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La guerra del Atlántico sur

La crisis anglo-argentina se orienta hacia una negociación patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas

La diplomacia ganó terreno a la milicia en el conflicto británico-argentino sobre la soberanía de las islas Malvinas, al confirmarse la aceptación de Londres y Buenos Aires para que las propuestas del secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, sirvan de marco para una negociación de paz. Paz que todo el mundo desea, como expresó la carta enviada por el Rey de España, Juan Carlos I, al secretario general de la ONU, que ha tenido escaso impacto en los medios diplomáticos de la sede de la ONU, quizá porque llegó un tanto desfasada con la evolución de la crisis.

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Mientras en la ONU, el Consejo de Seguridad mantenía consultas para perfilar el contexto de la futura negociación de paz, en Washington el presidente norteamericano, Ronald Reagan, confirmó que no creía "que exista el peligro" de que la guerra de las Malvinas "conduzca a una escalada que envuelva a Estados Unidos y a la URSS".En improvisada conferencia de Prensa en los jardines de la Casa Blanca, Reagan repitió que Estados Unidos "espera que se logre un acuerdo de paz" bajo los términos de la resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que el pasado 3 de abril pidió ya el cese de hostilidades, la retirada de las tropas argentinas y el inicio de negociaciones.

En las Naciones Unidas, las únicas reacciones a la carta del rey Juan Carlos procedían de medios diplomáticos españoles, que aseguraban que el secretario general de las Naciones Unidas "había recibido de manera muy positiva, optimista y relevante" la carta del Rey. Pero no hubo ningún comunicado oficial o declaración de Pérez de Cuéllar al respecto.

A pesar de los positivos esfuerzos del Gobierno español por intentar desempeñar un papel de buenos oficios en la crisis de las Malvinas, a pesar de la entrevista de Pérez-Llorca con Pérez de Cuéllar, a pesar de la humana gestión del rey Juan Carlos, la diplomacia española parece haber llegado un tanto desfasada.

Hubo interpretaciones erróneas desde el primer momento sobre si España era o no portadora de una propuesta de mediación. Dudas que quizá fueron fraguadas por la realidad de unos hechos que no facilitaban el deseo de paz expuesto por Madrid.

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Para británicos y norteamericanos, España defendía la lógica reivindicación territorial argentina de las Malvinas, sin olvidar el contencioso de Gibraltar. Para los latinoamericanos, el anuncio inicial de Calvo Sotelo proponiendo la mediación, atemperado dos días después por Pérez-Llorca como aportación de ideas, confirmaba que España, a fin de cuentas, es ya casi miembro de la Alianza Atlántica está en puertas del Mercado Común.

Las medidas provisionales de paz orquestadas por Pérez de Cuéllar se basan en seis puntos, preparados en estrecha colaboración diplomática con todas las partes interesadas, incluida la propuesta conjunta Perú-EE UU.

Los seis puntos sugeridos por la ONU son: 1. Cese inmediato de todas las hostilidades. 2. Retirada de las tropas argentinas. 3. Retirada de la flota británica. 4. Continuación de las negociaciones. 5. Suspensión de todas las medidas de sanciones económicas contra Argentina. 6. Medidas transitorias de las Naciones Unidas. En este último punto se incluiría el nombramiento de un alto delegado de la ONU para administrar con carácter provisional la gestión de las islas, junto con un representante del Reino Unido y otro de Argentina en calidad de observadores.

Entre tanto, bajo el patrocinio de las Naciones Unidas, se negociaría un acuerdo sobre el futuro de las islas, que todos los observadores coinciden en apuntar que concluirá con el reconocimiento de la soberanía argentina en las islas Malvinas.

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