Sobre la batalla naval
"D-4", decía uno. "Tocado", te contestaban.Recuerdo el juego de "la batalla naval", cuando en el bachillerato, para oponernos a la aburrida clase de nuestro profesor de Historia, quien nos explicaba las gloriosas hazañas de otros tiempos, recurríamos a un juego sencillo y posible de mantener durante los 45 minutos de patrioterismo.
Hoy, Argentina e Inglaterra están jugando a "la batalla naval" para evadirse de un profesor que no impone glorias seculares, sino que exige realidades actuales. Son pueblos. Son pueblos en el buen sentido de la palabra. No hay diferencia alguna entre el desocupado inglés y el desocupado argentino. Con mayor o menor asistencia social son, eso: desocupados. Hay diferencias, sí, entre la dictadura argentína y la democracia inglesa. Pero... ¿son esas diferencias las que llevan al enfrentamiento?... No; evidentemente, no. El atropello de los derechos humanos en Argentina, con 30.000 desaparecidos, 10.000 muertos; y 1.900 presos políticos, nunca ha preocupado ni movilizado a la Armada brítánica. Sin embargo, hoy se moviliza una flota impresionante para (¿atacar?) defender los derechos humanos de 2.000 ingleses que viven en las antípodas, sin haber compren dido que habitaban un territorio ocupado. Desde hace muchos años, pero ocupado.
Gobierno impopular
Por otro lado, el Gobierno más impopular que haya tenido jamás Argentina, ante su imposibilidad de sostenimiento económico y social, como todo intento de régimen fascista, recurre al más elemental de los sentimientos nacionalistas para desviar la atención hacia problemas tan justos como olvidados, tan justos como inútiles, tan justos como, inevitablemente, contraproducentes para el pueblo argentino.
Durante el hambre de la posguerra española se organizaron manifestaciones en las que la multitud gritaba:
"¡Franco: queremos Gibraltar!".
Y el pueblo español, en la intimidad de sus casas, frente al plato vacío, se preguntaba:
"¿Para qué queremos Gibraltar sí no podemos mantener La Línea?...
¡Gloria a las Malvinas argentinas!
¡Gloria a la resolución de un problema secular!
Pero... ¿es una gloria para un país empobrecido y esquilmado hasta la miseria? ¿Qué recibiría el pueblo argentino, suponiendo que esta batalla naval salga bien, a cambio de este sacrificio económico de un país en bancarrota?
La bufonada llega a extremos insospechados. Se traduce al inglés la Constitución argentina, abolida por el Gobierno argentino. Se aclara,que "las leyes de excepción" vigentes en Argentina no rigen para las islas australes. ¿Esto qué quiere decir?... ¿Que la población inglesa residente en las Malvinas es más buena que la argentina residente en Argentina?...
Señora Thatcher '¿please?'
Su Majestad Elizabeth II, señora Margaret Thatcher, respetuosamente les pido, por favor, que no confundan los derechos humanos con el colonialismo.
Los derechos humanos están siendo sistemáticamente violados en Argentina desde hace muchos años, sin que ello motivara la movilización de la Armada británica. Con seguridad, la mayoría de los habitantes de las Malvinas prefieren vivir en un régimen democrático y no bajo la tutela de una dictadura suramericana. Esta es la realidad de esas dictaduras. Los pueblos argentino, chileno, uruguayo, boliviano, brasileño, paraguayo, hondureño, salvadoreño, guatemalteco o haitiano también prefieren vivir en una democracia. Pero son esas dictaduras las que su majestad y la señora primera ministra han intentado ocultar a su pueblo. Dictaduras a las que están dispuestas a respaldar si, como en el caso de Pinochet, le otorgan las bases necesarias para proseguir con sus aventuras colonialistas.
Las Malvinas son argentinas. Los argumentos ingleses están tan alejados de la justicia como los dieciséis días que separan a su flota de las islas.
La CEE declara el boicoteo a los productos argentinos y el socialista Frangois Mitterrand se solidariza con las lágrimas de la sefíora Thatcher (quizá recordando Argelia o Indochina), y uno se pregunta: ¿no era Regis Debray el asesor de Relaciones Exteriores para los asuntos de América Latina?...
El gran Borges, en busca deI tiempo perdido, trata de congraciarse con el Occidente cultural europeo para lograr un premio Nobel tan merecido literariamente como inevitablemente perdido en la conciencia de los pueblos a los que él agredió aplaudiendo al Videla de Argentina, al Franco de Espaila y al Pinochet de Chile.
Mientras tanto, los montoneros se apresuran a apoyar esta justa reivindicación (supongo que haciendo un nuevo reparto de pastillas de cianuro entre sus militantes), quizá pegando en los parabrisas de sus automóviles la calcomanía de la bandera argentina con la consigna militar oficial: "Porque somos derechos y humanos".
Miles de personas pueden morir en esta payasada.
Míllones sufrirán sus consecuencias.
"D-4".
"Hundido".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.