencias entre los regímenes dictatoriales y democráticos, las posibles divergencias entre intereses e ideales, las repercusiones en el comercio internacional. Por si faltara poco, y de rondón, la especial interpretación del derecho de autodeterminación, difícilmente combinable, en este caso, con el principio de "la defensa de los intereses legítimos de la población", por los que tanto ha abogado la diplomacia española.
Para fijar una posición equilibrada y justa, parece necesario hacer abstracción intencionada de toda inclinación sentimental o emocional por muy legítima que ésta sea, e incluso de los específicos temas y motivos españoles que, al juicio de algunos políticos europeos, pueden verse reflejados en nuestros criterios y declaraciones.
Dígaselo que se quiera, definir una posición española no es fácil, aunque los límites son claros. Por una parte, hay que mantener una firme oposición al uso de la fuerza como método para resolver las diferencias entre los Estados, pronunciándose a través de la solución pacífica. Al mismo tiempo, hay que hacer una firme llamada a la descolonización del archipiélago que asegure su integridad territorial para Argentina, combinándola con la salvaguardia de los intereses legítimos de la población de las islas.
Resolución 502
La resolución del Parlamento Europeo y la del Consejo de Europa invocaban la 502 del Consejo de Seguridad, en la que insta a Argentina a la retirada inmediata de sus fuerzas y al cese de las hostilidades.
Si se apela a la doctrina de las Nacionés Unidas, no se puede hacer sólo a una resolución, aunque sea del Consejo de Seguridad. Hay que recordar todas aquellas que desde 1960 fueron dictadas por la Asamblea General y que hacen referencia expresa al archipiélago malvino y a su necesaria descolonización (resoluciones números 1.514, 2.065 y 3.160). Igualmente no se puede olvidar la doctrina del Consejo de Europa, tantas veces reiterada, contra todo tipo de colonización.
Por otra parte, debemos ser conscientes de que España no puede ser de nuevo un hecho singular dentro del conjunto de la política europea, como desgraciadamente lo ha sido en períodos tan dilatados de su historia. Nosotros acabamos de afirmar nuestra firme vocación europea esta misma semana, el día 5 de mayo, Día de Europa. El acto parlamentario no ha sido una manifestación retórica.
No podemos, sin embargo, desconocer los vínculos de sangre, cultura e historia que nos unen a Latinoamérica. Sentimos honda preocupación por la divergencia entre la mayoría de los países europeos y latinoamericanos, manifestada recientemente en la sede de la Organización de Estados Americanos y por todas sus consecuencias derivadas.
Tenemos el firme convencimiento de que no hay que mezclar los temas específicamente españoles con el conflicto malvino. Aquellos políticos que desean aprovechar estas circunstancias para discutir nuestras condiciones de ingreso en la OTAN o buscan un paralelismo con nuestro contencioso sobre Gibraltar son desconocedores de la realidad internacional o tienen otras intenciones que prefiero no tratar aquí.
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