El desembarco británico en el archipiélago, último recurso
Si se produjera -y el si tiene que ser diplomáticamente cualificado- el enfrentamiento militar anglo-argentino por las islas Malvinas podría resultar la primera batalla naval moderna de la era de los mislies y la electrónica. Las cañoneras han pasado a la historia, pero quizá regresarán. Una gran parte del destacamento naval británico estará este fin de semana próximo a las islas Malvinas, pero no se prevé un enfrentamiento directo hasta, al menos, mediados de la próxima semana, cuando los británicos hayan reagrupado sus fuerzas y se hayan repuesto del cansancio adquirido en el viaje.
Un desembarco británico en las islas Malvinas sería, pues, un último recurso para este destacamento. A las difíciles condiciones meteorológicas que suelen reinar en esa zona en esta época del año hay que añadir que los argentinos tienen en las islas unos 10.000 hombres, frente a los 4.000 de los que, se supone, disponen los británicos.En las aguas del Atlántico sur se enfrentan dos fuerzas similares, pero desiguales. El destacamento británico, con 16 grandes buques, 20 auxiliares y 3.5 requisados está organizado en dos grupos antisubmarinos en torno a los portaviones Hermes e Invencible y a un grupo ligero anfibio.
Frente a esta. formidable flota, los recursos marítimos argentinos se agrupan alrededor del portaviones Veinticinco de Mayo, con catorce buques, siete patrulleros y ocho navíos más pequeños. Pero los argentinos son muy superiores, en términos numéricos, en el aire. Frente a los cuarenta Harrier británicos, la mitad de los cuales aún no han llegado al destacamento.
Argentina cuenta con 250 aviones, de mayor radio de acción de combate que los aparatos británicos.
En cuanto a helicópteros, con los submarinos, las armas más versátiles de esta segunda mitad de siglo, el balance es más dificil de establecer.
Si el Reino Unido se decidiera a tomar las Malvinas al asalto, indican los expertos, tendría que destruir las bases aéreas argentinas en el continente para reducir sus pérdidas en vidas humanas. Esta es la idea que preside la reciente decisión de rehabilitar los prácticamente obsoletos bombarderos Vulcan -una treintena, seguramente-, que con una capacidad para veintiuna bombas de quinientos kilos cada una podrían llegar a Argentina desde la isla de la Ascensión, con dos reavituallamientos de combustible en vuelo.
Este tipo de ataque directo contra Argentina conllevaría probablemente una pérdida del apoyo internacional con que cuenta la actitud británica. Las repercusiones en América Latina y en Estados Unidos serían imprevisibles y afectarían a las relaciones Este-Oeste si la Unión Soviética se pusiera en medio.
El Reino Unido puede, por el contrario, optar en un primer momento por ocupar, con la ayuda de sus destructores y de los comandos de operaciones especiales, las islas de Georgia del Sur, donde sólo se halla un centenar de solda dos argentinos. Logrando un éxito psicológico y logístico, los británicos forzarían así una nueva situación. Estas islas están fuera del alcance de las fuerzas aéreas continentales argentinas, y la operación sería claramente diferenciable de una guerra generalizada.
Como indicó el comandante del destacamento británico, el vicealmirante John Sandy Woodward, la flota británica podría hacer una demostración de fuerza ante Port Stanley, la capital de las Malvinas, forzando a Argentina a disparar primero.
La guerra habría comenzado. Ambas partes intentarían lograr una superioridad aérea y marítima. Y aquí intervendría la modernidad. No es una casualidad que Woodward sea un experto en tecnología y un consumado matemático. Pues ésta es la base de la moderna navy: un complejo sistema electrónico de mando, control y comunicaciones. Para prever mejor los movimientos del enemigo, los británicos cuentan con los radares volantes, los aviones Nimrod, en vuelo desde la isla de la Ascensión.
Estamos en el mundo de los torpedos y los misiles de inteligencia electrónica. En este campo el Reino Unido cuenta con una franca superioridad numérica, aunque los argentinos también poseen. los sistemas Sea Dart y Sea Cart, que compraron en el Reino Unido.
Este es, asimimo, el mundo del submarino. Los británicos, a propulsión nuclear, con mejores armamentos, más rápidos y más maniobrables, son, sin embargo, más ruidosos y detectables en estas aguas poco profundas que los cuatro submarinos diesel que están en manos de los componentes de la armada argentina.
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