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Crítica:'JAZZ'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dexter Gordon, la genialidad hecha carne

Después de casi veinte años sin pisar España., y en un lapso menor de doce meses, este monstruo absoluto de la historia del jazz ha vuelto a derramarnos su misterio, su música, su magia. Su arte pudo escucharse este fin de semana en el Colegio Mayor San Juan, de Madrid.Lo impresionante en Dexter Gordon es él mismo. Vean, es un hombre altísimo, en cuyas manos enormes el saxo tenor parece un chisme de juguete. Tiene una extraña calva en elevación desde la coronilla, sus piernas parecen tabéticas y delgadísimas, tal vez secuelas de una polio. Por ello su andar es titubeante. Dirige el grupo con gestos iniciáticos o prados, presenta las canciones y nunca dice el nombre del autor, recitando en un español balbuceante que de pronto pasa al inglés. Se ausenta cuando los otros hacen solos, sonríe como un descosido y hasta algo tan simple como quitarse el sudor lo hace con gestos anómalos, fuera de control.

Pero no es un payaso; es inquietante. Porque ese hombre grande, con rostro y maneras de borracho, o loco, o las dos cosas a la vez, coge el saxo y hace una música que es la cristalización del control, a lo alto y a lo largo. Su fluir es claro. Cada párrafo abre las puertas del siguiente y el solo se encamina por una vereda dominada a fondo, inteligente en sus curvas, impredecible en sus paisajes, pero no en su trazado. Todo eso con un sonido redondo, tan poderoso como él mismo, expresivo y valiente. Dexter Gordon es un genio y todo cuanto hace un genio, en clave mayor o menor, aunque sea un engaño resulta genial.

Junto a él, la figura resplandeciente y calva de Kirk Lightsey, construyendo más o menos en el mismo sentido, pero más composicional, como si un pianista clásico hubiera sido derribado camino de Efeso por la llama sagrada del swing. Es rico en recursos, trata al piano con inteligencia, raras veces lo aporrea, deambula sobre él encontrando combinaciones nuevas en teclas mil veces pulsadas, sacando la música de donde se encierra cuando se tiene: del corazón y la cabeza.

El resto del grupo correspondía a esta línea. Eubanks, con un bajo muy fino y ágil, y Eddie Gladden, con una batería con más carácter de big band que de pequeño grupo. Por separado, son buenos; juntos, bajo el liderazgo de Gordon, forman un grupo muy poco corriente, aunque en apariencia convencional. Pero no es así, hay misterio y hay magia.

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