_
_
_
_
Tribuna:Batalla aeronaval en las Malvinas
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los intereses estratégicos de las grandes potencias, como telón de fondo en el Atlántico sur

Los mismos estrategas guardan cartografías reservadas donde densas franjas de color naranja indican la existencia de grandes yacimientos de nódulos polimetálicos posados en el lecho oceánico, más densas en el Pasaje Drake. Su riqueza de manganeso, níquel, cobalto, cobre y hierro coincide curiosamente con la creciente dependencia de las importaciones de esos minerales críticos (industria bélica) que padece Washington. Esta va del 50% para el petróleo, el 40% para el cobre, hasta el 100% en manganeso, níquel y cromo, según el U. S. Department of the Interior y estudios de Lester Brown.A la vez, la zona es rica en verdaderos yacimientos ictícolas y, en el sector antártico -la mayor reserva mundial de agua dulce- en uranio y otros recursos estratégicos.

En el plano específicamente militar, Estados Unidos considera al casco marítimo austral como imprescindible para su estrategia por tres coordenadas básicas: 1. Por las tres vías interoceánicas (Magallanes, Beagle y Drake) circula un flujo creciente de crudo hacia sus puertos. 2. Las islas Malvinas son un portentoso "portaviones" fijo y con víveres propios. 3. La presunta lejanía de los tres pasajes de los riesgos misilísticos.

El fantasma de la OTAS

La conexión entre los océanos Atlántico y Pacífico es una antigua obsesión del Pentágono, así como la de integrar "una fuerte base en el extremo austral" a su red de dispositivos bélicos planetarios. Esta preocupación llevó ya en 1975 al ex presidente Gerald Ford a proponer a los Estados latinoamericanos ribereños una Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS). La marina argentina, así como Suráfrica y Uruguay, se convirtieron en adalides de ese pacto, pero Brasil se niega hasta hoy, fiel a su tesis de "pragmatismo responsable" y a sus mercados en las naciones emergentes de Africa, opuestas a Pretoria y su política agresiva y de apartheid en el área.

Para el Pentágono, el canal de Suez "ya demostró su vulnerabilidad en 1956", y el canal de Panamá debería pasar a manos panameñas en el año 2000. Lo cierto es que ambas vías se están convirtiendo en obsoletas para el paso de los modernos superpetroleros y portaviones gigantes que proyecta Washington, de acuerdo a la teoría de "cuarteles flotantes" suscrita por Richard Nixon, los landing helicopter assault ship.

Hasta ahora, el Reino Unido fue una especie de albacea occidental de los factores militares y económicos del Atlántico sur, según altos jefes estadounidenses, pero "nosotros somos los más preocupados e interesados por la cuestión". No es casual que Ronald Reagan se postulara como mediador en el conflicto angloargentino desde el primer minuto del desembarco argentino en las Malvinas, el 2 de abril pasado, y que Londres, y especialmente Buenos Aires, aceptaran.

Ante la no conformación (le la fantasmal OTAS, la alternativa, también sondeada por Estados Unidos desde 1975, es extender el radio de jurisdicción de la OTAN al Atlántico sur, como ya lo ha hecho de facto en el Caribe con sus maniobras Ocean Venture-81 y Safe-Paas-82, la primera de las cuales se repite en el mismo escenario desde el 29 de abril.

Las complicaciones del proyecto norteamericano por la contradicción Buenos Aires-Londres respecto a la soberanía formal sobre las Malvinas se crispan aún más en la Antártida. Con su sabiduría colonial, el Reino Unido reivindica para sí el sector antártico entre los meridianos 20 y 80 Oeste, que, curiosamente, absorbe totalmente el sector reclamado por Argentina (25 a 74, con una veintena de bases permanentes) y parte del chileno (53 a 90).

En la X Reunión del Tratado Antártico (Washington, 1979), Estados Unidos proclamó su aspiración perentoria de explotar las riquezas del continente blanco, que el mismo tratado inhibe hasta 1991. La Unión Soviética, menos urgida de reservas críticas, apoyó las reticencias argentinas y chilenas, países en la obvia inferioridad tecnológica y financiera.

El general Jorge Leal, de filiación demócrata y nacionalista, conquistador argentino del Polo Sur, exhortó a apoyarse en la URSS, "aunque sus motivos sean distintos a los nuestros". El retirado jefe militar sufre periódicos arrestos por sus declaraciones en defensa de las riquezas y su no entrega a los capitales multinacionales.

Mientras la flota británica rodeaba las Malvinas, The Sunday Times, de Johannesburgo, publicó en primera página un llamativo recordatorio sobre los proyectos de la OTAS, sus protocolos secretos y la "conexión surafricana" de encumbradas figuras del régimen militar argentino. Las presiones estadounidenses sobre Buenos Aires surgían matizadas, y los analistas se ven obligados estos días a operar en un campo minado de intoxicaciones informativas, en su mayoría apresuradamente vertidas del inglés.

El padrino exigente

En este cuadro, lo que Washington no perdona al Buenos Aires oficial es el reclamo de la totalidad de su parte en el package deal (arreglo global) que, según fuentes responsables, convino el general Leopoldo Galtieri en Washington antes de asumir la Presidencia en diciembre último. Según comentarios norteamericanos, "Galtieri cometió el error de sentirse fuerte como un igual por su apoyo en el problema de América Central, cuando no es sino el socio menor de un arreglo tripartito (junto con Londres) en la cuestión petróleo y otros asuntos del Atlántico sur, como una base en Malvinas".

Lo cierto es que la táctica del régimen militar, desde el cruento golpe de Estado de 1976, fue apoyarse en Washington para desalojar a Londres, lo que para vastos sectores de la oposición interna fue "escapar del anciano león para caer en la dentadura del lobo". Sin embargo, pese al estado de guerra virtual del país, el lobby petrolero multinacional conserva intacto su poder en Argentina.

Dos hechos son altamente elocuentes: el Gobierno militar mantiene su proyecto de privatización del subsuelo minero (las compañías serían un Estado dentro del Estado) y estudia la privatización de diecisiete empresas nacionales, desde yacimientos petrolíferos fiscales, gas del Estado y tres petroquímicas, hasta la empresa de Correos y Telégrafos, Aerolíneas Argentinas y Ferrocarriles, o sea, una subasta completa.

Tampoco perdona Washington que Galtieri haya apelado al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), utilizado para la invasión militar de Santo Domingo en 1965 (y el consiguiente derrocamiento del Gobierno democrático de Juan Bosch), lo que puso al desnudo el rol estadounidense en el "sistema ineramericano". No es por azar que fuera el ministro de Exteriores de Nicaragua, sacerdote Miguel Descotto, quien promoviera la aclamación de pie a su homólogo argentino, después de su discurso ante la OEA. Entre las presiones civiles internas, Galtieri recibió el consejo de repatriar a los doscientos oficiales detectados como asesores en El Salvador y Honduras, "ya que el país está en guerra con una potencia colonialista".

Europa y la URSS

Para Reagan y el general Alexander Haig, el fiasco en la OEA y el alineamiento total con Londres pueden repercutir no sólo en su política latinoamericana -ya es un hecho-, sino, ano muy largo plazo, en sus difíciles relaciones con Europa occidental. Ya el ministro de Exteriores alemán, Hans Dietrich Genscher, arrojó la primera toalla pacifista. Lo cierto es que nada menos que la Thyssen está construyendo dos submarinos para Argentina. y partes para otros cuatro. La Klóckner Industrie-Anlagen, junto con Messerschmidt-Bölkov-Blolin, ofertó la construcción de un campo de pruebas de armamentos. La Kraftwerke-Union (grupo constituido por la Siemens y el propio Estado alemán) es la proveedora de un reactor atómico para uva central argentina. En total, unos 3.000 millones de dólares.

Desde el golpe de Estado militar, Argentina multiplicó por seis su deuda externa, hasta los 35.000 millones de dólares, mientras el producto bruto industrial se contrajo un 20%. Actualmente, sólo dispone de seiscientos millones de dólares libres para pagar en 1982 unos 7.200 millones por vencimientos de la deuda, casi la mitad a Estados Unidos.

Washington, que tiene en Latinoamérica y el Caribe el 70% de sus inversiones en el Tercer Mundo y obtiene de ellas 40.000 millones de dólares anuales en concepto de intereses y servicios, no dudará en jugar el as de la horca financiera, estiman los expertos.

Ironías de la historia: el régimen militar que desmanteló la industria nacional y abrió el país a la invasión multinacional debió evitar el colapso económico incrementando su comercio con la URSS, donde dirige el 40% de su exportación total y el 80% de sus cereales. Entre 1976 y 1981, las ventas a la URSS subieron de 250 a 3.500 millones de dólares. Ello tuvo su correlato de controvertidas reciprocidades soviéticas en organismos sensibles de la ONU.

Cuando estallaba la crisis de las Malvinas, ambos Gobiernos firmaron un convenio científico, Moscú vendió equipos petroleros, doce toneladas de uranio enriquecido para un reactor experimental que Estados Unidos dejó de asistir, y se perfiló como proveedor tecnológico y asociado en la explotación del krill del mar austral.

Dramático presente

Para la oposición -no es un secreto-, la URSS constituye la alternativa económica ante un Occidente al que debemos dar cada vez más trigo y carnes por cada vez menos bienes de equipo". En el dramático presente argentino, en que la mayoría del país exige la soberanía de las Malvinas, pero, a la vez, "la soberanía popular en el Gobierno, el neutralismo y no alineamiento son la constante histórica del país". El ex ministro de Exteriores Mario Amadeo, procedente del nacionalismo católico derechista, después de atacar la conducta norteamericana en las Malvinas, afirmó: "Argentina pertenece visceralmente a Occidente, pero ante la perspetiva de una lucha en que se juega la integridad territorial, no podrá rechazar ninguna asistencia que pueda prestársele".

No en vano en Argentina los mejores momentos de soberanía y desarrollo independiente coincidieron con Gobiernos electos democráticamente (yrigoyenismo, peronismo), y, los peores, con las involuciones militares, cada vez más sangrientas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_