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El acuerdo de la CEE sobre precios agrícolas perjudica a España

Soledad Gallego-Díaz

El Consejo de Ministros de Agricultura de los diez, que finalizó ayer en Luxemburgo, se cierra con un pesado balance para los intereses españoles. La Comunidad Económica Europea (CEE) ha sido capaz de encontrar un acuerdo de principio para resolver uno de los problemas más espinosos con los que se enfrenta cada año: los precios agrícolas, pero para ello ha sacrificado la solución de dos problemas -la regulación de los mercados de aceite de oliva y de frutas y legumbres- que son indispensables para llevar adelante una negociación seria con España.Los ministros, tras una maratón de quince horas de discusiones, acordaron incrementar los precios agrícolas en un 10,7%, así como la nueva regulación del mercado del vino -necesaria para finalizar con las periódicas guerras francoitalianas- y del mercado de los agrios. La noticia no es tampoco buena para los negociadores españoles. Italia, que había defendido la vinculación entre los precios agrícolas y la reglamentación del aceite de oliva, ha olvidado su exigencia porque, a cambio, ha obtenido un trato no demasiado malo en el problema del vino y porque la regulación del mercado de agrios la beneficia al ciento por ciento precisamente ante los futuros competidores, es decir, ante los naranjeros españoles. En efecto, el reglamento aprobado fue rechazado plenamente por los negociadores españoles en su documento sobre el capítulo agrícola por considerar que estaba ideado fundamentalmente para dejar de lado los intereses de los agricultores de nuestro país, que no tendrían casi acceso a los fondos fijados por el reglamento.

Más desalentador aún es el acuerdo a que han llegado los diez en relación con el aceite de oliva. La Comisión Europea, órgano ejecutivo de la CEE, proponía una simple declaración afirmando que, a partir de la adhesión de España, la CEE buscaría una relación de precios entre el aceite de oliva y el de semilla de dos a uno, sin explicar siquiera el método empleado para ello a fin de evitar los resquemores nórdicos. El Reino Unido, que sigue manteniendo que el acuerdo de principio de ayer depende de una solución para el problema de su contribución al presupuesto, tema que se debatirá el próximo día 9, se opuso a dejar pasar este simple texto y recibió inmediatamente el apoyo incondicional de la República Federal de Alemania y de los Países Bajos, principales interesados en el buen trato de los aceites de semillas. No en balde, la multinacional Unilever, que comercializa el grano norteamericano en Europa, es holandesa. Francia e Italia, que, teóricamente, estaban interesadas en la propuesta de la comisión, libraron muy escasa batalla, al obtener, como obtenían, otras reivindicaciones importantes.

El enfado de la Comisión Europea quedó de manifiesto en una declaración del comisario danés encargado de los temas agrícolas, Paul Dalsager, quien se lamentó de la pérdida de tiempo que ello suponía.

Para contentar en algo a la comisión, los ministros de Agricultura de los diez se han fijado un nuevo plazo: el comité especial agrícola estudiará una vez más el problema de las materias grasas (bajo la permanente presión de Estados Unidos) y presentará su propuesta antes del 31 de julio próximo. Luego vienen unas largas vacaciones, puesto que el consejo ministerial no se pronunciará antes del 31 de octubre.

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