Andalucismo y melodrama
De una narración de Fernando Quiñones salió un monólogo que fue un excelente texto teatral: Legionaria. De otro de sus textos sale ahora El grito, también como monólogo, aunque hay un personaje que no habla, pero que interpreta, mima, actúa. La intención es presentar angustias, aislamientos, problemas de los emigrantes anda luces en Alemania. La elección del monólogo reduce demasiado ese problema tan amplio al caso de una familia, casi de una sola persona; depauperada, además, por una acumulación de desgracias: hijo muerto, esposo alcohólico, abuelo enmudecido y, finalmente, marido muerto en accidente. Problemas quizá circunstanciales, ajenos en cierto modo al problema de la emigración (alcoholismo, enfermedades infantiles, accidentes, desarreglos mentales, no son ni una exclusiva ni una característica de la emigración): y demasiados, además, hasta llegar al punto del melodrama.Sobre todo ello vive la fluidez, la naturalidad -artística, literaria- del texto de Quiñones, que domina esa criatura: quedan dichas algunas de las injusticias que pesan sobre el pueblo, concretamente en este caso sobre el pueblo andaluz. El relato de anécdotas, las evocaciones, el gracejo para. describir la situación, son excelentes. La dramaturgia no alcanza ese nivel. El relato de su vida que hace la protagonista a su abuelo, citándole hechos y cuestiones que él, sin duda, conoce perfectamente, pero que hay que decírselas al público, incomoda un poco. El director, Angel Ruggiero, ha vencido muchas dificultades, ha estimulado acciones y movimientos para teatralizar lo más posible el monólogo. Quizá ha desconfiado del valor único del texto y se ha excedido en los cambios contínuos de luz.
El grito, de Fernando Quiñones
Intérpretes: Vicky Lagos, Ismael Merlo. Escenografía y vestuario de Adoyo Myer. Dirección de Angel Ruggiero. Teatro Español, estreno 28-abril-1982.
Entra el cantaor
La introducción de un cantaor que aparece alguna vez cortando la acción destruye el carácter realista y directo del texto: como ese cantaor es José Menese, sus intervenciones tienen valor por sí solas, y se gana los aplausos. Vicky Lagos hace un gran esfuerzo en este solo de actriz; alcanza excelentes momentos en la alternación de lo cómico y lo dramático, y en otros, la falta de teatralidad del texto o de la situación la perjudican. Ismael Merlo tiene un papel muy difícil: el de escuchar, el de atender. Su gesto, el escaso movimiento que tiene en un momento determinado, contribuyen a mantener su antiguo crédito.El público del estreno aplaudió, percibió el mensaje popular, y mostró su entusiasmo a los intérpretes, al autor, al director y a sus colaboradores.
Babelia
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