41 jóvenes artistas americanos, supervivientes de la 'cultura de la droga', exponen en Madrid
"En Estados Unidos hay toda una generación de artistas, supervivientes de catástrofes tanto personales como históricas, que han sobrevivido a la cultura de la droga que consumió a muchos de los mejores talentos de su época". Cuarenta y uno de estos artistas a los que se refiere la crítica de arte, Barbara Rose, responsable de la selección de los autores, están representados con otras tantas obras en la exposición Pintura norteamericana: los ochenta. Una interpretación crítica que acaba de ser inaugurada en la Caja de Pensiones en Madrid (Paseo de la Castellana, 51) donde permanecerá abierta hasta el día 4 de junio.
El criterio de selección que siguió Barbara Rose es que existía una serie de artistas que representaban el renacer de la cultura en Estados Unidos y la continuidad que animó a los creadores del expresionismo abstracto americano."Estos artistas", dice Barbara Rose, "en lugar de huir de la historia están dispuestos a enfrentarse al pasado sin sucumbir a la nostalgia, dispuestos a aprender sin necesidad de imitar y con el valor suficiente como para crear obras para un futuro que nadie sabe a ciencia cierta si llegará". Desde su inauguración hace dos años en la Grey Gallery de la Universidad de Nueva York, esta muestra ha suscitado intensas polémicas en todos los ambientes en los que se ha expuesto. La última ciudad que ha acogido esta muestra ha sido Barcelona.
Entre los autores representados se encuentran Carl Apfelschnitt, Anna Bialobroda, Elaine Lustig Cohen, Howard Buchwald, William Conlon, Frances Barth, Louisa Chase, Leonard Contino, Susan Crile, Richard Hennessy, Robert Moskowitz, Susan Rothenberg, Nancy Graves, Joan Thorne y Eward Youkilis, entre otros. La mayor parte de estos artistas, son desconocidos para el público español. En Estados Unidos son conocidos pero no suficientemente reconocidos.
Modernismo poscubista
Sobre las notas esenciales de este colectivo ha explicado Barbara Rose: "Aunque los artistas de los años ochenta comparten un compromiso con las imágenes fuertes y legibles del modernismo poscubista y con la permanencia de la tradición occidental de la pintura, difieren, sin embargo, en otros muchos puntos, incluyendo las propias fuentes de su arte y una serie de cuestiones técnicas y de interpretación. Algunos gustan de la metáfora, otros no. Algunas de las imágenes son privadas y poéticas, otras, públicas y geométricas. La verdad es que en el proceso de selección no he hecho ninguna tentativa por conciliar la diversidad de puntos de vista. Algunos de los denominadores comunes de esta muestra son una ausencia refrescante de teorías de los libros de texto y un recurso a la intuición y a la experiencia directa".Según los estudios más recientes sobre las nuevas tendencias pictóricas en Estados Unidos en la actualidad en este país se está volviendo a definir la esencia de la pintura no ya como un antiilusionismo sino como una capacidad rica y variada de dar a luz imágenes nuevas en un mundo viejo. En este contexto la nueva generación de pintores, que ha ido madurando lenta, escéptica y calladamente con grandes dificultades, ha tenido que luchar también por mantener la convicción de un arte que, según opiniones vertidas en los medios de comunicación y manifestadas por los museos, estaba agonizando.
Para Barbara Rose la señal de calidad en el arte actual, y por tanto también en la muestra que se exhibe en la Caja de Pensiones de Madrid, ya no es la innovación, sino la originalidad, la individualidad y la síntesis, tal como lo han sido siempre. "No es la materialidad de lo llano sino la capacidad de la pintura de evocar, implicar y conjurar las ilusiones mágicas que existen en un espacio mental imaginativo, lo que al igual que el espacio atmosférico de Miró, Rothko o Newman, o el espacio cósmico de Kandinsky o Pollock, no pueden confundirse con el espacio tangible que se halla fuera del lienzo".
Por encima de la crisis de la moralidad en desintegración, de la falta de convicción en cualquier autoridad y de la tradición destruida por el relativismo cultural y el cinismo individual, estos artistas han mantenido, según la crítica norteamericana, su creencia en la calidad y en los valores del arte como un modo de trascender y como encarnación mundana de lo ideal.
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